20.6.10

dos cosas

la primera... hablaros de la pena que me embargó hace un par de días cuando supe que el gran josé saramago había muerto. tantos textos. tantos libros. tantas ideas... qué puedo decir de él. descanse en paz.

la segunda. acabo de descubrir este video en elpaís. sentirse identificado es poco. hay tantas y tantas historias como éstas... tanto sufrimiento maltratado... sólo me gustaría que le echárais un vistazo. porque no podemos dejar de recordar.

13.6.10

de trenes

ella lo miraba por encima de su libro. lo observaba a hurtadillas. cuando él se interesaba por algo, al otro lado del cristal. lo miraba sonriendo para sí misma. auscultándolo con sus ojos enormes. reparaba en cada milímetro de su cara. en las arruguitas de su frente. en la barba recién recortada y en sus hoyuelos de mentira (como ella decía). casi siempre se embobaba mirándole las manos. estudiaba sus movimientos, se los aprendía de memoria. siempre los mismos. siempre igual. siempre con aquellas gafas de alambre que le sentaban tan bien.

lo amaba, ni más ni menos, cual canción de ismael serrano. cada mañana esperaba el momento de caminar hacia el andén. tenía la esperanza de encontrarle en el asiento de delante. ella lo buscaba. él siempre llegaba antes. a veces se probaba un vestido nuevo sólo para que él la viera más guapa. a veces pintaba sus labios, rojos como las cerezas. se envolvía en perfumes con sabor a fresa. caminaba con garbo, moviendo las caderas, como si quisiera hipnotizarle. y nunca, nunca, nunca, sabía si él la miraba. siempre parecía abstraído, como en otro mundo.

un día decidió hablarle. decidió que había llegado la hora de contarle sus sueños, de mirar al futuro e imaginarse en una playa desierta, con él a su lado. decidió que había que ser valiente. que aquellos ojos tristes tenían que mirarla aunque fuera por una vez. así que aquella mañana se puso su vestido favorito. se maquilló, pero tan sutilmente que casi no se apreciaba. y se perfumó tanto que la gente se volvía para mirarla. esperaba, intranquila a que llegara el tren. se miraba los zapatos. se estiraba el vestido. se atusaba el pelo. y aunque nadie la oyera, susurraba palabras mientras ensayaba su discurso. ahí llegaba la locomotora.

y ahí estaba él. como siempre, justo delante de ella, que tose intentando llamar su atención. sin conseguirlo. perdona, le dice. y él que no le hace caso. ella le mira intensamente. y él por fin parece reaccionar: ¿es a mí? ella sonríe. ¿sabes? llevo mucho tiempo fijándome en ti. él sonríe, tímido: ¿cómo te llamas?

y así empezó su historia. una historia con final. lo conté aquí ya. quizá continúe dentro de mucho tiempo.
 
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