30.9.08

años difíciles

el domingo volvía de misa como siempre, agarrado de la mano de mamá. caminaban durante al menos media hora para llegar a casa, a no ser que ella se parara a hacer algunas compras en la tienda del calvito o que la señora juana la llamara para tomar unas pastas y hablar de cosas de mujeres mayores. él apenas tenía ocho años pero no dejaba de mirarlo todo con la curiosidad de unos ojos que empiezan a aprender.

aquel día mamá no tuvo que entretenerse a la salida de la iglesia y mientras caminaban juntos él preguntaba sin cesar. preguntaba acerca de cualquier cosa: de lo que había dicho el cura en su sermón semanal, de cómo funcionaba el tranvía, de qué iban a comer al mediodía, de si alguien había estado en la luna alguna vez, de cómo podía haberse llenado el mar de agua, de quién era el encargado de encender las lucecitas de las farolas... "¿y cómo puede llegar hasta arriba del todo? tiene que ser un hombre o una mujer muy alta, ¿no?"

mamá siempre compraba el último número de su cómic preferido en el quiosco de la esquina y como siempre, él se encerraba en su cuarto para disfrutar de las aventuras de su personaje. cada semana una distinta, cada semana una más divertida. ya tenía muchos cuentos, tenía cientos de historietas... y aunque corrían años difíciles aquel niño no dejaba de fantasear un futuro de colores brillantes y palabras doradas. soñaba ser mayor y conocerlo todo, escribir acerca de ello, tener una biblioteca gigantesca, enseñar a leer a otros niños como él... 

años difíciles, días de pobreza y humildad en los que mamá sólo podía gastarse algunos céntimos en los cuentos de su hijo... pero esos años pasaron, él se hizo mayor y, ¿sabes? hoy es él quién regala historias contadas en viñetas a sus nietos. hoy es él quién dibuja, el que inventa aventuras y colorea personajes. hoy es él quien se divierte contestando a preguntas extrañas. 

26.9.08

otoño

las lágrimas rodaban por sus mejillas como resbalaban las gotas de agua tibia por el cristal de la ventana. aquella mañana triste de invierno, apenas había hecho más que leer las cartas abandonadas encima de la mesa. cartas que durante años habían permanecido ocultas en un cajón perdido del desván. y que sin saber la razón había ido a buscar la noche anterior.

delante de un café recién hecho se desconsalaba recordando aquellos días felices, aquellos días azules que no volverían. azules como en la canción, como los que ya no existían. azules como el paso del tiempo, como el horizonte olvidado. azules como su pijama preferido, como este cuaderno de notas deslabazadas, como el espejo en el que se miraba. azules eran los días en que él aún estaba.

el otoño había llegado. todo se humedecía, todo acababa empapado. sus ojos no iban a ser menos. su boca, seca, añoraba unos labios que besar, unas manos que la acariciaran, unos brazos que la rodearan, que la protejieran del mundo y del invierno, del año que acababa, de la vejez, de la historia, del miedo... sentía que había dejado de vivir cuando él se fue y sin embargo, habían pasado muchos, muchos días que ya eran grises y no azules.

el otoño la transformaba, contagiaba su estado de ánimo y la bendecía con una sensibilidad amarga, sucia... y muy triste. otoño, el otoño llegó hace días. y yo vuelvo a la rutina... una semana y vuelven las clases como vuelven las horas que no se quieren, como vuelven también esos días azules.

12.9.08

el final

¿lo recuerdas? ya no volvimos a saber más de ella. desapareció en aquel horizonte de nubes y hechizos rotos, en aquella bruma aterciopelada que nos cubría y nos envolvía, que se adueñaba de nosotros y también del tren en el que se marchaba. nos quedamos allí, plantados, esperando a que alguien viniera a regar nuestros pies, esperando a que alguno dijera algo, a que ella volviera como si no se hubiera ido.

luego nos emborrachamos, qué digo, me emborraché. tú solo me mirabas con cara de pena. tú no sentías nada. lo sé. pero yo sí. yo sí que lo sentía. sentía que había perdido la batalla otra vez, que nunca sería capaz de aprender, que siempre estarías tú y que ya no estaría ella. me emborraché. bebí y bebí, no sé durante cuanto tiempo, no sé quién me llevó a casa. pero cuando desperté tú también te habías ido.

alguna vez nos encontramos en los bares de siempre, recordamos viejos tiempos, ascendiste en la empresa, compartimos mesa de trabajo, volvieron a ascenderte... y yo... yo aún la recordaba. aún creía que volvería a verla, que llegaría el día en que una silueta conocida se recortara en la oscuridad de un antro cualquiera y fuera ella. yo aún soñaba con despertarme a su lado y mientras, las mujeres pasaban por tus brazos como si no fueran nada.

pero en fin... no siempre ibas a ser el más afortunado de los dos. un día ocurrió. volví a verla en el mismo bar que la primera vez. ella bebía de una botella de whisky barato y como la primera vez, volví a sentarme a su lado sin preguntar y me serví una copa. también como aquella vez, volvimos a mi apartamento. pero el final fue distinto... ella durmió conmigo. esta noche también ha dormido junto a mí.

7.9.08

el comienzo

él había acabado con mi paciencia hacía ya mucho tiempo. no había podido despegármelo del trasero en toda mi vida. habíamos ido juntos a clase desde que teníamos memoria: me había perseguido por los pasillos del colegio, se había paseado por mis horarios del instituto, se había matriculado en todas mis asignaturas de la facultad y en fin... no me extrañó que un buen día lo viera aparecer en mi despacho.

- jefe, alguien me ha dicho que ibas a darme algo para hacer en esta maravillosa tarde de diciembre.
- ¿pero tú... otra vez? ¿se puede saber qué haces aquí?
- cualquiera diría que no te alegras de verme...
- no es eso, hombre, es que no te esperaba por estos lares. ¿por qué no me has llamado antes?
- es que todo ha sido un poco rápido... por eso quería pedirte un favor... ¿podría quedarme en tu casa un par de semanas?
- eh... bueno...

y no es que no quisiera, no es que me fastidiara verle allí... pero es que en todos esos años habíamos fraguado una extraña amistad. él había conseguido terminar con mis ilusiones cada vez que se lo había propuesto. él siempre llegaba primero. y si alguna vez había llegado tarde, siempre había conseguido colocarse en la pole. algo así fue lo que ocurrió.

ella había aparecido una noche cualquiera en un bar perdido, en la calle más oscura de hortaleza. la encontré sola en una mesa, dispuesta a emborracharse con una botella de whisky barato que no pretendía compartir. yo me acerqué a ella y sin decir nada, me senté a su lado. me serví una copa y le pregunté cómo había sido su vida hasta entonces.

- dudo que quieras saberlo -dijo ella.
- no tengo nada mejor que hacer en todo lo que queda de semana -respondí yo.
- tampoco nada ha hecho mi vida especial, ¿sabes? por eso estoy aquí, como todos, supongo. mi trabajo es una mierda, acaban de largarme del piso y creo que voy a tomarme unas vacaciones en casa de mis padres.

después de aquello nos emborrachamos y ella pasó unos días en mi apartamento. luego se marchó y sólo volvió la noche anterior a que se conocieran. yo los uní y ellos se separaron. yo los uní y ellos... y él la dejó marchar.

4.9.08

la azotea

recién levantada y con los pies fríos aún, somnolienta, preciosa, sonriente, altanera, hambrienta, distraida, acelerada... así es como tú la conociste aquella mañana de enero. ¿lo recuerdas? ella acababa de volver de las vacaciones y tú aún dormías la mona de la noche anterior. fue en mi apartamento, cuando aún vivía en la zona alta de madrid, desde donde podía verse gran parte de la ciudad. a los dos os gustaba mirarla desde la azotea. allí os conocisteis.

yo no sé por dónde andaba, seguro que ya estaba trabajando. o quizá haciéndoos el desayuno. lo único que recuerdo es aquello que me contasteis, aquella conversación tan subrealista, como sacada de una de esas pelis antiguas que no tienen nada que decir pero en las que nadie deja de hablar. ¿no lo recuerdas?

- buenos días -dijiste entre bostezos.
- hola -dijo ella algo extrañada... después de haber bostezado también.
- ¿tú quién eres?
- ¿yo? ¿y tú?
- ¿yo? yo soy... ¿y qué haces aquí?
- pues yo... ¿y tú? ¿eres amigo de...?
- claro, me quedo unos días en su casa. ¿y tú? ¿tú también eres amiga de...?
- sí, también yo me quedo algunos días.
- vaya, parece que ha montado una casa de hospedaje sin avisarnos...

ahora sí que recuerdas como seguía, ¿verdad? hace tanto tiempo que casi he olvidado lo heladas que siempre tenía las manos pero aún la recuerdo justo antes de coger aquel tren. y recuerdo que te miraba al centro de los ojos, como si en aquel momento hubiera podido hacer cualquier cosa por ti, como si de habérselo pedido se hubiera quedado contigo... y conmigo. tendrías que haberlo hecho.

¿sabes? yo también la quería.
 
Copyright 2010