25.3.10

rutinas

era un tipo de lo más normal. de esos que no destacan nunca, que siempre siguen a la masa y nunca se desvían. una persona más bien gris. alguien con poco que contar, con una vida demasiado monótona. alguien que va en un tren a la misma hora punta que miles de personas y en quien jamás habrías reparado. en fin, no sé, alguien bastante corriente.

cada mañana sonaba el despertador en su lado de la cama y saltaba como un resorte camino de la ducha. 20 minutos después, casi siempre en el mismo instante, casi siempre en el mismo segundo, empezaba a prepararse el desayuno. y al cabo de media hora ya andaba camino de la estación. su jornada laboral siempre era la misma. trabaja poniendo multas de aparcamiento en el sector 4b del distrito centro. así que todo lo que tenía que hacer era pasearse por la ciudad a la busca y captura del coche desobediente. siempre las mismas calles paralelas, perpendiculares, rectas como autopistas infinitas. siempre el mismo recorrido. y casi siempre la misma recaudación. hacia las tres dejaba el trabajo y andaba algunos metros hasta el bar de cada vez. el mismo camarero desde hacía 17 años. la misma barra pegajosa y cada semana, siempre la misma comida. la esposa del camarero era de ideas fijas. su plato favorito lo ponían los miércoles... los miércoles, curiosamente, un día algo intranscendente, casi tanto como él. a las cinco nuestro protagonista se alejaba del centro. volvía al tren como otros muchos individuos y esperaba pacientemente durante los 42 minutos que le separaban de su casa. nunca leyó un libro, nunca oyó música en el trayecto. sólo esperaba, apretado entre docenas de cuerpos calientes. a las seis llegaba a casa y dejaba el uniforme. después de tanto tiempo había llegado a adorar aquella rutina, aquella manera de hacer las cosas... porque al final no era más que el inicio de su otro día.

ella lo había estado esperando toda la tarde. como todas las tardes. así que allí estaba, radiante. sonriente. el colorete en los pómulos resaltaba su belleza. y él, que no podía evitarlo rebosaba alegría mientras siempre le decía "en todo el tiempo que llevamos casados... nunca te había visto tan guapa". juntos tomaban un café mientras se contaban sus peripecias diarias. ninguna novedad, como siempre. la charla duraba poco. luego salían a la calle y tomaban un taxi que los llevaba al centro. él pensaba "otra vez aquí", pero nunca era igual. mirar la ciudad con ella al lado siempre era distinto. caminar por las calles por el simple placer de pasear era diferente. y así se pasaba la tarde, casi la noche. a veces iban al cine, paraban en alguna librería, quedaban con amigos... aquella era su otra rutina. pero también la parte impredecible de sus vidas. la parte sorprendente... la que siempre estaban esperando.

2 comentarios:

Luis Cano Ruiz dijo...

Ya echaba de menos tus relatos, en cuanto tenga diez minutois lo leo y te comento. Siento no hacerlo ahora, pero esto de trabajar es más difícil de lo que yo pensaba.

Cuídate.

maria jose dijo...

Menos mal que tenía esa otra vida.A mí me estaba dando claustrofobia tanta rutina.

Un beso para los dos.

 
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