27.10.08

de semanarios estudiantiles ii

era el primero en leer aquel pequeño espacio dedicado a las ilusas preguntas de estudiantes desesperados porque tal o cual personaje no hacía caso a sus insinuaciones amorosas. pero no lo hacía por esa curiosidad innata al ser humano que le obliga a querer ser partícipe de casi cualquier demostración pública de intimidad, tampoco lo hacía porque necesitara saber más del otro, ni para comprobar lo absolutamente estúpido que puede llegar a ser alguien que cree que un desconocido puede solucionar un problema que es totalmente personal e intransferible.

no, no leía aquella sección obsoleta del semanario estudiantil por ésto. lo hacía porque adoraba aquella manera suave y vaga de escribir que tenía el pitoniso al otro lado del papel. desde hacía mucho tiempo esperaba cada semana a que alguien le enviara cartas para que las respondiera con sus reflexiones erróneas y sus consejos estrafalarios. y sin embargo esta vez no era igual, esta vez esperaba con algo más de inquietud, quizá fuera porque esta vez, el que había enviado similar epístola había sido él mismo.

y es que hacía ya algún tiempo que lo había relegado a aquella esquina de la redacción. al principio, él había llegado con vientos de superioridad y un pedante acento de niño pijo que no le había hecho ninguna gracia. creía saberlo todo acerca de los profesores, todo acerca de las relaciones que se cocían a unos cuantos metros del edificio de clases. pero él, que era el director de tamaño proyecto estudiantil, no había cejado en su empeño de hacerle pagar un peaje a todo nuevo escritor que quisiera pasear entre las mesas de su redacción.

así que allí lo colocó. pero con el paso de las semanas empezó a sentir cierta simpatía hacia aquel extraño personaje. no en vano, había acogido aquel lugar con un aplomo envidiable, la mayoría de redactores no habían durado más de un par de números antes de abandonar el barco. claro estaba que sus consejos no podían ser más horribles y que en más de una ocasión alguien había telefoneado para dar sus quejas llorando por lo mal que le había ido siguiendo al profeta amoroso.

pero no importaba, él se divertía mirándole a hurtadillas mientras resoplaba con cada nueva carta deseosa de comprensión. y como se divertía, cada vez que le pedía que le dejara cambiar a otra sección él se negaba sin oscilar, con la voz más tronante de la que era capaz. y cada vez que se lo pedía y cada vez que leía su sección... cada vez... cada vez le gustaba más aquel muchacho de cuerpo espigado y aires cool.

por eso aquella mañana dejó la carta en el buzón del semanario. por toda dirección: "consultorio sentimental del doctor amor".

4 comentarios:

Eclipse dijo...

me mareó un poco la trama... pero bien que la continúes... ahora quiero más!!!

Jorgelina Mandarina dijo...

Uff
se me hace que el director esta enamorado del niño pijo. No preguntes porque!

Que intriga!!

Besos amigo

Anónimo dijo...

A mí también me parece que el director está pillado con el escritor novel.

Me gusta que hayas continuado la historia.Lo has hecho porque has querido o porque te lo hemos pedido?

Muchos besos para los dos.

Maria José

Castigadora dijo...

Esto si que no me lo esperaba!! Bueno puede ser que le esté gastando una broma, o que realmente esté empezando a verlo con otros ojos. La pregunta es ¿cómo lo verá el escritor novel?

 
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