25.4.11

iguales

a veces pienso que no hay un trabajo más aburrido que el tuyo. buscar inofensivas palabras en el diccionario para intercambiarlas, para decidir cuáles se parecen, cuáles tienen un matiz distinto, cuáles uno similar. rebuscar entre los miles de enunciados perdidos entre páginas y páginas para encontrar, al final, una que sea la más adecuada en esta ocasión, la más perfecta, la más pintada... el sinónimo.

y otras veces, las menos, creo que no es tan malo dedicar tu vida a los significados. ya ves, quizá no haya nadie que sepa expresarse con más exactitud que tú. nadie que limpie, que fije o que dé más esplendor a la lengua española. no sé si me entiendes... en una guerra de palabras por decir tú serías el ganador. y también si jugamos a las sílabas encadenadas o al scrabble. ganarás a todos los juegos de sábados por la tarde cerca del fuego. y eso tiene que ser divertido.

pero más allá de todo esto, de qué te sirve pasar horas delante de miles de páginas escritas. una palabra en negrita. un par de abreviaturas en cursiva y luego una gran parrafada en regular. de qué te sirve tener una base de datos tan inmensa que tus búsquedas necesitan el algoritmo googleliano. jamás entenderé que pases la vida buscando palabras que se parecen a palabras. que quieren decir lo mismo. y no lo contrario. los antónimos nunca te dieron tanto gusto como los sinónimos.

jamás lo entenderé. ni falta que hace. busca, busca, quizá acabes algún día. te esperamos en el bar de abajo.

13.4.11

quiero

un avión. siempre he soñado con volar. me encantaría flotar desde aquí y convertirme en uno de los doscientos pasajeros de ese aparato. las camareras sirviendo la cena: un panecillo, algo de sopa, un bistec recalentado y uno de esos bizcochos que da igual cómo te los comas, siempre están igual de asquerosos. volar, salir disparado de este coche anclado. dejar de mirar este paisaje somnoliento de luces parpadeantes y días acabados... suena el viento. las ramas de los árboles se agitan y un pajarillo se posa distraído en el capó de mi coche. todos deberíamos tener alas para escapar. no sé, quizá algunas vidas extra, como los gatos o como super mario. quiero irme de aquí. quiero arrancar este trasto y no volver la vista atrás. quiero alejarme de ti y de estas dos semanas compartidas. de tu colonia de fresa. de tus faldas de monja. de tus miradas miedosas. quiero rodar montaña abajo, huir de este rincón. quiero tener valor.

y entonces un beso. sus labios mojados sobre los míos. su corazón saltando en el pecho. sus manos caliente en mi cuello. su entrada de cine en el bolsillo y una película a medio terminar en este aparcamiento de hierro.

5.4.11

mañanas

caminas deprisa por las aceras de la ciudad entre somnoliento y alerta. nunca hay tiempo que perder, por eso un minuto es mucho más importante a estas horas de la mañana que en cualquier otro momento del día. otros cuerpos caminan a tu lado, todos parecen llevados por la misma desidia, por las mismas pocas ganas de empezar de nuevo una y otra vez hasta el próximo fin de semana.

lo más sorprendente de todo es que esos cuerpos tienen caras y que tú no eres capaz de recordar ninguna. cada día el mismo camino, cada día las mismas maniobras, los mismos trucos, las mismas tomas de posiciones. cada mañana saltas el mismo escalón medio roto, rodeas el mismo naranjo, que sigue siendo el mismo aunque a veces cambie un poco, siempre pasas por delante de la misma persiana a medio subir y oyes la misma emisora de radio que se cuela por una ventana. cada día es igual, pero distinto. y sin embargo, las sensaciones nunca cambian.

y todo es siempre de la misma manera hasta que un día no lo es. y de repente ves una cara conocida en el metro. quizá sólo sea eso, una cara conocida. quizá no sepas cómo se llama su dueño pero hay un vínculo, un lugar y momento compartidos. le miras y notas que él te mira, que también te conoce, que hay un pasado común no se sabe dónde, no se sabe cuándo. pero que existe, que está ahí aunque a veces lo eches de menos.

entonces notas un pequeño hilo de esperanza, un no todo está perdido en esta ciudad atestada y ruidosa. y es en ese momento cuando te reconcilias con el mundo o al menos con tu propio mundo, el que te acoge cada mañana mientras vas al trabajo o caminas de vuelta a la facultad. y piensas que, en fin, todos somos alguien. todos tenemos una vida más allá del metro. lejos de los trenes.
 
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