31.3.09

rebeca



cerró la puerta tras de sí y se alejó de aquel café que siempre había sido de los dos. caminó despacio, indeciso, sin dejar de pensar en ella, sin dejar de necesitarla cerca... dándole vueltas a aquella estúpida discusión que había tirado por el sumidero meses de amor y cama... y un corazón marchito, oscuro, como si nunca hubiera tenido vida.

la noche había espantado al día en un abrir y cerrar de ojos y él volvía a casa. caminaba nadando entre recuerdos, entre sueños rotos... entre historias que no habían tenido el final esperado. habían pasado ya algunos días... días grises. sin color. sin alegrías... ella sólo había recogido sus cosas y se había ido. sólo había dicho que no iba a volver, que nada era ya posible...

"me gustaría pasar de largo, todas las noches que te perdí, extraños días encadenados, y algunas cosas que no entendí..." y esta canción rondando... "antes de marchar, déjame cerrar la puerta que no quiero que entre nadie...". seguramente rebeca la estaría cantando entre susurros en cualquier bar de carretera. seguramente la habría compuesto para momentos como aquel.

qué diablos había pasado para dejar el último álbum a medias, qué había ocurrido en todo aquel tiempo sin que él lo supiera. las llaves sonaron en la calle silenciosa. entonces dijo ella:

- te estaba esperando.

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rebeca jiménez es todo un descubrimiento para mí :)

24.3.09

dormían

el negocio era el sujeto preferido en sus oraciones cuando se encontraba en horas de trabajo. pero también cuando esas mismas horas eran de esparcimiento. "el negocio está creciendo", había dicho durante años mientras la situación le dejó hablar de ello. "el negoció está perdiendo fuelle", empezó a decir algún tiempo después, cuando algún que otro amigo ya había salido por la puerta de atrás después de años de servicios y los salarios ya habían caído algunos cientos de dólares, euros, pesos o cualquiera que fuera aquella moneda. "el negocio se está hundiendo" acaba de decir con lágrimas en las manos, en los ojos, en la comisura de los labios... 

alguien en la calle viste una camiseta en la que puedes leer "i sold my soul for a dollar twenty-five". él la mira y sonríe. hacía tiempo, él habría hecho lo mismo, habría vendido cualquier cosa por cualquier suma de dinero mayor a la que llevara en el bolsillo en aquel mismo instante. habría vendido su alma, su pitillera, sus zapatos o la camisa de armani más cara de su armario. habría vendido cualquier cosa por un precio adecuado o como el siempre dijo "por el precio de mercado +1 o -1, lo importante es vender". a quién le importa cuál era la actividad de su empresa. a quién le importa en qué lugar del mundo esto estuviera pasando...

el negocio era la razón más importante de su vida. el negocio había adormecido el resto de sus experiencias. su mujer, a la que casi nunca había hecho demasiado caso, lo había dejado a mitad de la década anterior; sus hijos apenas hacían llamadas a su teléfono fijo, tampoco a su móvil, no le escribían cartas, ni mensajes en el facebook... apenas quedaba algunas noches con sus viejos amigos para tomar unas copas antes de ir a dormir, ya no hablaba con nadie más que su secretaria y los pocos clientes que le quedaban. su vida se estaba volviendo más gris que de costumbre. ahora que casi no tenía trabajo, se daba cuenta de que tampoco tenía vida.

el negocio daba las últimas bocanadas de un aire putrefacto mientras él intentaba no darse cuenta. pronto no habría más dinero que para pagar a los acreedores y firmar el finiquito de los trabajadores. pronto no habría más que cerrar la puerta desde fuera, por última vez. "el negocio", "el negocio", "el negocio"... aquellas dos palabras no se iban de su mente ni un sólo instante. no lo habían hecho en años. y ahora todo se iba al traste... todo se rompía...

todo... y entonces, fue él quien desapareció. fue él quien salió del edificio, cogió el primer taxi que pasaba por allí y dijo "al aeropuerto, por favor". huyó... corrió... no sé cuál fue su siguiente destino, no sé qué fue de él después de todo, no sé si volvió a casarse, si montó un nuevo imperio... sólo sé que volvió a esconderse, como siempre había hecho, volvió a escapar de sus problemas, como cuando no llegaba a casa hasta que todos dormían.

17.3.09

la huida



hoy es un día distinto. un día que ha pasado rápido. que es martes. en mitad de la nada. un día alegre, soleado, cálido. un día de músicas, de nuevas letras... de viejas canciones. de significados distintos o de iguales sentidos. 

ismael vuelve a mi memoria... a mis oídos... vuelve porque no podría ser de otra manera. y esta canción... la huida... la vida.

ella tiene quince primaveras, pocas mentiras que contar, 

dos pendientes de primero y aún no ha visto el mar. 

mientras lo espera sobre la acera, se derrumba el mundo.

él tiene dieciseis agostos y una nube que robó, 

y versos de extremoduro volando en la habitación. 

mientras la sueña copia un poema que luego hará suyo.

y como cada tarde, la ciudad se detiene en el instante 

en el que él la pasa a recoger. 
"¿qué tal en clase?". "llegaste tarde". "no me riñas, ven".

y ella aprieta contra el pecho la carpeta, y en el cielo 

anémonas de humo, antenas de coral. 

"si quieres, mi vida, te rapto yo un día, te llevo a ver el mar".

una tarde como otra cualquiera él la pasará a buscar 

con el alma en un pañuelo, con el coche de papá. 

"sube al barco, niña. ésta es la huida que te prometí".

ojalá que tengan suerte, tal y como lo soñamos, 

y al paraíso les lleve la nacional 4. 

"amor, ¿por qué lloras? ¿qué es lo que te pasa?" "será que soy feliz".

y nada más pasar despeñaperros se les echa encima el sueño 

y las ganas de compartir sudores. 

"paro y nos dormimos". fuera queda el frio con la oscura noche.

al rato, el coche queda lleno de vahos y de vuelos, 

en playas infinitas, carretera sin fin. 

arenas desiertas, mil atardeceres que acaban en ti.

no será la luz del alba lo que los despertará, 

ni una gran ola rugiendo, no será el olor a sal: 

una pareja de picoletos pegándoles voces.

como el cristal de los sueños, de camino al cuartelillo. 

se han quebrado un par de vidas entre broncas y gritos. 

¿a quién se le ocurre? se deshace una nube y una ola se rompe.

y ya de vuelta a la ciudad, donde nunca sabe a sal, 

la piel y la lluvia, que a veces te besa, 

se van para casa, escuchan aullidos, golpes que no cesan.

los viejos les prohibieron la salida, el tiempo fue arando sus vidas, 

quemando poemas, carretera sin fin. 

de vuelta hacia casa mil atardeceres que acaban sin ti.

la ciudad se siguió derrumbando, en la acera mientras tanto 

anémonas de humo, antenas de coral. 

él se pierde en la bruma, ella sólo recuerda cuando mira el mar.

le asalta la duda de estar viva y recuerda alguna huida 

cuando aún no sabía mentir. 

"amor, ¿por qué lloras? ¿qué es lo que te pasa?" "será que soy feliz".

te llevo a ver el mar... una huida juntos... una vida.

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la huida, de ismael serrano en su disco los paraísos desiertos.

12.3.09

ayer

ayer, que era un día para el recuerdo, para echar la vista atrás y ver que aunque no nos olvidamos ya hemos andado mucho. hoy que ya han pasado cinco años y parece que no hace tanto. ayer que fui en tren por las mismas estaciones que sintieron el dolor de cientos de miles de personas aquella mañana... 

ayer sentí que madrid era una ciudad entrañable. ayer sentí el paso de la vida, el amor, el cariño, la amistad, la felicidad... ayer vi a una mujer anciana de pie, cerca de una esquina en uno de esos pasillos que recorren la ciudad bajo su suelo. ayer vi a una mujer de ojos oscuros y enrojecidos, quizá del llanto, quizá de un simple resfriado, o del recuerdo, quizá... no lo sé.

ayer sentí que madrid se había convertido en un lugar maravilloso, mucho más maravilloso de lo que lo es normalmente. ayer vi a un hombre anciano de pie, tocando un violín aún más anciano que él, cerca de una esquina en uno de esos pasillos que recorren la ciudad bajo su suelo. tocaba música clásica y sus ojos iluminaban aquel lugar.

ella sostenía la partitura. y yo sonreía. sonreía porque el amor no tiene edad, porque la vida, la mires por donde la mires, siempre parece insuficiente, demasiado corta. demasiado bella para ser quebrada... ella sostenía la partitura con manos temblorosas. lloraba... y nada pudo parecerme más tierno en aquel instante.

nada fue más hermoso. 

4.3.09

blanco

últimamente leo más de lo que escribo. leo más libros. más saramago. más publicidad. más historias antiguas... leo más. y al fin, escribo menos. el tiempo se ha vuelto de nuevo importante para mí, una constante... algo que no se va de mi mente y no sé muy bien la razón.

hacía doce minutos que ella había dejado una estela de perfume en el ambiente de aquel bar totalmente blanco. exactamente habían transcurrido doce minutos desde que se puso de pie, abrió la puerta y desapareció tras ella. doce minutos que yo había aprovechado para remover el café casi agotado de una taza tan negra como el fondo de un agujero sin fondo. así era aquel bar, blanco con tazas negras. con sillas negras y mesas blancas. el suelo negro, todo lo demás era blanco. las paredes blancas, los muebles negros. algo así, ya no recuerdo muy bien el orden.

doce minutos y yo pensando. removiendo el café. utilizando una servilleta y un bolígrafo para escribir unas cuantas notas, algunos versos sueltos, unas palabras de adiós. de hasta luego. de no sé qué porque no sabía qué había sido aquello. doce minutos y allí estaba yo. sentado. removiendo el café. mirando la puerta de vez en cuando por si se le ocurría aparecer de nuevo. doce minutos de café descolorido y miradas furtivas que me señalaban acusadoras. "qué habrá pasado", "seguro que le ha dicho algo horrible... ella iba llorando", "será gilipollas, el tío este".

doce minutos y yo no me había dado cuenta de nada. sólo era consciente en aquel momento. los once minutos anteriores se habían esfumado como si no hubieran existido. como si aquellas palabras no hubieran salido de mi boca tanto tiempo antes. como si aquellas palabras no hubieran salido de su boca tanto tiempo antes. doce minutos y el perfume que siempre usaba aún flotaba en el ambiente. quizá no hubiera pasado tanto tiempo, quizá sólo hiciera un momento que se había ido...

doce minutos. sólo doce. tanto tiempo... que el café estaba ya frío. 

me fui. me fui de allí. dejé mi dinero. dejé mis notas. las miradas de aquellos otros. y la puerta blanca, aquella puerta impoluta, tras de mí. 

 
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