27.11.09

sucede

sucede que a veces la vida mata y el amor te echa silicona en los cerrojos de tu alma... pero sucede también, que sin saber cómo ni cuándo, algo te eriza la piel...

ismael habla tan bien de esas sensaciones... de ese rayo de luz que ilumina nuestras vidas en momentos determinados. uno de aquellos instantes de felicidad completa entre tanto abatimiento, entre días de tedio y ruinas... días felices en medio de semanas opacas, grises como aquellos viejos policías. días tristes de barras de bar y chicas esperando fuera. de braguetas abiertas y pálidos rostros. días mustios... de sueños rotos.

y a las 17.37 (por ejemplo) de cada uno de esos días, siempre a la misma hora, casi en el mismo minuto, casi en el mismo lugar... ves a alguien. ves a un alguien que te despierta del letargo. que te rescata del naufragio. algo así ocurría cada día, a la salida del trabajo. no del mío, claro. yo siempre salgo más tarde.

el caso es que él la miraba embobado mientras ella pasaba. quizá no fueran más de 20 segundos, a veces algo más. pero él siempre perdía un par de trenes para poder estar allí mientras ella también estaba. y ya sabes como son esos momentos. ya sabes el vuelco en el corazón. el temblor en las manos. las mariposas en el estómago. la luz. el color. la ilusión... demasiado pasajera.

y el temor, gris como todo lo demás. el miedo al no nunca pronunciado. a acercarse. al sueño roto. al tiempo por venir. a la vida.

y ella que un día no vino. y él que empezó a llegar casa un poco antes.

10.11.09

calor

el asfalto desprendía líneas de humo blanco casi transparente, aquel día de agosto en madrid. ella vivía en la sexta planta de un edificio de diez. en la puerta c de las a, b, la susodicha c, d, e y f de cada rellano. y ahora yacía en la cama de la habitación roja. su boca estaba húmeda y más caliente de lo que había estado jamás. a su lado una gran masa fría como un témpano. un hombre de pelo espeso, torso bronceado por el sol veraniego y desnudo como si acabara de ser traído al mundo.

el sopor de aquella mañana, el fuego intenso de su boca, las gotas de sudor en la almohada... el fuego intenso de su boca. aquel calor sofocante la tenía algo mosqueada. la cabeza le daba vueltas. la botella de whisky al otro lado de la habitación. la vista nublada. y un agujero negro en la garganta que no sabía por qué estaba allí.

él se despertó media más tarde, casi sin querer. un leve roce, el aleteo de un mosquito ávido de sangre. quizá algún pitido de un coche alelado en mitad de madrid inhóspito. puede que un susurro... uno de esos ¿estás despierto? que siempre fastidian un buen sueño. o puede que sintiera el calor rojo intenso a su lado.

el sol de mediodía que se colaba por la ventana y la resaca de la noche anterior hacían mala pareja. un vaso medio lleno aún reposaba en la mesilla. ella le miraba a los ojos mientras él no dejaba de observar aquel pozo rojo, un agujero eterno que le llamaba, que le apetecía, que lo atraía hacia sí... ella lo veía borroso, entre tinieblas, como si aún estuviera soñando. él, sabía tan bien lo que venía después. ella, aun turbada, ya se lo temía.

él no pudo evitarlo. el fuego lo absorbió. ella no pudo evitarlo. por eso se dejó llevar.
 
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