28.4.08

...y cien

hoy me he escapado de clase y he vuelto a madrid a hacer algunos encargos. he bajado del tren en atocha y he visto un montón de palabras pegadas en una pared. eran los últimos retazos del día del libro. he subido a la superficie y la ciudad me acogía como siempre, algo distante al principio, mucho más cálida después. subí la calle atocha andando y me adentré en el barrio de las letras, paseé por sus callejones como ya hicimos hace algunos días y anduve hasta sol, el final de mi trayecto de ida.

madrid siempre me sorprende. quizá no sepa decir a qué huele la ciudad, y tampoco a qué sabe, pero deja en mí una sensación de otro siglo, como si adentrarse por sus callejuelas siempre significara viajar en el tiempo y verlo todo en sepia, como si en cualquier momento fuera a salir de una de esas casas aseguradas de incendios un hombre menudo de pelo largo, gafas redondas y traje ancho camino del café donde oír las últimas noticias y discutir sobre política republicana.

de vuelta he ido a la plaza mayor, preciosa como siempre, y desde allí a la cava baja con sus restaurantes resacosos de otra noche de tapas y ruido, la puerta de toledo (nueva para mí) y, a lo lejos, atocha de nuevo. un camino mucho más largo del que yo pretendía. sí, me he perdido un poco. sin embargo no me arrepiento. ¿sabes? hace tiempo que me pregunto cuál es el fin de este blog. y desde hace tiempo siempre me respondo saliendo a la calle e imaginando historias que jamás han pasado por mi cabeza. pequeños detalles, pequeñas vivencias que a veces recojo en este cuaderno azul.

esta es mi entrada número 100. por eso te agradezco que sigas viniendo aquí después de estos meses. gracias por tu tiempo, por tu forma distinta de mirar las cosas, por halagarme con tus comentarios, por hablarme de ti y hacerme saber que no estoy solo y que la vida es algo más que aquello que vemos. gracias por preocuparte por los demás y recordarme que en cada lugar hay una pequeña historia digna de ser contada, que cada mirada esconde un testimonio que quiere ser narrado.

gracias por venir a visitarme. antes de irte sólo voy a pedirte una cosa: vuelve y háblame. sin ti no sería lo mismo.

24.4.08

buen día

bajaba las escaleras de su duplex sin saber cómo. deslizaba sus pies casi sin tocar el suelo, saltando de escalón en escalón, agarrando la baranda casi sin hacerlo y mientras, no podía dejar de cantar. cada mañana era igual. cada mañana despertaba eufórica, sin miedos, sin tristezas. cada mañana se decía: "hoy será un buen día".

y se preparaba el desayuno mientras escuchaba un poco de música en su emisora favorita. siempre se vestía mientras las señales horarias pitaban en la radio y justo a las ocho y veinte corría hacia la puerta más contenta que unas pascuas. cada mañana se entusiasmaba con un nuevo día de sol o de lluvia, con la sensación de que 24 horas iban a ser pocas. salía de casa y casi siempre bajaba los tres pisos por las amplias escaleras de su edificio recién reformado.

saludaba al portero, tan simpática como siempre y daba las gracias por un nuevo día en la ciudad. ¿a quién? no lo sé, quizá a la providencia divina, a los astros que se habían conjurado para hacer un mundo tan fantástico como el que tenemos... quizá a sus padres por haberla hecho tan feliz. y caminaba a paso ligero hacia la estación de metro.

pero siempre andaba más despacio a medida que se alejaba de casa. parecía como si el monótono pitido de los coches en el pesado tráfico de la mañana mermaran un poco sus fuerzas. aunque ella siempre pensaba que no pasaba nada, que aún el día era largo y prometedor. y siempre volvía a alegrarse al entrar en la boca de metro. y siempre volvía a pensar que la vida era un poco más triste entre la muchedumbre que abarrotaba el vagón. caras, sólo caras. sin vivencias, sin recuerdos. ella no era nadie para los demás, y los demás apenas eran alguien para ella.

media hora más tarde salía del vagón esperando ver de nuevo la dulce luz del sol. y casi siempre, cuando emergía del subsuelo de la ciudad, el cielo ya no era azul y sí un poco más gris. pero ella pensaba que aún había día, que había que hacer muchas cosas, que 24 horas iban a ser pocas. y sin embargo, la larga jornada de trabajo volvía de hacerla descender a algún lugar cercano a la desesperanza. los compañeros no hablaban, las comidas se hacían aburridas y las horas eternas.

de vuelta a casa ella no podía más. las caras del metro ya no eran caras, sino borrones sin nombre ni alma. el camino hasta casa se volvía incierto y desangelado, el tráfico apenas la molestaba si no fuera porque se sentía perdida entre tanto metal, entre tanto chirrido infernal y el dolor de estar allí. saludaba al portero sin ganas, subía las escaleras en el ascensor y se tumbaba en el sofá sin apetito.

mientras iba a la cama se decía: "mañana será un buen día". quizá sí lo fuera.

23.4.08

niños

los niños pasaron aquella noche intranquilos, no dejaban de despetarse, de dar vueltas en la cama, se levantaban una y otra vez para comprobar que todo estaba bien. se decían cosas al oído en medio de aquella oscuridad extraña. de vez en cuando temblaban de emoción y no podían evitar reír si algún buen presagio les pasaba por la cabeza. ansiaban que amaneciera un día más, un año más.

la más pequeña de los dos fue hasta la ventana, la abrió y una brisa fresca y hechicera la llenó por dentro. miró a las estrellas, cerró los ojos y pidió un deseo. pidió lo que había estado esperando desde hacía tantos días, desde que lo vio en una pequeña tienda de antigüedades. y lo pidió con tantas fuerzas que cuando abrió los ojos creía que lo tenía en sus manos. pero aún era pronto, así que decidió volverse a la cama. quizá pudiera dormir un poco más.

casi sin querer las horas fueron pasando y el alba empezaba a despuntar más allá de las montañas.

- ¡despierta, despierta! -le dijo a su hermano mayor.
- ¿ya?
- sí, corre, que que ya han llegado.
- ¿tú crees?
- estoy casi segura, he oído pasos y cosas extrañas.

los dos se levantaron un poco asustados. quizá estuvieran allí aún. recorrieron el pasillo agarrados de la mano, despacio, atentos a cada movimiento, a cada pequeño ruido. y antes de entrar al salón se miraron cómplices pensando en sus deseos, en si se habrían cumplido. se sonrieron, abrieron las puertas y... allí estaban. millones de pequeños paquetes regaban la habitación entre serpentinas de colores y gritos de júbilo.

- ¡papá, mamá, han venido!
- sí, venga, ¡despertad! ¡que ya han estado aquí!

los niños no pudieron evitarlo y empezaron a abrir sus regalos. libros, libros y más libros. de detectives, de amor, de miedo, de fantasía... y allí, justo encima de la radio vieja había un paquete envuelto en papel amarillo y azul que llamaba la atención de la pequeña. fue a abrirlo despacio, como si no hubiera otra cosa en el mundo, con mucho cariño, como si tuviera en sus manos el mayor tesoro que jamás viera barba negra, sabía que su sueño se había cumplido. una de las ediciones originales de el principito, de antoine de saint-exupéry. tan bonito, tan brillante y tan viejo, tan dulce era su mirada.

feliz día del libro a todos.

20.4.08

esperar o no

hoy algo se mueve dentro de mí. y no son las naúseas de otro viaje al centro de la tierra, no, tampoco es el tedio de un nuevo día de trabajo. es algo distinto, algo extraño, algo que pocas veces he sentido. ni siquiera sabría explicarlo. sí, sí sabría. es esa sensación de adiós, de despedida que te invade después de haber marchado.

hace semanas que me he ido. pero el teléfono no deja de sonar. y yo nunca quiero cogerlo. jamás me he atrevido a enfrentarme a lo que he hecho. no creo que ella quiera oír mis explicaciones. aunque llame para saberlas. tengo la sensación de que no serán motivos suficientes para ella. sé que pensará que podríamos arreglarlo. pero no es así. y no quiero volver a hablar de ello, nunca volveré a verla. ni siquiera iré a la cita pactada, ni siquiera volveré a aquella plaza en la que la esperé durante tantos días con un ramo de flores en las manos y aquel mimo idiota que no dejaba de mirarme.

esa sensación de despedida invade mi cuerpo. lo hace suyo y se olvida de mí, de lo que yo pienso, de las historias que me ha contado, de las que cada día inventaba. "me iré lejos y olvidaré escribirle", pensé. y ahora quiero volver y no quiero. quiero hablarle y no quiero. quiero sentir y no siento. no quiero sentir y siento. triste orgullo que me hace viajar para no verla, porque no podía esperar más, porque ya estaba bien de aguantar. triste orgullo que hace que me aleje de ella. que cada vez me hace más pequeño.

pero no quiero ser más orgulloso. quiero esperarla a la salida del trabajo y abrazarla como otras veces, quiero volver a la plaza del mimo extraño y esperar a que llegue y regalarle flores y caminar hasta el café parisino. quiero llegar a casa y esperar a que despierte para besarla. quiero... no, no quiero esperar más. no voy a volver. no merezco esta espera que se hace eterna, cada día un poco más. no quiero volver. jamás volveré.

19.4.08

viento

viento que sopla y se lo lleva todo. viento que arremolina estrellas y las lanza de nuevo. que susurra palabras al oído y luego las esconde. que barre recuerdos de un viejo hombre sin memoria. viento que sopla y todo se lo lleva.

madrid parece zarandearse como una flor cualquiera. las vidas se aplazan como cuando en cádiz sopla el levante y la gente lo nota y todo se vuelve medio loco. viento que hoy abraza las farolas y los coches aparcados, ese que vuelve los paraguas y que parece romperlo todo.

viento que no amansa las fieras, que suspende de un hilo la ropa mal tendida, que agita la cebada donde aún nada ha nacido. ese viento que corre raudo por los bulevares de las grandes ciudades, que transita escondido por las calles estrechas de olvera. viento que te persigue y no te alcanza, ese que habita cerca del olvido. ese que a veces trae los recuerdos de otros, los que arrebató a ellos.

viento que hace que todo cambie, que todo se vuelva distinto. hoy vuelvo aquí.

17.4.08

cada tarde


cada tarde frente al espejo, ella pintaba sus labios de un rojo profundo, tan oscuro que casi parecía marrón. siempre lo hacía igual. nunca pintaba sus ojos, quizá una tímida línea si se sentía contenta, puede que algo de rimmel si aquella noche iba a ser especial, pero jamás utilizaba sombras. algo de colorete para disimular su piel blanquecina por meses de negrura y soledad.

cada tarde frente al espejo elegía algún bonito conjunto de lencería. casi siempre rojo, negro, a veces azul brillante. después recorría sus piernas suavemente con el débil tacto de unas medias nuevas y elegía la ropa con la que saldría a pasear. era más bien discreta aunque siempre le gustaba enseñar su "mercancía", como las llamaba. cada tarde frente al espejo volvía a pintarse los ojos después de que la misma sensación de impotencia los llenara de lágrimas.

cada tarde se repetía una y otra vez frente al espejo que aquello sería provisional, que no duraría para siempre y pensaba en aquel bebé que había dejado lejos, en su madre que nada sabía, en sus hermanas que jamás verían bien un trabajo así. cada tarde ella bajaba las escaleras de su minúscula habitación en chamberí y caminaba hasta el bar en el que algún hombre feo y sucio querría pagar para acostarse con ella.

y, ¿sabes? ella estaba enamorada. había cambiado de país, había tenido que abandonarlo todo, también a él, había tenido que recorrer miles de kilómetros y pagar miles de dólares para acabar así. pero ella era fuerte, aunque a veces no lo creyera. y cuando ya no podía echar más de menos a su amor, cuando parecía que todo iba a venirse abajo, la cara del borracho de aquella noche, su voz, su asquerosa piel, se tornaban en las de él. ella volvía con su mente a la playa en la que se encontraban a escondidas y allí morían exhaustos los dos. así era como lo soportaba. esa era su vida.

15.4.08

pensar en ti

ya he hablado aquí de mi cuaderno de historias. es un cuaderno pequeño que siempre llevo conmigo, un cuaderno que habla de mí y de otros, de sensaciones, de momentos, de verdades y mentiras, del tiempo, de viajes y sueños. palabras.

empezó siendo algo muy íntimo, un lugar donde apuntar ideas que constantemente se alborotaban en mi cabeza sin tener un sitio donde ser recogidas. empezó siendo un amigo de la infancia con el que siempre podría contar. mi memoria de papel, como una guía de vivencias, de experiencias. y sin dejar de serlo, alguna vez he tenido la necesidad de escribir aquí algunas de esas reflexiones. hoy es uno de esos días.

y pensar en ti con los ojos cerrados,
acuchillando la almohada
con gritos callados si no estás,
si tu cuerpo se aleja y el viento sopla,
si cada vez que lo intento
no te alcanzo,
si te pierdo en el huracán tremendo
en que mi pecho estalla.

si no estuvieras algún día,
la vida, el tiempo, la luz,
la noche y las estrellas,
todo cesaría, desparecería.
todo acabaría.

pero el mar está en calma hoy
y tú has venido a recoger
las hojas caídas de este árbol
triste y sereno del que soy dueño.

el viento no sopla y te alcanzo
y no hay huracán ni te pierdo,
y el murmullo desaparece
y sólo estamos tú y yo.
nadie más.

hoy pienso en ti
con los ojos cerrados
mientras agarro tu mano
bajo las sábanas.

14.4.08

ya lo sabes

él conducía tranquilo camino del restaurante, mientras el tráfico de madrid se empeñaba en hacerles parar una y otra vez. ella, que estaba sentada a su lado, no dejaba de escudriñarse a través del pequeño espejo mientras retocaba su maquillaje.

- esta va a ser una noche dura.
- ¿por qué lo dices?
- no lo sé, estos dos no dejan de pelearse últimamente.
- el otro día ella me dijo que estaba pensando en pedirle el divorcio.
- él me contó lo mismo.
- quizá sea lo mejor.
- quizá lo mejor habría sido que nunca se hubieran casado.

ambos callaron. pensaron en esas últimas palabras. y pensaron en ellas porque ambos sabían lo que se escondía detrás. sin embargo, no sabían lo que cada uno guardaba para sí.

- nosotros estamos bien, ¿verdad?
- pero que cosas tienes... pues claro.
- ya... qué tonterías digo. es que no quiero que nada nos separe.
- yo tampoco, ya lo sabes.

"ya lo sabes". lo único que ella sabía era que se acostaba con el marido de su mejor amiga desde hacía años. lo único que él sabía era que se acostaba con la mujer de su mejor amigo desde hacía siglos. lo único que ambos sabían es que no podían dejar de quererse.

- hoy estás preciosa.

y ella se ruborizó, le miró con ojos de enamorada y le besó en la mejilla. ya habían llegado.

10.4.08

tiempo

y sin embargo el tiempo no se detiene y todo sigue pasando y mientras esperas en la primera esquina a que las horas, los días, te alcancen, mientras, impaciente, suspiras por esos dulces momentos que tardan en llegar, mientras tanto, todo ha sucedido y apenas lo has notado. un leve roce, un pequeño cosquilleo, sólo una brisa de ese inmenso huracán, como una caricia de pluma, como un susurro que sólo intuyes, como el silbido de un tren que ya se aleja.

el tiempo no perdona, hace que esperes y que inmediatamente después, ya anheles. quizá por eso lo cure todo. no lo sé. pero a veces me sorprende su benevolencia cruel. su crueldad benevolente.

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para aquellos que no pudísteis ver el video de ayer, aquí tenéis la dirección. http://www.youtube.com/watch?v=_Si7MsjY-ok

9.4.08

:)

hoy sólo quiero que veáis algo, porque aún hay quien opina que la publicidad sólo intenta convencernos para comprar. hay otro tipo de publicidad, la social, que ahonda en nosotros y hace florecer sensaciones, ideas, que a veces nos cuesta mostrar a los demás.

disfrutad.

7.4.08

la plaza

en aquella época yo pasaba mucho tiempo allí. eran los tiempos en que trabajaba subido a una pequeña tarima. por aquel entonces pintaba de blanco mi cara, de negro mis ojos y ponía una gran pelota roja alrededor de mi nariz. casi siempre vestía con una camiseta a rayas azul marino, unos tirantes de colorines y unos pantalones bombachos que me quedaban enormes. en los pies unos grandes zapatones que sobresalían casi un palmo de la peana y en la cabeza un bonito gorro francés que una amiga me trajo de un viaje a la costa azul.

trabajaba de mimo en una plaza céntrica de la ciudad. y para cuando aquel hombre apareció con un ramo de flores yo ya había desarrollado tal capacidad de abstraerme ante lo que me rodeaba que a veces me sorprendía a mí mismo. sin embargo, lo que durante aquellos meses presencié justo delante de mis quietas manos y mi impasible mirada, jamás podré olvidarlo.

un día de primavera un hombre, como otro cualquiera, cuarentón, en buena forma pero de ojos tristes se sentó en un banco frente a mí. nada en él era especial. pasó allí toda la tarde impaciente, contando y recontando los pétalos de las flores que llevaba y que nadie recibió. al anochecer, aquel hombre, cansado ya de esperar, se levantó y caminó despacio hasta desaparecer de mi vista.

pero a la tarde siguiente volvió. con su mismo ramo de flores, algo más marchito, un poco más feo, el hombre más arrugado. y esperó y esperó y nadie vino a verle. nadie le dio dos besos. nadie se disculpó. así que se fue. y al día siguiente volvió al mismo banco. con un nuevo ramo de flores, más bonito, él más contento, más sonriente. pero la noche volvió a convertirse en la antipática de otras veces y él terminó yéndose a casa, o quién sabe, a emborracharse a cualquier bar.

y todas las tardes el hombre se sentaba allí, solo, desamparado, cada día más triste, a veces más contento, a veces más perdido. sin saber ya qué hacer. y pasaron los meses y el verano empezó a golpear fuerte y yo me cansé de sudar cada tarde en aquel lugar sin sombra y cambié de plaza, cambié de ciudad y de país. nunca volví a saber nada de él. ojalá ella viniera a verle. ojalá él dejara de esperarla algún día.

3.4.08

rojo

andaba por el bosque bajo aquel cielo estrellado. era un azul distinto al de otras noches. entre las espesas ramas de los árboles podía distinguirse una luna triste, apagada, que guiaba sus pasos por aquellos montes que ya sabía de memoria.

marchaba tranquilo. ya no había nada que temer, nada que ocultar, era más libre de lo que lo había sido en muchos años. andaba con un paso sosegado, reparando en cada brillo de las gotas de rocío, en cada sonido de una rama que se rompía bajo sus pies. estaba tranquilo. el silencio de la noche era casi absoluto. sólo algún susurro, algún sollozo hablaba de otras personas a su lado. otros igual que él. con historias tan parecidas a la suya.

pocas veces había ido al cine en toda su vida. y sin embargo, en aquel momento su familia, sus amigos, sus vivencias, lo que él era, lo que había sido y lo que nunca sería pasaba ante sus ojos como si fueran fotogramas en blanco y negro. esta vez no era humphrey bogart el protagonista, tampoco era chaplin, era él.

y creo que estaba orgulloso, si tú mismo le hubieras mirado en aquel instante lo habrías adivinado. estaba orgulloso de todo lo que había hecho, de todas sus decisiones, de todos sus amigos, de sus conversaciones en medio de la noche cuando hacía la guardia con cualquier jovenzuelo ilusionado, de los cuentos que inventaba para poder contárselos a sus hijos algún día, de las cartas que escribió a su novia y que quizá nunca leyó. estaba orgulloso de ser quién era, de haber elegido ser así.

en algún momento alguien mandó parar y gritó "¡aquí!". aquellos hombres que ya sabían lo que tenían que hacer se unieron en un pequeño grupo frente al batallón. lo siguiente que se oyó fue "¡fuego!". el mundo se tiñó de rojo en un suspiro. el rojo de la sangre, pero también de la pasión. el rojo del bando vencido.

1.4.08

palomas

últimamente paso más tiempo del que me gustaría encerrado en un autobús. el fin es perfecto, el medio cada vez lo soporto menos. pero ya tengo experiencia y en esos largos trayectos puedo pensar en cientos de cosas distintas, puedo imaginar mundos mejores, historias que se construyen en mi mente y que luego transcribo aquí con mejor o peor fortuna. hoy, sin embargo, he vuelto a escuchar algunas canciones de quique gonzález.

el calor que empieza a resecar aún más las cosechas, los días que de repente se han vuelto más largos, algunos ratos que me acercaban a otros mucho más antaños... me han recordado hoy a él. y él me ha recordado todo esto.

tú solías dibujar mansiones
sobre la colina en la autopista.
yo quería hacer volar aviones
en la fiesta de final de curso.

después de starky y hutch,
en la ferretería, de la parte de atrás,
hasta subir arriba...

era cada día así.
luego nos colábamos
en la piscina,
de los últimos veranos,
a robar helados
y ponernos hasta reventar.

cada día puede ser un gran día,
pero hay días,
más grandes todavía.
yo quería regalarte flores
que robaba por la noche en tu avenida.

después de apedrear,
palomas en la quinta,
había que saltar,
hasta subir arriba...

era cada día así.
luego nos colábamos
en la piscina,
de los últimos veranos,
a robar helados
y veíamos parejas follar...

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quique gonzález. palomas en la quinta, de su disco kamikazes enamorados.
 
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