12.5.09

pantalón verde, chaqueta gris (capítulo 2)

las persianas caídas de cada alto caserón no decían nada más que allí nadie quería saber nada de la vida. o de la no vida... porque en aquel laberinto de calles, tranvías y carreteras, apenas se movían las hojas caídas de aquel otoño gris. un olor polvoriento volaba camino de narices extranjeras, camino de mentes extrañas a aquel mundo perdido.

y yo seguía detrás de aquel tipo raro de barriga oronda y trasero invisible. seguía siguiéndole sin entender muy bien por qué no había mirado ya hacia atrás. por qué no me había descubierto aún detrás de sus pasos... lo cierto es que andaba ya algo mareado después de tantas vueltas, de tantos recovecos, de tantas plazuelas inciertas y caminos desiertos... 

de repente, aquel buen hombre, porque a aquellas alturas del paseo ya me había hecho su amigo en mi mente de sabueso primerizo, se paró ante la pequeña puerta de un edificio inmenso. una luz mortecina se asomaba alrededor del marco de aquel pequeño bosque de maderos desvencijados. el tipo tocó un par de veces con sus nudillos de terciopelo color carne y la puerta ni se inmutó. nadie habló detrás de aquellas paredes. nadie se movió detrás de aquellas ventanas empañadas... 

el tipo insistió. y yo me preguntaba qué carajo hacía un hombre como él llamando a una puerta como aquella en aquel barrio olvidado... otros dos golpecitos me sacaron de mi pregunta sin respuesta. se rascó la cabeza, pensando quizá en si se había equivocado de día o de puerta... se quitó las gafas que tendría sucias, miró al trasluz, volvió a ponérselas, aquellas motas de polvo adheridas no eran suficientes para ser limpiadas. 

y allí seguía... de pie. como si su único trabajo aquel día fuera esperar. primero al tren. luego a la parada. y ahora en aquel lugar, delante de un mastodonte de piedra y pequeña boca de pino añejo. igual que yo. que empezaba a tener hambre... que empezaba a pensar que nada tenía allí interés.

7.5.09

pantalón verde, chaqueta gris (capítulo 1)

un tipo gordinflón entró en el tren. sus ojos redondos y oscuros detrás de unas gafas redondas y oscuras... en una cabeza redonda de tez oscura. nadie lo miró, nadie parecía haberse percatado. a nadie le interesaba. a nadie excepto a mí, que por las mañanas, somnoliento, me da por mirar las caras somnolientas de los adormecidos pasajeros que recorren la ciudad para ocupar su puesto de trabajo en el lado opuesto del mundo.

nadie excepto yo parecía haberse dado cuenta de que su chaqueta grisácea de hombros desgarbados y anchos no combinaba en absoluto con unos pantalones extrañamente verdes, cortos y raídos. los calcetines negros, impecables y los zapatos... parecían una reliquia del siglo xix, impolutos, como si acabara de estrenarlos. el curioso arte de la moda parecía ser desconocido para él.

y allí estaba él. sentado en aquel vagón de tren. desparramado, como si ya estuviera cansado por el simple de hecho de haberse levantado de la cama aquella mañana. la mirada perdida en la nada, un libro en las manos que nunca miró y su zapato derecho moviéndose arriba y abajo, al ritmo de cualquier musiquilla que danzaba en su mente. un fox trot quizá, un jazz descuidado, alguna canción de radiofórmula... quién sabe. 

el caso es que aquel tipo no dejaba de intrigarme. y tampoco sé muy bien qué era aquello que sentía... sería que me aburría en el trabajo. o que ya apenas encontraba historias que contar... sería que hacía tiempo que no había estímulos que me sacaran del aburrido mundo de las sumas y restas. sería... o no. dos paradas antes de la mía, aquel hombre demasiado grande como para conceder el asiento vecino a un otro cualquiera salió del tren y yo, que no pude evitarlo, corrí detrás de él.

cosas de la vida. nunca había pisado aquella parte de la ciudad. un lugar solitario, huérfano de nombre y visitantes. nadie habitaba sus calles, nadie paseaba por los bulevares abandonados y sucios. no era un lugar peligroso, tampoco era frecuentado por vagabundos ni putas... era un lugar olvidado, desagradecido, destinado a nada, a nadie. no se veían restaurantes, tampoco tiendas. la vida se acababa allí. o eso parecía.

4.5.09

al respirar

otras historias. parece que últimamente los nuevos proyectos se hacen dueños de este cuaderno azul. pero no quiero que dejéis de mirar este vídeo en el que he tenido la oportunidad de echar una mano. no es porque yo lo diga, y tampoco porque sea suyo... pero se atisban formas de creativa directora aquí.

me encanta.


 
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