29.6.09

lunes

los lunes siempre pasaba a recogerla a eso de las cuatro. él conducía alrededor de su manzana durante algo más de veinte minutos, nunca quería llegar tarde, así que siempre llegaba demasiado pronto...

ella siempre se hacía esperar un poco. un par de minutos. los suficientes para que él desconfiara y temiera no verla aquel día. pero no lo hacía queriendo. siempre se entretenía más tiempo del adecuado delante del espejo. rizando y desrizando los mechones de pelo negro como esas largas noches de invierno.

los lunes cuando se acercaba la hora, él siempre empezaba a sudar. la respiración se entrecortaba, la palanca de cambios cada vez estaba más lejos y la vista parecía nublarse con cada segundo que pasaba. los lunes siempre hacía más calor dentro del coche. él siempre creía oler mal, tener mal aliento, la camisa mal planchada, los pantalones sucios... o vete tú a saber qué.

ella siempre pensaba que aquel día no estaría esperándola, como siempre. siempre tenía la impresión de que no iba a volver... cada lunes, en la despedida, pensaba que algo había ido mal, que había errado en algún paso... de camino al cine, durante la película, en el restaurante, durante la escasa media hora que pasaban en el solar de la calle ancha haciendo tambalear la maltrecha carrocería del coche o en fin... de vuelta a casa. ella siempre pensaba que no volvería.

los lunes nunca se llamaban para quedar. siempre sabían que habían quedado. siempre estaban dispuestos, esperanzados... de ahí tanta incertidumbre. de ahí que nunca llegaran a más, después de todo. que aquella historia fuera sólo una historia de lunes. de lunes y suspiros... aunque lo realmente curioso es que todo acabara un domingo. el domingo en que pensaron que lo mejor sería empezar a verse más a menudo... por ejemplo, cada día.

16.6.09

conversación

- hola, soy yo.
- hola, tú.
- ¿qué tal?
- no sé... supongo que mejor que la última vez.
- ¿has comido algo?
- qué va... no puedo...
- yo he ido al restaurante de siempre... no ha cambiado nada. ni siquiera el menú de los martes.
- uf... quizá tendríamos que haberlo pensado mejor.
- ya... tienes razón. pero bueno, ánimate, ¿no?
- no merece la pena. animarse primero para desanimarse después... es trabajo tonto.
- venga, hombre... que no es para tanto.
- eso lo dirás tú...
- y tú también tendrías que decirlo. en realidad, todos lo dicen.
- ya... todos... ¿quiénes son todos?
- pues todos... ellos... ¿quiénes van a ser?
- pues otros... yo que sé.

ininteligle conversación de bobos ¿verdad? pero tras esta máscara se esconde un objeto verdaderamente trascendental... (creo)

- ¿qué otros? si sólo están ellos...
- es verdad. ya ni siquiera me quedan los otros...
- qué tarde es ya.
- ¿tú también te vas?
- no, sólo he dicho que es tarde...
- ¿y qué quieres decir con eso?
- pues nada... que es tarde... que casi llega la noche... que te toca comer algo... que dentro de un rato me voy a la cama... pues eso, que es tarde...
- vaya, como te has puesto, ¿no?
- ¿yo? qué va... eres tú que preguntas mucho...
- yo no pregunto... es que me aburro...
- pero ¿por qué?

parece que aquí viene la cuestión central del asunto... a ver cómo lo resolvemos.

- ¿por qué? parece que ahora el que preguntas eres tú...
- yo no pregunto... es que me preocupo...
- pues no te preocupes tanto.
- pues no me preocupo tanto...
- pues eso...
- pues vale...
- pues voy a comer...
- pues voy a dormir...
- pues bueno...
- pues adiós...
- pues buenas noc...

y la línea se cortó.

- ¿hola? ¿estás ahí? ¿...tú...?

y nadie contestó. en fin... nos quedamos sin saber qué le pasaba... quizá es que siempre le cuelgan el teléfono.

10.6.09

noche de concierto

anoche ella me llevó a un concierto.

pocas veces en la vida tienes esa sensación de ingravidez, esa fuerza en el estómago que te ayuda a levitar... a volar sobre todos los demás y a ver las cosas desde otro punto de vista.

en pocos momentos te atreves a estar quieto y mirar alrededor sabiendo que nada importa tanto como para no disfrutar de este aquí y este ahora. porque al fin y al cabo es lo que tenemos, y no creo que podamos pedir más.

no existen tantas noches como la de ayer... noches de carretera y prisas, de gente, de música, de jazz, de vetusta morla, de ella... de sueños, de sueño... ojalá todo siguiera igual, por el mismo camino. tranquilo. ojalá el mundo fuera justo, al menos esta vez.

esta fue la canción de despedida... disfrutad de ella.


pintar otra vez esta habitación
no me convence para nada este color.
votar si el botón
es una buena opción.
votar si hoy hacemos el amor.

cuadrar el círculo de esta obsesión oh no...
asumir que rendirse no es una opción no no...
saber que no os puedo aniquilar.
no es suficiente para firmar...

la paz, bolivia, quito es ecuador,
lima estí en perú,
buenos aires, argentina, no llores por mi más.

cayó el puente que nos vio nacer heheheee

el estribillo hoy no se quedará a comer eh...
saber que no os puedo colonizar.
no es suficiente para firmar...

la paz, bolivia, quito es ecuador,
lima está en perú,
buenos aires, argentina, no llores por mi más...

la paz, bolivia, quito, quito es ecuador, lima está en perú.
buenos aires, argentina, no llores por mí más...

argentina, no llores por mí más.

3.6.09

pantalón verde, chaqueta gris (capítulo 3)

craso error. el tipo era negro, ¿lo he dicho? bueno he mencionado su oscura tez. suficiente, al fin. aunque tampoco tiene tanta importancia, era sólo un apunte. el caso es que el tipo no dejaba de balancearse, adelante y atrás, adelante y atrás... cual péndulo basculante. parecía algo nervioso, ¿llegaría tarde y ya no era bien recibido en aquel lugar? quizá pensara volver a casa... y ¿qué me dices de ese puñetero libro al que no prestó atención ninguna en todo el tiempo?

a vueltas con estas intrigantes cuestiones... aquel tipo seguía con lo suyo. con una diferencia. ahora tocaba el marco de la puerta, bordeándolo con sus torpes dedos... rozándolo como si buscara algo, como si hubiera un botón que abriera la puerta o, para qué engañarnos, algo más común... una simple llave. da igual, aquella puerta no se abrió. de repente abandonó su pose de pies estáticos y tronco móvil y la cambió por una totalmente inversa. empezó a caminar alrededor del edificio. mirando a través de las ventanas. aunque extrañamente, apenas movía cualquier otra parte del cuerpo por encima de la cintura.

aquella se estaba convirtiendo en una estampa demasiado tétrica para las tempranas horas en las que nos encontrábamos. demasiado, sí. entonces... ocurrió lo que ambos llevábamos esperando un buen rato. alguien detrás de la puerta hizo un ruido, sonaron varios pestillos descorriéndose, una llave desencajando candados y un gran chirrido que dejó aún más muda la muda plaza en la que nos encontrábamos.

una persona blancuzca, casi transparente y tan delgada como cualquier grieta en aquella vetusta pared apareció en el hueco de la puerta y profirió un sonido parecido a una voz susurrante... no oí muy bien aquello que dijo, pero a tenor de lo que ocurrió después, le invitó a pasar y muy probablemente, también se disculpó por haberse hecho esperar. esto último es mera suposición... pero no habría estado de más.

aproveché aquel instante de pequeño ajetreo para acercarme sigiloso, pero tan rápido como pude. tanto, tanto, que apenas llegué a ningún sitio y la puerta ya se había cerrado. así que no me quedó más que observar, atónito, a través de ventanas sucias como lodazales, lo que allí mismo estaba ocurriendo...

al principio no lo entendí demasiado. luego empecé a hacer cálculos centesimales e inventé posibles soluciones a aquel extraño evento.... al final lo supe. al final pude comprender de qué se trataba... en aquel mugriento sótano una panda de raros especímenes humanos se habían dado cita y no parecía que fuera la primera vez. grandes hombretones sin gusto modístico, finas azafatas de conferencia translúcidas como una hoja de papel de fumar, pequeñuelos ancianos con gafas de culo de vaso, mujeres ataviadas con delantales estrambóticos, jóvenes inflados a palomitas de maiz de ojos torcidos, colegialas sonrientes vestidas de uniforme y pelo rojizo que mascaban chicle sin cesar y en el centro de aquel tumulto, un alguien distinto vestido de esmoquin, dirigiendo el cotarro, creí yo.

lo más incierto de todo, o quizá lo único cierto... era que todos miraban la misma portada de libros distintos. todos los habían leído... aquello era un club de lectores. un raro club de lectura... y todos hablaban y hablaban, a veces todos a la vez, a veces de uno en uno... a veces con ellos mismos. estupefacto, extrañado porque en aquel lugar recóndito existía vida, vida inteligente... y asombrosamente yo, que tenía trabajo pendiente en la oficina, no supe más que tocar la vieja puerta de entrada, para pedir por favor, un lugar en tan magnífico sitio.
 
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