31.10.08

de semanarios estudiantiles iii

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hacía frío aquella mañana de noviembre, así que corrió hacia el rincón que habían reservado para él y sus cartas respondidas. encendió el calefactor, se quitó los guantes, lió la bufanda en la percha, colgó el abrigo, hizo lo propio con la chaqueta y por último, dejó su sombrerito de felpa sobre la gigantesca pantalla de ordenador que tenía delante. después fue cuando vino la secretaria y... bueno, ya sabes, dejó sobre su mesa la famosa misiva de amor y miedos.

"consultorio sentimental del doctor amor". era lo único que allí ponía. abrió el sobre y leyó despacio:

señor amor... es difícil para mí hablar de esto, creo que aún no lo tengo demasiado claro pero a la vez, me es necesario confiarle este secreto a alguien. desde hace algún tiempo siento algo especial por una persona. no sé si es amor, son... son cosas extrañas en el estómago, como si alguien me soplara por dentro cuando oigo su voz, cuando leo sus escritos... sabe hacerme reír cuando habla de amor sin querer, sin entender apenas nada... como yo... a veces me enfada... me indigna cuando da consejos erróneos a gentes desesperadas y a veces... a veces no puede ser más adorable. trabajamos juntos y creo que él está seguro de que le odio porque no hago caso a sus peticiones... pero no es así. sólo es que... me divierte. puede que sí me esté enamorando... no sé qué hacer... ¿tienes alguna sugerencia para mí? por cierto, no puedo decir su nombre, así que lo llamaremos my beautiful thing.

estoy arrepintiéndome de escribir todo esto... gracias.

dejó la carta sobre la mesa y de súbito, el frío abandonó su cuerpo y un calor sofocante empezó a hervir la sangre de sus manos. entonces quiso entender todo aquello... quiso relacionar palabras, hechos, miradas y sonrisas. todo se unió en su cabeza en un montón de imágenes y sensaciones que había interpretado mal durante meses. palabras, hechos, miradas, sonrisas, todo se unió en un mismo hilo argumental, el de la historia que había vivido sin saberlo durante el tiempo que había pasado trabajando en aquella redacción.

en su cerebro todo fue muy rápido, sus neuronas hicieron conexiones demasiado aceleradas, tanto que empezó a dolerle la cabeza cuando entendió que la única persona en toda la facultad que hablaba de amor y además lo hacía francamente mal, era él. comprendió entonces que el autor de la carta tendría que trabajar con él y que tendría que ser alguien a quien pidiera favores día sí y día también, pero favores importantes, de esos que si no se cumplen, te hacen rabiar. entonces todo tuvo sentido. my beautiful thing era la canción que el director del periódico ponía a todas horas...

dudó. millones de preguntas y ninguna respuesta. qué hacer, qué hacer... las luces empezaron a temblar ante sus ojos. bajó los párpados. respiró. sonrió. e hizo lo que siempre había querido hacer antes de darse cuenta de que aquel apuesto jefe no era más que un capullo con traje de snob cabreado. equivocada percepción, por cierto. así que se levantó mientras las piernas le temblaban, cogió su sombrerito y anduvo por toda la redacción hasta la mesa del autor de tan hermosa carta. rodeó el escritorio, apagó el cd, le caló el gorro al jefe y le plantó un beso en los labios de esos que hacen época. acto seguido, la bofetada sonó en todo el recinto universitario.

- y esto por haberme dejado en aquel horrible rincón durante los últimos cuatro meses.

27.10.08

de semanarios estudiantiles ii

era el primero en leer aquel pequeño espacio dedicado a las ilusas preguntas de estudiantes desesperados porque tal o cual personaje no hacía caso a sus insinuaciones amorosas. pero no lo hacía por esa curiosidad innata al ser humano que le obliga a querer ser partícipe de casi cualquier demostración pública de intimidad, tampoco lo hacía porque necesitara saber más del otro, ni para comprobar lo absolutamente estúpido que puede llegar a ser alguien que cree que un desconocido puede solucionar un problema que es totalmente personal e intransferible.

no, no leía aquella sección obsoleta del semanario estudiantil por ésto. lo hacía porque adoraba aquella manera suave y vaga de escribir que tenía el pitoniso al otro lado del papel. desde hacía mucho tiempo esperaba cada semana a que alguien le enviara cartas para que las respondiera con sus reflexiones erróneas y sus consejos estrafalarios. y sin embargo esta vez no era igual, esta vez esperaba con algo más de inquietud, quizá fuera porque esta vez, el que había enviado similar epístola había sido él mismo.

y es que hacía ya algún tiempo que lo había relegado a aquella esquina de la redacción. al principio, él había llegado con vientos de superioridad y un pedante acento de niño pijo que no le había hecho ninguna gracia. creía saberlo todo acerca de los profesores, todo acerca de las relaciones que se cocían a unos cuantos metros del edificio de clases. pero él, que era el director de tamaño proyecto estudiantil, no había cejado en su empeño de hacerle pagar un peaje a todo nuevo escritor que quisiera pasear entre las mesas de su redacción.

así que allí lo colocó. pero con el paso de las semanas empezó a sentir cierta simpatía hacia aquel extraño personaje. no en vano, había acogido aquel lugar con un aplomo envidiable, la mayoría de redactores no habían durado más de un par de números antes de abandonar el barco. claro estaba que sus consejos no podían ser más horribles y que en más de una ocasión alguien había telefoneado para dar sus quejas llorando por lo mal que le había ido siguiendo al profeta amoroso.

pero no importaba, él se divertía mirándole a hurtadillas mientras resoplaba con cada nueva carta deseosa de comprensión. y como se divertía, cada vez que le pedía que le dejara cambiar a otra sección él se negaba sin oscilar, con la voz más tronante de la que era capaz. y cada vez que se lo pedía y cada vez que leía su sección... cada vez... cada vez le gustaba más aquel muchacho de cuerpo espigado y aires cool.

por eso aquella mañana dejó la carta en el buzón del semanario. por toda dirección: "consultorio sentimental del doctor amor".

21.10.08

de semanarios estudiantiles

a la vista de todos había quedado bien patente su ineptitud total para escribir recetas de como comportarse ante determinadas situaciones a las que nadie había dado nunca un guión prefijado. me explico. como si viviera dentro del día de la marmota, había caído cientos de veces en el mismo error sin poder corregirlo, cada ocasión era una oportunidad perdida y no porque no lo intentara, no te creas, él hacía lo que podía. pero era eso, que no podía.

después de todo, la sección del periódico universitario dedicada a consejos amorosos no había sido idea suya, como tampoco había sido idea suya responder a las misivas de decenas de alumnos nerviosos antes de proponer una cita a la chica de sus sueños o al capitán del equipo de fútbol. pues eso, que él hacía lo que podía, pero casi siempre lo que podía no era suficiente. así pasaba lo que pasaba. y eso que siempre había soñado con ser el mejor redactor de crónicas rosa del edificio departamental, siempre a la caza de la noticia más jugosa, degustando ser la comidilla estudiantil.

así que nada, que no podía ser. el director del periódico no le daba la oportunidad de su vida y mientras tanto, él se podría en los inframundos de la psicología sentimental y no con demasiados buenos resultados: casi cada individuo que osaba pedirle consejo acababa escarmentado, enterrado hasta las cejas en el tedioso cenagal del olvido amoroso, acordado frente a la idea de una nueva cita, arrugado de tanto llorar en cualquier rincón de su habitación.

qué contarte. un día pasó lo que tenía que pasar. la secretaria del periódico dejó una nueva carta sobre su mesa. y esta vez tuvo la sensación de que el enamorado soplaba los vientos por él mismo, quiero decir, por nuestro extraño san valentín. ¿podría ser posible? ¿sería enamorado o enamorada? ¿debería disuadirle de intentar cualquier difusa técnica amatoria? ¿o por el contrario tendría que darle las pistas para conquistarle? y en ese caso... ¿cómo acabaría aquello? ¿acertaría por una vez o erraría de nuevo? y lo más importante, ¿quería él ser conquistado? 

demasiadas preguntas... ¿alguna respuesta?

17.10.08

hace días

hace días que no tengo nada nuevo que decir. nada distinto a lo dicho ya en otros lugares, en otros tiempos. llevo días de desasosiego y tráfico, de noches vacías y mañanas dormidas, de oscuras cicatrices que no quieren cerrarse. de izquierdas que se convierten en derechas, de absolutas necedades en televisión, de manuscritos inacabados y palabras ininteligibles. llevo días de lucha en un universo que no es el mío, que no siento, pero en el que no participo.

hace días que perdí la noción de la vida, de lo que ocurre a mi alrededor, de las justicias inventadas, de los disparates secretos. ya no entiendo nada de este mundo loco, que a veces recuerda a uno de esos cuadros de el bosco. cualquier cosa es un desengaño: una película que no me acaba de convencer, un libro que abro y cierro casi automáticamente, un par de cuartillas que tiro a la basura porque ya no tienen nada que ver conmigo. cualquier cosa te rompe por dentro: la ciudad, la gente, las esperas, los silencios, los ruidos, los semáforos, los sueños, las pesadillas, el tiempo, el impás, las canciones, las historias, la radio, la crisis, el trabajo, tú, yo...

hace días que perdí toda esperanza de rejuvenecer para siempre. hace días que los incendiarios me llamaron para prenderme en su hoguera. días de amargura que se atavían con sonrisas de mentira, que se esconden tras las vallas publicitarias, tras las lonas que cubren los edificios en obras, tras los presentadores de televisión. hoy necesito esto y aquello, mañana aquello otro y lo de más allá. jamás quedas satisfecho, jamás puedes dejar de querer, de desear, de perder. hace días que no abro la boca, que no opino, que no dudo, que no pienso.

hace días que olvido, que trato de vaciarme por dentro, que necesito empezar de cero, de cero, del más redondo de los ceros. hace días que no recuerdo. ansío perderlo todo y empezar de nuevo. de cero, del más absoluto de los ceros. despojarme de mí mismo, de mi ser, de mis historias, de mis cuentos. olvidarlo todo.

pero no puedo. no quiero.


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inspirado en las reflexiones de gilles lipovetsky en la sociedad de la decepción. yo... hoy sí pienso.

14.10.08

dos iguales


ayer volví a jugar a las palabras con la chica del vestido azul. en la cafetería de siempre, a la hora de costumbre y con la misma taza de té ante mis manos. yo tenía mi cuaderno de notas abierto, intentaba encontrar los versos que transcribieran lo que me llevaba rondando la cabeza más o menos una semana. entonces llegó ella y entonces, también, ray charles sonaba en algún lugar de la sala.

ella se sentó cerca de la barra. abrió su portátil y empezó a teclear sólo después de haber pedido una copa del whisky habitual. a mí me llegó la inspiración al cabo de unas pocas cuartillas y ella me miraba de reojo como quien sabe que está siendo observada, como si temiera que me acercara a ella. con una timidez tan elegante como nerviosa... con unos ojos tan tristes como deseosos de algo más de contacto en este mundo que aísla y nos pierde.

las musas vinieron a mí casi por arte de magia, mientras ray tocaba su piano y ella se imbuía en el mayor de los letargos literarios. yo escribía uno tras otro de esos versos anhelados y ella pulsaba teclas llevada por la histeria o quizá por la historia que estaba creando. mi estilográfica apuraba el papel como si no existieran folios en el mundo y ella... ella había sido tocada por un ángel en aquel mismo momento. sus pupilas miraban entre el espeso humo de tabaco, sus oídos se aguzaban y eran capaces de percibir hasta el más mínimo sonido, su tez se enrojecía y ray enloquecía con su canción.

me daba la impresión de haber visto aquella misma imagen no muchos días antes. entonces quise saber algo acerca de su vida, quise haber conocido su nombre para poder llamarla a mi lado y preguntarle qué tal, qué es eso que escribes, hace cuánto que no le hablas a nadie. quise hacerlo, de veras, pero no pude. no lo hice porque soy igual que ella, porque mi vida es triste y sucia, porque sólo escribo y apenas leo, porque sólo observo y jamás hablo, jamás llamo, nunca vivo. 

al cabo de un rato, cuando yo casi había terminado mi tercer poema mal escrito, ella se levantó y supe que volvería a verla en el mismo lugar algún tiempo después. también supe que no hablaría con ella, que seguiríamos siendo dos iguales en un mundo distinto, extraño. que no terminaríamos juntos. que su historia acabaría en un cajón y mis poemas en el limbo. 

6.10.08

amanece en la ciudad



amanece en la ciudad. poco a poco el sol va alumbrando las calles pero ellas se empeñan en mantener el reflejo azul de los primeros ratos de luz. los sonidos empiezan a aflorar, la tranquilidad acaba. los trabajadores salen a la calle, los párpados inflados, aún casi dormidos. suben a sus automóviles, viajan durante media hora si es que tienen suerte, los dejan aparcados (o no) a quince minutos de su lugar de trabajo, suben al ascensor y empiezan una nueva jornada en su cubículo de dos por tres metros cuadrados, antes de consultar la abultada agenda y el menú del día en el comedor de la empresa.

mientras, él sigue dormido ajeno a todo. sus ojos siguen cerrados y su respiración sintoniza con la atmósfera de la habitación. aquí todo es blanco, impoluto. sin estrés. dulcemente aislado de las turbulencias que empiezan a sentirse más allá de la puerta de casa, en pleno centro de un infierno de cemento y metal. el cielo es azul como cualquier otro día, sólo que ya estamos en invierno y aún no ha llovido una gota. en la calle los taxis empiezan a sentir el calor de los viajeros en sus asientos, las cafeterías bullen de gente que entra y sale y la boca del metro hace desaparecer a decenas de personas cada minuto en la oscuridad del subsuelo. pero él no siente nada. su sueño imperturbable le hace incapaz de notar cualquier otro roce que no sea el de las sábanas. sólo duerme, respira y se mueve cuando la postura no es lo suficientemente convincente.

a unos metros de distancia está ella. hace un rato que está despierta pero no puede moverse. ni siquiera puede creerlo. ojalá el mundo parara y pudiera disfrutar de aquel momento antes de que todo vuelva a empezar. antes de que se revolucione la historia y el día se haga eterno sin él. o bueno, con él pero sin la tranquilidad de ahora. han pasado una noche placentera, no cabe duda. él campa a sus anchas tapado hasta las cejas y ella... ella ya está impaciente. así que con cuidado intenta levantarse de la cama sin despertarle. lo consigue. menos mal, cualquiera sabe qué podría haber pasado... se acerca a la ventana y desde el cuarto piso de su edificio contempla la bulliciosa vida en la ciudad.

un par de semanas más y ella estará allí. aunque su mente seguirá aquí. muy cerca de ese lindo bebé que duerme junto a ella. la directora ejemplar tendrá que volver a su puesto de trabajo. es hora de desayunar.

4.10.08

un lugar nuevo

los primeros días del otoño están siendo soleados en madrid. un sol que aprieta poco por las mañanas dejando que las frías ráfagas de viento envuelvan a los peatones y les obliguen a portar unas prendas de abrigo que odiarán en cuanto lleguen a su destino y el sol empiece a brillar.

las nubes no tapan el azul añil del cielo madrileño, no huele a tierra mojada ni el aire resopla aires de agua. aún no he estrenado el paraguas, aún no he tenido que correr para resguardarme. tampoco he estrenado ese hueco cálido y seco que un par de amigas han hecho para mí al otro lado del atlántico. aún no he estrenado ese rincón casi oculto del mundo que habitamos en la red, un lugar dedicado a los días de lluvia. o mejor, a los sentimientos que se acumulan debajo de una manta mientras la lluvia arrecia al otro lado del cristal.

¿sabéis? a mí me gusta la lluvia, me gusta esa imagen que todos tenemos grabadas en nuestras retinas de rick blaine e ilsa lund en casablanca. me gusta esa sensación de seguridad leyendo un libro o con una taza de café entre las manos mientras al otro lado diluvia y los coches se mojan. me gustan las tardes nostálgicas, esas tardes de recuerdos e historias, de cuentos... al son de las gotas que caen sin cesar.

hoy que es domingo, que la lluvia no viene a este punto del mundo, que el sol no descansa... hoy voy a soñar con waterproof.       :)
 
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