26.2.08

comidas freddy

hacía tiempo un café en aquel bar había significado mucho para ella. al volver allí todo había cambiado, aunque el camarero fuera el mismo. quizá no hiciera tanto tiempo, sin embargo, los años se habían alargado, sin poder evitarlo, sin poder hacer nada.

y era aquel mismo bar aunque ya no lo pareciera, aunque ahora se llamara "comidas freddy" y el plato más elaborado que sirvieran fueran las "exquisitas lentejas de la mari". aquel lugar apestaba a grasa quemada desde antes, incluso, de entrar en él. las mesas ni siquiera podían limpiarse del todo, los azulejos de la pared y también los cristales de las ventanas tenían una especie de película grisácea que los empañaba y apenas dejaba lugar al brillo de otros tiempos.

los clientes también habían cambiado. recordaba que siempre había estado lleno de gente joven, ni muy niña ni demasiado madura, ni muy estirada ni demasiado callejera, gente del barrio, del instituto... lugar de encuentro también, con aquellos que ya no iban a clase porque habían empezado una nueva carrera. ahora freddy, que nadie allí sabía quién era, pero que se rumoreaba que había pagado una pasta de la época por comprar el sitio, había conseguido una clientela mal aseada y más bien poco simpática.

sin embargo, ella no pudo dejar de entrar en aquel lugar, hacía siglos que no volvía por el barrio y le apetecía recordar viejos tiempos... aunque un antro así poco se pareciera a lo que ella vivió. al momento unos ojos muy oscuros a través de los cristales sucios le sorprendieron de improviso. ¿era él? una luz distinta en la mirada, como la de entonces, como ésa con la que a veces soñaba, aún... algo más abajo, una expresión de los labios algo más cansados, una mueca que no podía ser de otra persona. su pelo... algo menos espeso, con algunas canas saltarinas... sus andares... sí tenía que ser él.

pasó por delante de la ventana, atravesó todo su campo visual, y le dio tiempo a asegurarse de que casualidades de la vida o vete tú a saber qué, habían hecho que volvieran a encontrarse. pero él no la vio, pasó de largo y ella siguió sentada en aquella silla, como pegada, sin reaccionar, sin moverse, casi sin pensar, porque no pensó en correr fuera y gritar su nombre. porque pensó que era mejor recordarlo así, como lo recordaba.

y él quizá no la recuerde ya, o puede que sí y que justo estuviera pensando en ella al pasar delante del viejo "quédate conmigo". puede que los años pasaran por él, por su vida, pero que sus sentimientos hubieran quedado intactos, no lo sé. ni ella tampoco. y puede que ni siquiera él llegue a saberlo nunca. todo cambió.

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y no sé porque esta historia me ha venido a la cabeza hoy. no he visto a nadie conocido... quizá sea este invierno que no me invita a reencontrarme con el pasado. quizá sea que la primavera se acerca y sólo miro al futuro. gracias por estar, por leer.

22.2.08

amélie


montmartre es un lugar encantador, lleno de luz, de colores, de casas gigantescas y de pequeños rincones que dan la vida a uno de los barrios más especiales de parís. un barrio de calles empinadas y escaleritas que te hacen el viaje más cómodo, de pequeños cafés que brindan un lugar en sus terrazas a esos que quieren leer sentados al sol. es un barrio de gente sencilla y amable...

paseábamos desde sacre coeur en busca y captura del memorable moulin rouge cuando dimos con una pequeña frutería, al lado del passage des abbesses. au marché de la butte, se llamaba. era una de esas fruterías que colocan todos sus productos en la puerta para llamar la atención y que provocan un apetito casi instantáneo en el que por allí anda, como nosotros.

algo parecido debió pasarle a ese muchacho, alto, joven y apuesto. moreno, quizá algo reservado, como la mayoría de los habitantes de esa ciudad, quizá demasiado sencillo para lo que guardaba dentro de sí. estaba parado en uno de los laterales de la frutería, en un gran ventanal por el que no se podía ver el interior, las fotografías de amélie lo impedían...

"es verdad -pensé- esta es la frutería en la que metía la mano en un saco de legumbres". de repente, habíamos entrado en un set de rodaje y todo me recordaba a la película. de hecho, aquel ventanal estaba completamente lleno recortes de periódicos, de revistas, de imágenes de los actores y noticias que habían hecho famoso aquel lugar no muy lejos del moulin de la gallette, y a alí, el gracioso dueño de la tienda, que aparecía triunfal en algunas de ellas.

pero, ¿sabes? aún recuerdo la expresión en la mirada de aquel muchacho. sus ojos estaban fijos en una fotografía y repasaban cada curva, cada marca, cada línea y cada rasgo, cada píxel de una imagen en la que audrey tautou, la actriz que protagoniza la historia, miraba a la cámara de forma simpática. y me pareció que aquel hombre, que ya estaba allí cuando llegamos, no era la primera vez que se quedaba absorto, deleitándose con la fotografía.

después de unos minutos y de guardar en mi cámara algunos recuerdos, seguimos nuestro camino y no pude dejar de pensar en él mientras nos perdíamos en el horizonte de la rue des trois frères. el hombre seguía allí. quién sabe, quizá esperaba que amélie bajara desde su piso, cruzara la calle y se encontrara con él frente a aquel ventanal, quizá esperaba verla algún día... quizá estuviera enamorado de ella. nosotros nos fuimos y él seguía allí. puede que a nuestra vuelta, aún esté mirando aquella fotografía.

20.2.08

tango en un vagón

un vagón de metro en mitad de la noche europea se despereza por las vías en uno de sus últimos viajes del día. alguien toca en el acordeón la melodía de un viejo tango argentino y todo se vuelve distinto. todo se convierte en poesía. supongo que no puede ser de otra forma, será porque ahora estamos predispuestos a ello. esta ciudad nos convierte en artistas por momentos.

la música avanza pausada, serena, de vez en cuando un despunte, de vez en cuando un pequeño parón... y en el asiento de enfrente un señor espera su parada. es ya mayor y sin embargo, hay algo en su mirada, en sus gafas un poco a lo john lennon, un poco a lo urbanita de otras épocas, o quizá en esas pequeñas arrugas que rodean aquellos dos pozos negros por los que veía, no sé, que me inquietaba.

sus pies se balanceaban sin querer al compás de aquella música que ya empezaba a deslizarse más fluidamente, como si al baile le tocara levantar una pierna o girar la cabeza, en uno de esos movimientos tan sensuales... aquel hombre cogió su cartera de piel y sacó un cuaderno, uno parecido a este cuaderno azul en el que ya hacía tiempo que no escribía y apuntó unas pocas líneas, unos pocos versos quizá, alguna tarea pendiente, un recordatorio perdido... y me vi a mí mismo reflejado.

ella me guiñó un ojo y me dijo: "así serás tú con el paso de los años" y yo sonreí mintiendo "qué va... no, no... mira que gafas más feas lleva". y me di cuenta de que nunca dejará de sorprenderme su capacidad infinita para sorprenderme. me di cuenta de lo bien que me conocía, de lo bien que sabía quién era yo y todo, cualquier cosa, cualquier detalle... en el que pensaba. aquel hombre iba a ser yo un año de estos, después de algunas décadas. iba a ser yo con ese aire algo melancólico, ávido por escribir, por leer, por soñar... alguien que no podría formarse lejos de aquel viaje, de aquella ciudad y de aquel país.

mientras tanto, la escena, mis pensamientos, se dejaban envolver por la música, ese tango, que jamás podré olvidar aunque jamás pueda recordar su nombre.

17.2.08

de vuelta

es normal que después de viajar a un lugar tan lleno de viejas láminas pintadas, de retazos de historias mil veces oídas, de pasear por calles cansadas de sentir el paso de los años y de cientos de escritores, poetas, pintores, músicos... es normal, digo, que me sienta invadido por ese halo bohemio que emana de cada rincón de la ciudad.

parís es una ciudad llena de lugares, de esquinas con encanto, de bulevares con sabor a otros tiempos, de gentes distintas, de historias, de cuentos de hadas, de puentes e iglesias, de barrios encantadores, de bistrots, de romanticismo, de olores, de jardines y edificios que apabullan al que mira, de miles y miles de pequeñas vidas que no se pierden nada lejos de allí. el centro del mundo para mí durante una semana.

parís me ha marcado, es la capital de ese movimiento romántico de otro siglo, esa forma de vida cerca del moulin rouge, de personajes que leían el excelsior, de montmartre y el sacro coeur. por allí por donde amèlie paseaba y hacía su vida. en esas calles empinadas que tienen otra forma de mirar a la ciudad. he hecho miles de fotografías, mi mente se ha vaciado y ahora es otra, parís me ha marcado. ahora sé que el mundo que anhelaba se acerca bastante a uno que ya existe.

el montparnasse, el barrio latino, notre dame, los campos elisios, la torre eiffel, el louvre, la concordia, la madeleine, la ópera, la bastilla, el centro pompidou, la defensa allí a lo lejos... parís me encanta. y en lo sucesivo, seguro que retazos de esa ciudad encantadora aparecerán en mis historias. hoy empieza una nueva etapa.

he vuelto. ya estoy contigo. un abrazo

8.2.08

parís


aquellos tres personajes recorrían la avenida, por la noche. iban por el centro, sin importarles si algún coche quería pasar por donde ellos caminaban. los tres llevaban la chaqueta a la espalda, los tres con gafas de sol, los tres con la mano derecha en el bolsillo. acababan de llevar a cabo uno de los mayores desfalcos de la historia. habían despellejado a una de las mayores corporaciones bancarias del mundo y todo en el silencio de una noche apacible, fresca... una de esas noches de primavera que huelen a flores y que tanto les gusta a los parisinos.

esos tres hombres habían acabado un trabajo de horas, sigiloso, minucioso, a hurtadillas... cualquier movimiento en falso y la operación acabaría en escándalo mundial y una larga temporada entre rejas. todo salió bien y ahora andaban a sus anchas con una cuenta corriente a rebosar en cualquier paraíso fiscal del pacífico, camino de la torre eiffel, camino de esa eterna figura, faro de una ciudad también eterna. algunos intentaron imitarles más tarde, también en francia... pero no lo consiguieron. fueron descubiertos, antes o después.

"los tres caballeros", como algunos llegaron a conocerlos, recorrían las calles de parís como en la escena final de cualquier película en blanco y negro. sin embargo, era real.

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parís me espera. a mí y a mi dulce acompañante. durante la próxima semana me dedicaré a descansar de esos exámenes que han dormido mis horas durante demasiados días. intentaré desintoxicarme de folios llenos de letras, de esquemas y profesores aburridos. y volveré con nuevas experiencias, volveré para contar nuevas historias, para hablaros de mí y de otros, de ti... de cualquier cosa. un abrazo.

6.2.08

te veo

miro por la ventana y te veo, como siempre, saliendo del portal y buscando los primeros rayos de sol que ya se asoman por la esquina del edificio. caminas pausadamente, nunca tienes prisa. tu cadencia segura te hace parecer mucho más fuerte de lo que realmente eres. recorres con la mirada cada espacio de esta bonita mañana que nos ha regalado el invierno. parece que la primavera se está acercando, seguro que has pensado en ello y ahora cierras los ojos para disfrutar de esta brisa fresca, que huele a tierra mojada.

ojalá pudiera verte recorrer algo más que este angosto camino. ojalá desde mi ventana viera también el otro lado de la calle. porque mirarte andar, así, es lo primero que hago cada mañana. me ata al mundo y me recuerda que las cosas pasan, que un día nuevo ha empezado y que todo sigue igual, aunque a veces sea un mal consuelo. hoy llevas un vestido estampado que marca tu figura, el pelo al viento y unas botas negras que resuenan contra el suelo a cada paso que das.

no sé como te llamas, no sé en qué planta ni en qué piso vives, no sé en qué trabajas ni si has pasado en esta triste ciudad toda tu vida. pero te conozco. sé que cada mañana a la misma hora sales de casa y te diriges a algún lugar no muy lejos de aquí. nunca coges el autobús, nunca vas hacia la parada del metro. te conozco. sé que eres tú y sé que algún día alguien, algo, no sé qué, no sé por qué extraño movimiento cósmico te enamorarás de mí.

lo sé. y sé que eres muy simpática porque todos los martes saludas al jardinero cuando pasas por su lado y siempre le preguntas cómo está, qué tal sus hijos... sé que no te gusta llevar paraguas y por eso cada vez que llueve bajas con ese chubasquero tan infantil que seguro que alguien te regaló por tu cumpleaños. sé que te gusta leer porque a menudo te veo con un libro bajo el brazo. también sé que a veces escribes notas en papeles que nunca sabes donde has escondido porque a veces te veo llegar y veo como caminas hasta la pequeña tienda de la esquina buscando el trocito que has arrancado de no sabes dónde para apuntar que te hacen falta un par de litros de leche y una docena de huevos.

lo sé. porque te veo. porque cada mañana desde hace un año y medio me asomo a esta ventana siempre a la misma hora, esperando a que salgas del portal y busques los primeros rayos de un sol que aguardará paciente a que cualquier movimiento cósmico haga que nos encontremos y te enamores de mí.

4.2.08

mi tiempo

tengo una extraña relación con el tiempo. detesto llevar reloj y sin embargo a veces, no puedo dejar de mirar la hora. siempre he pensado que las agujas de esos aparatos marcan tu no-vida, que te atan a un mundo y unos márgenes de los que querrías huír, que somos más libres si no miramos la hora, que qué más da si somos felices y ese dios de lo que duran las cosas ya no apremia.

pero el tiempo si apremia. a veces corre tan deprisa o tus movimientos son tan lentos que no puedes hacer nada. a veces ese tiempo que no debería existir no existe porque se va corriendo y tú te has quedado al borde del abismo casi sin reaccionar. no te has dado cuenta y ya es tarde, porque el tiempo ha terminado, porque no hay más segundos, porque la cuenta atrás ha hecho que todo se vaya al garete, porque no puedes hacer nada más.

quizá por eso no me gusta el tiempo. porque no puedes controlarlo, porque él te controla a ti. porque querría estar ahora, ya, en este mismo instante, en cualquier otro punto del planeta, cualquiera de esos que aún no conozco, esos que me harán ser de otra manera porque marcarán mi forma de ver las cosas y no puedo. porque no me da tiempo, porque el tiempo no me deja, porque hay horas marcadas a fuego en mi agenda que me impiden salir de este estrecho mundo y buscar otros lugares. por eso no me gusta el tiempo. porque justo cuando mejor lo estás pasando, cuando tu equipo más necesita meter un gol, cuando estás a punto de conseguirlo, cuando casi has llegado... el tiempo se acaba.

y esa es otra. luego los malos momentos, los que te hacen llorar y no de alegría, precisamente, esos momentos duran eternamente, jamás terminan y no haces más que desear que el tiempo corra y las dichosas manillas del reloj nunca acaban de moverse. esa percepción del paso del tiempo, eso que nos pasa a todos, eso también me incomoda.

por eso odio el tiempo. por eso odio mirar el reloj cuando sé que se trata de una carrera que casi siempre pierdo. y por eso hoy, que ha empezado una nueva cuenta atrás hablo de esto. el tiempo, mi tiempo... vuestro tiempo...

3.2.08

un ángel

hoy leo en el país que ángel gonzález ha dejado un regalo en forma de 27 poemas que se publicarán en un libro póstumo de nombre "nada grave". y yo, ingenuo de mí que no sé en qué estaba pensando, he respondido a esta grata noticia con unos torpes versos que aquí transcribo:

una historia se apaga.
una vida que se rompe,
un instante que no duele
un segundo que se va,
contigo, donde estés,
donde te hayas ido.

como un ángel, como tu nombre,
tus alas, tus palabras...
siempre en el recuerdo quedarán.

lo sé, lo sé, no sirvo para estas cosas, lo mío es la prosa. sin embargo, es algo que me ha salido desde cerca del corazón, a la izquierda de las entrañas justo después de leer este poema, uno de los inéditos, uno de los que dejó escritos antes de morir.

y me vuelvo a caer desde mí mismo
al vacío,
a la nada.
¡qué pirueta!
¿desciendo o vuelo?
no lo sé.
recibo
el golpe de rigor, y me incorporo.
me toco para ver si hubo gran daño,
mas no me encuentro.
mi cuerpo ¿dónde está?
me duele sólo el alma.
nada grave.

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un poema de ángel gonzález, titulado caída.

1.2.08

un examen

viernes. 12 de la mañana. o del mediodía. acabo de terminar un examen. los nervios se desvanecen y el cuerpo languidece hasta la llegada de un nuevo día. es extraña la sensación que se te queda después de hacer un esfuerzo mental así, después de jugarte tanto en un par de folios que alguien te da como si no fueran nada. lo son. son el lugar de mi futuro septiembre.

miro por la ventana, alguien habla. mi mente vuela lejos de clase y se queda allí, prestando atención a esa voz, una voz desconocida y dulce, una voz que desgrana prisas y tiempo, que corre y se tropieza, que lanza palabras como si fueran dardos a una diana. esa voz nerviosa que no para y no para, que no cesa, que sigue y nunca termina. algunos más miran a la ventana, algunos miran con ganas de callar esa voz. yo sólo pienso que hace algún tiempo mi voz era la suya. una voz que sueña un examen.

déjalo. tienes que seguir, venga, siguiente pregunta. la localizas en tu libro de texto mental, la parte que tienes que escribir está entre la segunda mitad de la página 12 y los primeros renglones de la 14. las palabras vienen a tu mente y tu mano, cansada, sólo tiene que escribir. los conceptos se relacionan, las ideas fluyen a través de tus dedos que manejan el bolígrafo como si fuera parte de ellos. nunca pensé que pudiera tardar tanto en escribir esto. el tiempo se agota y aún te faltan algunas respuestas. como siempre, las últimas serán más resumidas.

¿qué? ¿alguien me habla? miro alrededor y unos ojos chillones me dirijen una llamada de auxilio. ¿es a mí? ¿qué quieres? ¿que te diga la pregunta cuatro? pero si aún voy por la tercera. a ver... alguien manda a callar. como puedo le doy unas pistas... recuerda que me debes un favor si sacas más de un cinco.

pasan los minutos y tu mano, que sufre, no deja de escribir. las ideas cada vez son menos y la necesidad de acabar cada vez mayor. faltan cinco minutos. al final parece que me ha sobrado tiempo. por fin he terminado. punto. entrego esos folios que marcarán mi septiembre y salgo del aula. suspiro, algunos aún siguen aquí. yo me voy deprisa, no quiero hablar con nadie de este examen, siempre me han molestado las dudas de después, las preguntas, los contrastes... odio eso.

hasta el siguiente, sólo me queda volver a estudiar. vuelvo a enclaustrarme.
 
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