ismael habla tan bien de esas sensaciones... de ese rayo de luz que ilumina nuestras vidas en momentos determinados. uno de aquellos instantes de felicidad completa entre tanto abatimiento, entre días de tedio y ruinas... días felices en medio de semanas opacas, grises como aquellos viejos policías. días tristes de barras de bar y chicas esperando fuera. de braguetas abiertas y pálidos rostros. días mustios... de sueños rotos.
y a las 17.37 (por ejemplo) de cada uno de esos días, siempre a la misma hora, casi en el mismo minuto, casi en el mismo lugar... ves a alguien. ves a un alguien que te despierta del letargo. que te rescata del naufragio. algo así ocurría cada día, a la salida del trabajo. no del mío, claro. yo siempre salgo más tarde.
y a las 17.37 (por ejemplo) de cada uno de esos días, siempre a la misma hora, casi en el mismo minuto, casi en el mismo lugar... ves a alguien. ves a un alguien que te despierta del letargo. que te rescata del naufragio. algo así ocurría cada día, a la salida del trabajo. no del mío, claro. yo siempre salgo más tarde.
el caso es que él la miraba embobado mientras ella pasaba. quizá no fueran más de 20 segundos, a veces algo más. pero él siempre perdía un par de trenes para poder estar allí mientras ella también estaba. y ya sabes como son esos momentos. ya sabes el vuelco en el corazón. el temblor en las manos. las mariposas en el estómago. la luz. el color. la ilusión... demasiado pasajera.
y el temor, gris como todo lo demás. el miedo al no nunca pronunciado. a acercarse. al sueño roto. al tiempo por venir. a la vida.
y ella que un día no vino. y él que empezó a llegar casa un poco antes.