30.1.08

caminando

la historia continua. mientras algunos viajan a otros mundos, mientras ellos se suben al tren de los sueños, tú y yo estamos aquí, en el mundo real. ese mundo cruel que asesina y muerde, un mundo de grises, de sepias, de recuerdos hechos de viejas cenizas, de pensamientos deshilachados que se rompen y se pierden...

hoy el mundo real me despierta camino de la facultad. y pienso en las vidas que se cruzan conmigo. un día observaba a todos, hoy he pensado en ella. va delante de mí, caminando, despacio y cabizbaja, como si no fuera a ninguna parte, como si pensara que la vida es eterna y que las líneas del suelo dirijen su camino. es una chica joven, veinte años, no más. y sin embargo, hay algo en su forma de andar que me desconcierta. el peso de años amargos y prisioneros cae sobre sus hombros. aún no ha mirado atrás, sólo pone un pie delante del otro y sigue su camino, recta, sin prisa pero sin pausa, andando, simplemente.

me pregunto en qué estará pensando, qué será eso que tiene en su cabeza y que no le deja ser como realmente es, qué es lo que no le permite correr o saltar en este día precioso, cuando el invierno da un respiro y el sol luce arriba. no encuentro respuesta. triste de mí que pienso conocer a las personas por la forma de caminar o por la expresión de sus ojos, por como lleva recogido el pelo o por su forma de vestir. triste de mí que hablo de apariencias cuando lo importante es lo que éstas esconden. aún así no puedo abstraerme, mi mente jamás deja de relacionar, no soy yo, es mi mente que sabe que algo le ocurre a esa chica.

se para. vuelve la cabeza y me mira, me sonríe. como si supiera que estoy pensando en ella. luego sigue caminando, despacio, como antes. yo detrás... ya he llegado y ella aún no deja de andar. me pregunto dónde irá, qué será de su vida después de hoy, qué fue antes. tengo un problema. siempre me pregunto demasiado, siempre intento saber algo más acerca de la gente y la mayoría de las veces... nunca lo consigo. puede que sea mejor así.

27.1.08

calor

una conversación en la barra de un bar cualquiera, un verano cualquiera cuando ya no echan fútbol. uno de esos días en los que alguien baja a la calle con una hortera camisa de flores y unas bermudas fluorescentes, en busca del único rincón con aire acondicionado de todo el barrio porque hasta las aceras chorrean sudor, de tanto bochorno.

- eso son palabrerías, ya está.
- sí, ya está dice, pues no porque a mí me lo ha dicho el yerno del hermano de mi vecino que se lo ha contado el primo de su mujer que estuvo allí y lo vio.
- ¿cómo lo va a ver? niño, ponme un par de cervecitas y a ver si enchufas el aire acondicionado de una vez que estamos aquí asándonos como pollos.
- ahora mismo, perdone, es que estaba limpiando la máquina de los cafés, que se ha atascado antes y tengo un lío... el jefe se ha marchado a ver no sé que historia a no sé donde... y no doy a basto.
- sí, bueno, relájate hombre.
- es que también es mi primer día...
- a ver paco, escúchame. te digo que es verdad, que él lo vio y yo me lo creo.
- ¿cómo va a ser verdad? niño, invita a un aperitivito, unas aceitunitas o algo, ¿no? y a ver cuando pones el aire que nos estamos derritiendo.
- ahora mismo, señor, ya voy, ya...
- paco, hombre, que te estoy hablando, escúchame que todavía no lo sabe casi nadie, te estoy dando una primicia, como en salsa rosa.
- a ver, jacinto, ¿estás seguro?
- pues claro.
- ¿y todavía sigue allí?
- pero si te lo estoy diciendo.
- ¿y dónde está exactamente?
- pues allí, subiendo las escaleras mecánicas del centro comercial. cerca de la tienda de animales. pero vamos si quieres, y ahora lo vemos.
- vale, pero porque ya me estás poniendo nervioso... es que no puede ser cierto, pero lo dices tan convencido. venga, vamos. niño, ya no hace falta que enchufes el aire acondicionado, cóbrate, anda.

las paredes se deshacían bajo el tórrido sol de agosto y los dos hombres se dirigieron al viejo centro comercial del barrio. hacía años había sido uno de los más modernos de la ciudad, ahora muchas de las tiendas estaban cerradas, la depresión de esos años había dejado a todos en números rojos. subieron las escaleras y arriba, cerca de la tienda de animales, allí estaba.

era cierto... habían abierto una nueva tienda de ventiladores a bajo precio. ¡salvados!

25.1.08

el cuaderno

allí era donde escribía. un antiguo cuaderno de pastas azules, un cuaderno viejo con las hojas amarillentas por el paso del tiempo, un libro grueso que parecía no tener fin y en el que a lo largo de los años había escrito cientos de historias. cientos de personajes me guiaban, cada vez que metía la nariz allí dentro por mundos de ilusión y misterio, universos extraños de colores inimaginables, países de nombres inventados tan parecidos a esos países crueles que existen de verdad, mujeres perfectas con vidas que te hacían llorar, paisajes perdidos que sólo encontraría en la cabeza de aquel hombre. sí... en aquel cuaderno tan grande y gordo cabían millones de palabras que evocaban sensaciones jamás soñadas.

ya era mayor, muy mayor. en realidad, nunca supe la edad que tenía pero siempre había estado allí, en aquel rincón de aquella estrecha calle cerca del muro de la iglesia. eran otros tiempos. muchas veces, cuando era pequeño me escapaba de casa y corría hacia allí para que el hombre de la barba larga y el cuaderno antiguo me contara un cuento. para que me saludara como él lo hacía, con aquella sonrisa enigmática y aquella cita extraña, cada día una nueva, cuatro o cinco palabras que siempre me hacían pensar, con las que siempre me acostaba y que me ayudaban a dormir, como si de una nana se tratara.

aquel hombre me tranquilizaba. pasé años yendo a aquella pequeña casa que siempre tenía la puerta abierta. años en los que aquel guardián de historias no dejaba de sorprenderme. jamás repitió un nombre, ni un sólo lugar, nunca volvió a contar un mismo cuento. mi imaginación volaba al son de sus palabras, historias que no tenían fin, que yo acababa entre sueños. la vida se desdoblaba y las horas pasaban tan rápido que casi parecía imposible. nunca olvidaré el día en que ya no estuvo. nadie sabía donde había ido, nadie sabía por qué se había marchado, porque sí, se había marchado, ya era muy viejo, pero todos sabían que no había muerto.

había vuelto a empezar. lo había dejado todo allí, incluso su cuaderno. fui yo quien lo recogió, ya era algo más mayor y sabía el valor que tenían aquellas historias, por eso desde entonces las guardo yo. porque eran importantes para él pero también para mí, porque pasó años escribiéndolas y porque ilustraron gran parte de mi niñez. aquí tengo ese libro perdido, ese cuaderno de pastas azules y hojas amarillentas. mi cuaderno de historias.

23.1.08

publicista, ¿yo?

por fin ha acabado el semestre. exámenes a parte, falta un año y medio para mi "salida al mercado laboral". ¿seguro? según algunos ya tendríamos que estar trabajando... no sé que será de mi vida después de la universidad. aunque bueno, supongo que eso será un síndrome generacional, todos a estas alturas de nuestras vidas habremos pensado en lo mismo.

"vosotros vais a ser publicitarios". esta es una de las frases que más he oído a lo largo de estos años. y yo aún me pregunto en qué consiste eso de ser publicitario. cada día leo algo distinto, cada día un profesor me sorprende con alguna nueva revelación... a veces oigo eso del marketing conversacional, ese nuevo marketing que consiste en escuchar lo que los clientes te dicen, todo lo que hay que hacer es facilitarle formas de hacerte llegar mensajes y seguro que así se encuentran muchas más oportunidades de negocio...

"vosotros vais a ser publicistas". y se supone que con eso ya lo sabemos todo. pues bien, quiero decir aquí y ahora que no sé nada de nada. supongo que parte de esa culpa es mía, pero he de decir que he leído bastantes libros acerca de publicidad, de marketing, de comunicación... pero aún no sé nada acerca del verdadero trabajo. ¿y yo voy a ser publicitario? pues espero que haya lugar para mí. experiencia... bueno, aún no tengo demasiada. ¿algún voluntario para darme una oportunidad?

estos días estoy un poco dubitativo, los años van pasando y ya no puedo pensar en "cuando sea mayor..." ya soy mayor y las excusas se agotan. todo empieza a transformarse y yo aún estoy perdido. una duda generacional, supongo. hoy es mía. y quizá mañana corroerá a otros. la vida cambia, ¿no? a la mía no le queda mucho para convertirse en otra cosa.

la universidad empieza a ser el centro de mi mente. no quiero, pero no puedo evitarlo. mientras, las historias se anclan en un cuaderno perdido. esperan, pacientes, escritas a mano en mi cuaderno azul. volverán pronto, no te preocupes.

21.1.08

en el restaurante



llevo cinco minutos sentado a esta mesa, en este restaurante tan pijo con la esperanza de que vengas pronto. estoy impaciente, hoy es un día importante. te he llamado esta tarde, sabía que no tenías nada que hacer, te he dicho que te pusieras guapa, yo he hecho lo mismo, hacía años que no me ponía un traje. te he dado la dirección y espero que no tardes demasiado. todo está controlado, todo está perfecto, tal y como lo había planeado. tiene que ser maravilloso. hoy será un día importante.

a ver... me palpo el bolsillo de la chaqueta, uf, sí está ahí. por un momento he pensado que me lo había dejado en casa. respiro tranquilo. levanto la mirada y te veo en la puerta. acabas de hablar con el hombre ese tan estirado de la entrada y ya vas a acercarte. madre mía, que sudores más fríos. dios, estás maravillosa. nunca te había visto tan guapa. el mundo ya no hace ruido, ya no está, no hay nadie más que tú, yo y esta música de marvin gaye. vienes hacia mí sonriendo, como si te sorprendiera verme aquí sentado, ¿sentado? voy a levantarme, no te mereces un recibimiento tan soso.

¿qué tal? estás estupenda, casi me da algo cuando te he visto entrar. qué tonto, ¿he tardado mucho? es que el taxi ha cogido un atasco. bueno, ¿por qué tenía que ponerme tan guapa? tranquila, todo se andará. no tengas prisa, disfrutemos de esta velada.

y así es. estoy disfrutando, ella me cuenta su día y yo me quedo embobado mirándola. me doy cuenta de lo tonto que soy, seguro que tengo una de esas caras de alelado que siempre se me quedan cuando ella está rondando pero es que es tan... tan genial. no puedo evitar sonreír cada vez que recuerdo aquellos años en los que estábamos tan cerca pero, sin embargo, tan lejos, aquellos años en la facultad que no nos sirvieron más que para saber que estudiábamos en la misma clase y que sus apuntes eran mucho mejores que los míos. fue más tarde, en aquella estación de metro una noche cualquiera cuando empezamos a hablar y a sentir cosas distintas. de eso ya hace mucho.

qué habría sido de mí sin ti. vaya, ya vamos por los postres. ¿cómo he de decírselo? lo tendría que haber ensayado. estas cosas no se pueden dejar a la improvisación, es algo importante, algo que contarás a tus hijos y a tus nietos, algo que recordarás toda tu vida... será posible, ¿y ahora qué? madre mía. a ver, piensa, reflexiona. perdona, voy al lavabo. ¿qué? ¿al lavabo? ¿vas a pedirle que se case contigo después de ir al lavabo? qué tonto soy. bueno, no todo está perdido. aún queda tiempo.

joder, qué cobarde soy. ya estoy pagando y aún no he podido ni insinuárselo, ¿qué me pasa? llevo toda la noche nervioso, con esa cara de pánfilo que me caracteriza cuando tengo algo de miedo y no he sacado nada en claro. tengo que esforzarme. ¿cariño, nos vamos? ¿ya nos vamos? esto se está poniendo oscuro.

llamamos a un taxi. aquí viene. subimos... no puedo más, tengo que decírselo. ahora o nunca. cielo... tengo que pedirte algo y quiero que este hombre sea testigo. ¿qué? ¿qué vas a hacer? verás... ¿quieres casarte conmigo?

19.1.08

miradas

nunca había notado el poder de las miradas. sin embargo anoche en aquel rincón oscuro ella tenía algo en sus ojos, una luz diferente, un brillo especial que hacía que él no pudiera dejar de querer besarla. repasaba su cara, sus mejillas sonrosadas, sus pequeñas orejas bajo el pelo largo y rizado, su nariz chata tan graciosa, esos labios que le llamaban desde lejos... sus ojos oscuros, sin maquillaje, cansados de llorar por no sabía qué y desde no se sabía cuándo. esos ojos brillaban a la luz del fuego de la chimenea de aquel salón.

ella le había llamado, necesitaba hablar con alguien y le había elegido a él. el café de aquella noche estaba más dulce que nunca, tanto que a veces competía con lo tierno de la mujer que tenía al lado. era un sabor intenso, sencillo y agradable, muy hondo, tanto que a veces se entremezclaba con el sentimiento que le llenaba. tenía que buscar la forma de consolarla y no sabía cómo. ella hablaba y hablaba de otro él, un él que le había hecho mucho daño, que había dejado sus ojos derramando lágrimas sin piedad, que había huido lejos de ella y la había dejado varada en aquel lugar, en aquel centro de la tierra donde todo está difuso y necesitas compañía.

nuestro él necesitaba aclarar sus ideas. no sabía de qué le hablaba, apenas entendía la situación pero sabía que tenía que ayudarla y sabía que no podía sucumbir a sus impulsos, que ella necesitaba un amigo, no un sustituto. ni aunque hubiera estado enamorado desde hacía años, ni aunque la vida, o ella, no le hubieran dado nunca una oportunidad.

pero fue ella la que actuó. fue ella la que acercó su cuerpo al de él, la que le pidió con la mirada que la besara, la que pensó que sería mejor acabar con aquel dolor de aquella manera, pensando quizá, que la mancha de una mora, con otra mora se quita. pensando que él sería el mejor refugio, la mejor manera de salir de aquel centro del mundo, de abrirse paso entre la maleza y salir a la superficie, al mundo de los colores y de la sensación de estar viva.

él... él sucumbió. como la mayoría de los hombres. qué le vamos a hacer, es el poder de las miradas.

16.1.08

las prisas...

o la importancia de la vida lenta, esa que no corre sino que se desliza. la importancia de mirar por la ventanilla y querer bajarse del coche para respirar otro aire, uno más puro, más limpio y hacer una fotografía que recoja todo lo bonito que tiene enero. lejos de tantos papeles manchados de letras, lejos de tantas calles sin salida de un color amarillo fosforito.

y es que decían los antiguos sabios que las prisas son malas consejeras. que vísteme despacio que tengo prisa. que despacito y buena letra. el tiempo es algo que al final siempre falta, que siempre se agota. por eso es mejor ir tranquilamente, a velocidad de crucero, disfrutando del paisaje. por eso a veces la vida en la ciudad es un caos y yo necesito bajar del mundo loco y sentarme en mi sillón, ese que a veces invento y que coloco en mi habitación cerca de la ventana. es el sillón de la espera, del sosiego y la paz, de la reflexión.

por eso ahora que los exámenes llaman a la puerta, que los días se pierden y que los ojos casi se salen de las órbitas yo quiero pensar que el mundo parará sólo para mí. que la historia se detendrá y yo podré jugar un poco más, que podré escribir un poco más y podré soñar despierto un poco más... sin embargo, no consigo sacar de mi mente esas hojas escritas en días de lluvia y frío, en esas mañanas en las que era mejor quedarse calentito en la cama.

y por eso ahora que todo parece derrumbarse porque nada de lo que había hecho estaba bien, porque parecía que todo sería más fácil y nos confiamos, ahora que los minutos cada vez son menos y las historias se agolpan en la puerta de mi habitación, ahora yo también escribo más pausado, un poco más de vez en cuando, dándome un impás que casi no se nota, pero prometo que en febrero todo será distinto.

sin prisas, sin correr... tranquilamente. todo puede esperar y si no, quizá no valga la pena. deslizándose, sin notarlo, el tiempo va pasando y yo sigo aquí, pero un poco más invisible.

gracias por acompañarme en estas dulces noches de enero. un abrazo.

14.1.08

en la universidad

la universidad es un mundo con distintos tempos, como todos los mundos supongo. las horas en las aulas pasan lentamente, como un líquido viscoso que se desliza pero que nunca deja de pasar. fuera de ellas apenas tienes tiempo para tomarte un café, echar un rato de charla u organizarte una tarde de estudios que casi siempre algo o alguien desorganiza evitando que cumplas tus objetivos.

en las clases no siempre estás atento, más quisieras tú, si fuera así al final no te llevarías tantas sorpresas en los exámenes "esto... ¿esto dónde venía? ¿lo tengo en los apuntes? ¿lo ha dado? ¿y yo dónde estaba?". a veces los profesores divagan y se enredan explicando siempre los mismos conceptos, los mismos temas... otras veces ni siquiera hablan de lo que tienen que hablar, sino de sus vidas, de sus méritos profesionales, del tiempo o de quién sabe que noticia extraña que oyeron por la mañana en la radio.

o sea, que al final cualquier excusa es buena para perderme dentro de mí, a veces lo que cuento aquí es fruto de ese viaje, otras veces me lo guardo para mí. sin embargo, hoy uno de esos profesores me ha hecho pensar. ha hablado de un cierto universo, el universo de los recuerdos, aquel al que envíamos todo lo que ya ha pasado.

y he pensado que es un universo en el que me gusta mirar, como en un baúl, parecido al de esa vieja canción, en el que me gusta buscar historias que alguna vez pasaron o que quizá sólo podrían haber pasado. he pensado que en ese universo están todos los cuentos que leí de pequeño, las novelas que cuando era un poco más mayor me enseñaron cosas de la vida que aún no conocía, historias que algunas mentes imaginaron para nosotros...

en el universo de los recuerdos están todas aquellas personas que una vez encontramos y luego se fueron, están todas esas caras que se pierden en la oscuridad, esas que se cruzan con nosotros por la calle, caras anónimas, personas desconocidas que se alejan camino de no se sabe donde.

el universo de los recuerdos es el universo de lo que ya sabemos pero también de lo que nunca supimos. es el universo de la vida. es nuestro universo.

13.1.08

hoy no

cualquier día de estos nadie vendrá a buscarte. y viajaremos en esta balsa de madera camino de la isla perfecta, esa con forma de corazón, esa que en el centro tiene un volcán del que salen alas y miedo. el corazón de los perdidos, de los que ya no tienen un lugar a donde ir, de los que sufren tu robo y su rencor, esos que año tras año siempre son los que no nos encuentran, los que no tienen fuerzas. nosotros tapamos sus ojos y ellos ya no pueden quitarse la venda. nosotros tenemos la culpa y nadie hace nada por impedirlo. ¿meritocracia? no todos tenemos las mismas oportunidades, esté el mundo como esté, evolucione o no, siempre hay algunos que sufren y que viven en ese rincón oscuro al que nadie acerca una vela. no, hoy no quiero escribir, hoy guardo silencio por ellos, por los ausentes, por los que no viven aquí, por los que nunca leerán esto y jamás sabrán que yo sueño con ellos un mundo mejor.

yo confío en ti.

10.1.08

azul

azul. azul como este cuaderno de notas, como el color de mi bolígrafo, azul como algunas mandarinas, como los números que acaban en 8, azul como aquel año en el que nos vimos atrapados, como el reflejo del cielo en el mar, azul como tu sonrisa, como esta noche iluminada. azul era la puerta de aquel bar.

después de muchos años de ausencia, de silencios y olvidos, allí estaba yo, delante de aquel cartel que rezaba "donde el dolor se pierde". entré y apenas había cambiado. el mismo camarero, las mismas mesas desvencijadas, las mismas sillas medio rotas y aquel olor a caramelo que tanto nos gustaba. miré alrededor buscando la mesa en la que pasamos tantas tardes cuando aún no éramos tan idiotas, cuando aún quedaba algo de inocencia en nuestras manos y todo estaba empezando. tampoco había cambiado, ya casi no se podía leer aquello que escribiste, también otros habían escrito después.

me senté y le pedí al camarero un batido de chocolate, como entonces, quizá aún le pusieran algo de nata y sirope, como a ti te gustaba. no sabía porque había vuelto allí, ya hacía muchos años, no había vuelto a saber nada de ti y sin embargo, no había podido evitar entrar al pasar por aquella calle.

el batido me trajo recuerdos. madrid se coloreaba en sepia, en la calle la gente se vestía de otra manera, el camarero tenía más pelo y tú estabas sentada a mi lado. abrí los ojos y ya te habías ido. mientras saboreaba nuestro manjar de otros tiempos, volvía a sentir lo que aquellas tardes junto a ti. el calambrazo cuando te acercabas a mí en las escaleras del metro, el escalofrío cada vez que me tocabas sin yo esperarlo, el cosquilleo de saber que algo malo estábamos haciendo bajo la mesa, las lágrimas del adiós, la alegría del hola de nuevo...

nuestro rincón preferido en el mundo, solíamos decir. allí pasábamos noches en vela, allí nos dimos nuestros primeros besos y nuestros primeros regalos de aniversario. allí sentimos que siempre íbamos a estar juntos. y allí sentimos que todo había acabado.

hoy he vuelto a pensar en ti. parece que últimamente tu recuerdo está más cerca, como si quisiera verte de nuevo, como si un día fueras a volver, como si otra vez quisieras entrar en nuestro bar azul.

9.1.08

el autobús

camino de la facultad he recordado lo que me contó. otra vez ismael ha traído a mi memoria una historia, la suya, la que él vivía mientras a mí se me enrojecía la oreja pegada al teléfono. aquella historia que le atormentaba pero que también le hacía cosquillas en el estómago. ese cuento de hadas maldito, ese miedo horrible que jamás acababa y que no podía superar.

me contó que una mañana aún con los ojos pegados, aún con esa cara de sueño que acompaña a los estudiantes en el autobús, camino de las aulas en las que seguirán dormidos, vio a una muchacha de mirada avispada y melena oscura al viento, de esas que sólo salen en los anuncios de champú. sin embargo, no le prestó mucha atención, no en vano, mucha gente se sube a un autobús en una ciudad tan grande como ésta. él bajó no mucho más tarde y ella siguió su camino.

pero, ¿sabes? volvió a encontrársela al día siguiente, y al otro, y al otro... él se quedaba mirándola desde el momento en el que subía. admiraba su rostro, con las líneas perfiladas, los ojos marrones y grandes y la nariz puntiaguda, sus labios gruesos, sus graciosas orejas y aquel pelo que tanto le gustaba. cada día él repasaba sus rasgos y encontraba nuevas sorpresas en ella. pero jamás se atrevió a decirle nada.

ella se fijaba en él, a veces. a veces, incluso parecía que quería decirle algo con la mirada, que se acercara quizá, que le dijera su nombre, que le contara su historia y la divirtiera con sus chistes. pero él siempre me decía que no se sentía capaz, que le daba miedo no estar a la altura, que ella le rechazaría y que jamás podría olvidarlo. yo siempre pensaba que era mejor arriesgarse, que las oportunidades se repetían un número finito de veces, que no podía dejarla escapar esta vez.

jamás pude convencerle. un día ella dejó de subir a aquel autobús. él aún no ha podido olvidarla, todavía se lamenta porque no fue capaz siquiera de preguntarle cómo se llamaba. quizá algún día vuelva a encontrarla. quizá.

8.1.08

de teléfonos

ella esperaba junto al teléfono sentada a la mesa de la cocina. los segundos pasaban lentos, como si ni siquiera pasaran, como si el mundo sólo andase de vez en cuando. los minutos se hacían largos mientras esperaba. en cualquier momento aquel aparato casi verde, casi azul, haría "ring, ring", ella dejaría que hiciera aquel ruido varias veces para no parecer desesperada y luego, justo antes de que él colgara ella lo cogería y diría, "¿dígame?". todo estaba planeado, todo tendría que salir bien, pero el teléfono no sonaba.

las agujas del reloj apenas se movían, y sin embargo aquel paquete de galletas cada vez estaba más vacío. "me voy a poner como una foca", decía mientras cogía otra. pero no podía evitarlo, necesitaba hacer algo mientras el tiempo no corría, necesitaba saciar su apetito, aunque fuera comiendo. él aún no había llamado desde la última vez que se vieron. y los minutos pasaban lentamente, casi sin pasar, como si el mundo sólo andase de vez en cuando. y las galletas se acababan.

a cada poco ella descolgaba el teléfono para comprobar que la línea seguía allí, intacta, para saber que ningún bromista había cortado los hilos que unían su casa con la de él, que de alguna manera seguían conectados. y siempre había línea, pero aún no se oía ningún "ring, ring". "quizá aún esté dormido", pensaba. "pero si ya son las 6 de la tarde, no puede estar dormido", volvía a pensar. "¿será que no me quiere? ¿qué hice mal aquella tarde? ¿pensará que soy una borde? o peor, ¿creerá que no me gusta?"

las dudas la atacaban, el día se hacía interminable y él seguía sin aparecer. "¿por qué no me llama?". la ansiedad se apoderaba de ella, "¿le di mi teléfono? sí, claro que se lo di. entonces, ¿por qué no me llama? no lo sé, no lo sé". las galletas se habían acabado, el mundo se estaba desplomando y una sensación de vacío la inundaba... qué ironía, ¿verdad? hoy el tiempo se agotaba para alguien en aquella cocina.

sin embargo, pasó lo que tantas veces pasa. "ring, ring", "ring, ring", "ring, ring", y cuando estaba a punto de colgar... "¿dígame?"

era él.

4.1.08

el tempranillo

por la sierras de ronda anda un hombre sobre su caballo. se llama josé maría pelagio, le llaman el tempranillo. estamos en 1825 y yo sólo soy un niño pobretón, de esos que vagabundean por la ciudad buscando despistados bolsillos o algo que echarse a la boca. dicen que es muy joven, sin embargo yo no me lo creo, es un bandolero demasiado famoso para tener apenas 20 años. ¿sabes? he oído a la gente decir que nunca nadie ha sido tan malo con los que más dinero tienen. ojalá yo pudiera ser como él, huir como él por las montañas, ver mundos y ganar dinero. qué más da la justicia, si me escondo bien jamás me encontrarán, como nadie lo encuentra a él.

oí que daba dinero en las aldeas a cambio de cobijo, que ayudaba a los pobres. me dijeron que una vez le dijo a un arapiento campesino que iba sobre un burro moribundo que le comprara un mulo al herrero a cambio de 1500 reales que él mismo le daría, el campesino compró el mulo y al día siguiente, la banda del tempranillo fue al herrero a por sus 1500 reales, él no los necesitaba... también dicen que suele atracar los carruajes señoriales pero que jamás hace daño a las damas, dicen que siempre ofrece su brazo para bajarlas del coche y que mientras las lleva debajo de cualquier árbol para protejerlas del sol les quita las joyas diciendo: "este cuerpo tan hermoso no necesita tantas alhajas". alguien me contó que las mujeres suspiran por él.

y yo quiero que suspiren por mí. ya sé mucho acerca del arte de robar, desde que salí de aquella casa de nodrizas no he hecho otra cosa en mi vida, ahora quiero irme con él. quiero batirme en duelo de navajas y golpear en las ventanillas de los carruajes sacando el dinero a espuertas de allí. quiero ser rico y vivir viajando, sin esposa ni hijos, sin ataduras. quiero marchar. y cuando llegue la hora de mi retiro, entonces viviré como un sultán de esos que estuvieron por aquí en otras épocas. entonces tendré miles de historias que contar, tendré cicatrices que hablarán de mis emboscadas, de mis traiciones y mis largas noches de frío en el monte.

hoy el viento sopla y alguien susurra que el tempranillo pasará por el río cuando los carruajes reales partan hacia sevilla. hoy es mi día, correré a su encuentro y le pediré que me lleve con él, seré su más fiel escudero.

quiero ser su mejor compañero de batallas, quiero jugar a ser pistolero, quiero... quiero... quiero dormir. no he pegado ojo en toda la noche, ya está bien de inventarse batallitas.

2.1.08

año nuevo

en las calles de madrid aún se podía escuchar el rumor de miles de personas descorchando sus botellas para brindar por el nuevo año. aún habitaba el recuerdo de las doce campanadas en la puerta del sol: una... dos... tres... ...doce... bien...! y cientos de silbatos y espantasuegras, rios de cava y vino, pelucas, trajes destrozados, besos, abrazos y vivas. la resaca de todo aquello podía sentirse aún, 4 o 5 horas más tarde.

allí estábamos caminando calle abajo, discutiendo quién era más rápido si superman encontrando una cabina telefónica, poniéndose su capa y saliendo al rescate de su preciosa lois o billy el niño, ese trasnochado forajido que en menos que cantaba un gallo sacaba su pistola, apretaba el gatillo y te dejaba sin aliento. yo siempre apostaba por billy, era obvio, pero él siempre me hacía dudar. ya sabes, eran conversaciones sin pies ni cabeza, de esas que siempre surgen a ciertas horas de la noche, más bien, de noches como aquella.

sí, recuerdo que también hablábamos de cosas trascendentales: de por qué tenía que bajar aquella bola antes de empezar las campanadas, de si sería obligatorio ese año bajar la tapa del water después de usarlo, de cómo haríamos para colarnos en el siguiente garito... en fin, temas sin los que no se puede sobrevivir una noche en madrid. sin embargo, al paso de un rato dando vueltas por chueca sin encontrar el camino correcto, él se sentó en un portal y yo a su lado.

un par de horas más tarde ya habíamos repasado un año que se había perdido en la oscuridad de lo que una vez fue y ya no lo era. él me habló de ella, de cómo la perdió, de cómo la dejó marchar sin entender siquiera por qué lo hacía, me explicó su sensación de vacío mientras dormía, esperando a que alguien, ella, volviera a abrazarle para no pasar frío. me contó que apenas sabía quién era desde que se fue, que ya nada era igual... me dijo que ella había encontrado a alguien, que ya le había olvidado.

yo me levanté y le dije, "vamos". y empecé a correr y él me preguntó: "¿dónde?" y no sabía si daría resultado, pero le dije, "sígueme, corre" y encontramos el camino y salimos de aquel barrio de laberintos y giramos hacia la derecha en la gran vía y corrimos, corrimos muchísimo, quizá fueran las alas que da el alcohol, quizá la rabia que llevaba dentro, me adelantó. sabía donde quería ir, sabía que íbamos a repetirlo. y corrimos juntos, a toda pastilla, como si alguien nos persiguiera y cruzamos la calle desierta y torcimos camino de la plaza de españa. y bajamos hasta donde el amigo alonso quijano nos esperaba montado en su rocinante, también nos miraba sancho. les saludamos gritando y corriendo nos tiramos al estanque, nos revolcamos como si fuéramos niños en un parque de arena, como si quisiéramos limpiarnos todo lo malo de un año que había acabado en aquel agua tan sucia.

nos miramos y tiritando nos pusimos a reír. no podíamos parar... 2008 había empezado, la historia nos daba otra oportunidad.
 
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