30.12.08

de la camisa azul (iii)



¿hola? ¿aún estás ahí? lo siento... acabo de correr cuatro manzanas para llegar a casa. es que el teléfono de joe es una basura. todavía no entiendo por qué siempre voy allí para hablar contigo... será que me gusta beber su cerveza... sí, si no fuera por ella ese viejo tacaño ya no tendría clientela... ¿sí? no... ¿sí?... no, no, eso es imposible... ¿qué? ah, mi historia. perdona... ya se me había olvidado. ¿cómo? ¿que vaya deprisa que tienes una cita? ¿con quién? ¿cómo? ¿que mi historia? ah vale, sigo, sigo...

¿por dónde iba?... ah, sí, es cierto... y entonces sonó el teléfono... ¿que si era ella? claro que era ella, quién si no. tú jamás me llamas... siempre tengo que hacerlo yo. y nadie más sabe mi número. qué preguntas... ¿que para qué me llamo? bueno, ya sabes, quiso saber dónde había pasado la noche. se había preocupado después de mi salida triunfal del restaurante, por lo visto había tropezado con algunos comensales antes de irme. ya te lo he dicho, hacía tiempo que no bebía tanto. también me contó la razón de su retraso, me dijo que el tipo de la camisa azul la había encontrado.

¿cómo? pues no lo sé... no sé quién pudo darle su dirección... ya sabes que hombres como él conocen a mucha gente de la peor calaña. seguro que alguien la vio y fue a soplarle donde estaba. en fin, me dijo que le había suplicado que volviera, que había cambiado, que el tiempo que habían estado separados había sido muy duro para él, que la historia iba a ser distinta esta vez... ¿y ella? ella me dijo que no le había dicho nada, que había permanecido callada todo el tiempo pero que no podía echarlo de allí. dice que el tipo de la camisa azul se puso a llorar como un bebé, que le pedía insistentemente que volviera a aquella triste habitación de la calle décima, aquella en la que la había tenido encerrada durante meses... pero ella siguió sin decir nada y entonces, el tipo empezó a enloquecer.

¿lo imaginas? yo no pude parar de reírme, cuando me lo contó. aquel hombre musculoso, con cara de haber estado cabreado toda su vida, con dos fuentes por ojos y corriendo por todo el apartamento, gritando otra oportunidad, "me la merezco, me la merezco, me merezco una segunda oportunidad" y ella sólo callaba. ¿de veras crees que la merecía? qué va. ella me dijo que de repente se había cansado de oírle y salió de allí. él la siguió escaleras abajo, ella llamó a un taxi y antes de subir le dijo: "mira, lo siento, siento haberme ido de tu lado, lo siento de veras, pero no lo aguanto más. no te quiero, ya no... y es por tu culpa. Ahora, si me permites, llego tarde a una cita". pero para entonces yo ya estaba tan borracho como una de esos bizcochos que la tía sally baña¿ba en ron antes de comérselos.

¿entonces qué? ah... bueno, ya sabes, para entonces yo ya me veía felizmente casado con ella, incluso podía imaginarme la cara de nuestros hijos... todo estaba empezando a encajar. todo... ella había venido a la cita, sólo aquel memo de hombros anchos y camisa perenne había impedido el principio de una hermosa relación. pero, ¿sabes? la muy... bueno, mejor no lo diré... la muy... no, no debo decirlo... la tía, ¿sabes lo que me dijo? ¿qué no? pues me dijo que de todas maneras lo nuestro no habría prosperado... y a mí se me hizo un nudo en el estómago. ¿por qué? pues porque dijo que ya había encontrado a otro, un tipo sensible, no como nosotros, alguien que la hacía reír, no como nosotros, alguien a quien jamás se le acababan las historias...

¿qué? ¿que si sé quién es? no tengo ni idea... y lo peor es que aquella noche vino sólo para decirme que no habría nada entre nosotros, que olvidara lo de aquella noche, que me olvidara de ella, que no merecía la pena, que había muchos peces en el río... que... que... ¿hola? ¿estás ahí? ah... que habías ido a abrir la puerta... ¿quién...? ¿esa voz...? no... no puede ser... ¿tú? ¿tú eres el otro? ¿que tienes que colgar? ¿hola...? ¿hola...? maldito desgraciado... ¿jamás voy a tener un poco de suerte en la vida? mejor me voy con joe...

25.12.08

de la camisa azul (ii)



sí... era noche buena... ya te lo dije: no era un buen momento. te dije que no tendría que haberla llamado, que la historia no era tan fácil, que los hombres siempre vuelven al lugar del crimen... las mujeres también, por supuesto. te lo dije. y tú me insistías y yo no tengo fuerza de voluntad, ya te lo he dicho muchas veces... me ciegan esos labios, ese cuerpo de terciopelo que se contonea delante de mí, esa voz... sobre todo esa voz...

te lo dije. y tú no querías darme la razón. pensaste que todo iba a ser distinto esta vez... pero qué va. te equivocabas. y yo contigo... no sabes lo absurdo de aquella situación. no sabes cuántas veces me he dado golpes contra la pared por ser tan estúpido, por confiar en ella, en él... por pensar que yo podría hacerla feliz. el tipo de la camisa azul me había engañado y ni tú ni yo nos habíamos dado cuenta. qué desgraciado... ¿que respire? ¿que no es para tanto? pero tú... tú es que aún no sabes toda la historia.

¿recuerdas? al final conseguiste convencerme y fui al bar de joe. la telefoneé al número que había dejado en mi mesilla después de aquella noche de carne y sudor. aún podía sentir el calor de su cuerpo mientras me besaba el cuello, aún notaba el roce de su voz en mis oídos, todavía quedaban palabras haciéndome cosquillas... y mientras más tardaba en contestar más pensaba en ello... en ella. ¿qué? ¿que qué tal era en la cama? pero bueno, tendrías que saber que un caballero jamás cuenta semejantes intimidades... déjame que termine.

al final cogió el telefóno y hablamos unos minutos. ella parecía inquieta, pero no sé, tonto de mí pensé que era por mi llamada intempestiva... porque la habría sorprendido y se sentía aturdida. tendría que haber sido algo menos ingenuo. aún así aceptó mi oferta y me citó en el restaurante que hay en la esquina de la cuarta con la undécima. ya sabes, ese lugar italiano, ese pequeño paraíso de la pasta... ese que tanto odio. qué le iba a hacer... no quería que pensara nada extraño. ¿que te dan igual los detalles? ¿pero cómo quieres que vaya al grano si no dejas de interrumpirme?

el caso es que a mi llegada a aquel lugar rojo y verde, con manteles de plástico y olor a orégano, me senté en la mesa que teníamos reservada y esperé. el camarero me trajo una copa de vino y yo sólo tenía que esperar. pero ella no venía. las manillas de mi reloj apenas se movieron, mientras el camarero me ofrecía alguna que otra copa más. el tiempo pasaba lento, la gente miraba al pobre tipo con cara de plantado que ocupaba la mesa siete. ¿cómo? sí... era yo. no comí nada en toda la noche, sólo bebía y bebía. había puesto muchas esperanzas en aquella cita pero no servían de nada. no había venido... y ¿sabes? cuando estaba a punto de marcharme llegó ella. estaba hermosa, brillaba, o eso parecía, sus mejillas sonrosadas hablaban del frío afuera. las mías, que también estaban rojas, hablaban del alcohol ingerido.

¿que si estaba borracho? sí, como una cuba. creo que hacía tiempo que no me ponía así. ¿ella? ella se disculpó conmigo, ¿pero sabes? yo ya había perdido la cuenta del tiempo que había tardado en llegar y apenas atiné a gesticular unas pocas palabras, así que puse mi mejor cara de muchacho abatido pero orgulloso, dí algunos gritos que no decían nada y me fui de allí. la dejé. la dejé sola... sí... lo sé... ¿al final?

al final, amanecí en mi piso sin saber cómo, tirado en el sofá. aún a medio vestir. me dolía la cabeza y no recordaba nada. de repente, lo recordé todo. en flashes. distorsionado. pero lo recordé todo. y me sentí tan sucio, tan asqueado... entonces sonó el teléfono... ¿hola? maldito aparato... ¿hola?... ¿estás ahí?... oye joe, esto no funciona. a ver si lo cambias de una vez. era una conversación importante, ¿sabes? en fin... me voy a casa, tengo que contarle el final de mi historia.

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feliz navidad... espero que papá noel (aunque yo siempre he sido más de los reyes) os haya traído muchos regalos. un abrazo y, como siempre, gracias por venir.

19.12.08

de la camisa azul



aquel tipo de la camisa azul hacía tiempo que no recorría las calles con su viejo buick del 48. hacía tiempo que no hacía sonar el motor de su auto por aquí. apenas había salido de casa después de todo. ¿he dicho de casa? quería decir del bar de joe. sí, ese tipo había vaciado cientos de botellas de jack daniel's desde que amie dejó aquella nota tan desagradable sobre la mesa de la cocina. ¿que qué decía? bueno, ya sabes... ella ya se había cansado de estar con un tipo tan poco sensato, con tan poco tacto. estaba harta de que él sólo la quisiera para pasearla por la ciudad...

y no me extraña que lo dejara de esa forma. muchas veces me había preguntado cómo una chica como ella había podido acabar en la cama con un hombre como él. no hay quien entienda a las mujeres. te lo digo de verdad, él es demasiado bruto, demasiado tosco... gritaba cuando perdía al póker, escupía después de cada trago de whisky y encima nunca le dejaba propina al camarero. luego llegaba ella, con sus labios pintados y un vestido nuevo y a él parecía no importarle. ¿que por qué me enfado? pues porque ella hubiera podido tener a cualquiera de nosotros y eligió al más patoso... al único que no podría hacerla feliz... jamás llegué a entenderlo.

hoy he visto su coche y he pensado que quizá estuviera buscándola. pero no... al rato alguien lo ha empujado fuera de la tienda de margie, estaba tan borracho como una cuba... sí y dicen que quería comprar perfume... ¿qué cuál? el mismo que usaba ella después de cantar. realmente tiene que estar mal... no sé, puede que esta noche vaya a invitarle a una copa. da un poco de pena verle solo, como si ya no tuviera amigos... ¿que nunca ha tenido amigos? sí, eso es verdad. todos le aguantábamos sus gracias sin gracia porque sabíamos que de un momento a otro aparecería ella y nos dejaría con la boca abierta. 

¿cómo? ¿tú crees? ¿sí? pues entonces... pensándolo mejor... quizá utilice la tarjeta que dejó en mi mesilla de noche antes de irse. sí, quizá la llame. pero sólo para saber qué tal le va desde que se fue. sólo para interesarme... echo de menos mirar sus ojos... tocar sus manos... oír su voz... no, pero yo no le haría eso a él, no puedo llamarla... bueno, tampoco te pongas así, aquello no tuvo importancia, sólo fue una noche... sí... ya lo sé, ya sé que no es mi amigo... que no se portó bien con ella... sí, eso también lo sé... pero no puedo... yo... ¿cómo? ¿que la vida son dos días y yo ya me he pasado uno más aburrido que un espantapájaros? bueno... está bien... la llamaré y le pediré una cita... ojalá no hablara tanto contigo. siempre acabas convenciéndome.

15.12.08

eleanor rigby



el amanecer de aquella mañana soleada la había sorprendido mientras caminaba por la ciudad. seguramente la divina sarah vaughan aún no supiera nada de eleanor rigby, ni siquiera de los que algunos años más tarde serían los beatles. pero eso no importaba. el sol brillaba y esta canción le hubiera ido tan bien... que no he podido resistirme.

acababa de salir de una de esas bocas de metro de forma extraña y nombre afrancesado que suelen aparecer a cada poco, en el centro de parís. era primavera y los pájaros empezaban a cantar en cualquier alféizar, en cualquier rincón de la ciudad. desde lo más alto de la torre eiffel la ciudad se veía preciosa. y aquellas pequeñas manchitas negras que eran el resto el mundo importaban tan poco... la vida empezaba a sonreírle y a mí sólo me quería para servirle cafés con tostadas en mi pequeño bistrot del boulevard de clichy, en el barrio de montmartre.

era una mujer demasiado rara, demasiado, incluso para esta ciudad en aquellos tiempos. el moulin rouge lucía más rojo que nunca, las gárgolas de notre dame pasaban las noches murmurando en sus balcones y el barrio latino era tan acogedor que lo mismo daban borrachos y putas que nobles caballeros y señoritas de fino carácter. todo era contradictorio en parís... pero ella... jamás había visto una mujer tan bella y tan fría a la vez. en fin, vino aquí tarde tras tarde durante meses y nunca la vi cruzar una palabra con nadie que no fuera yo.

- madame, ¿quiere que la acompañe esta noche?, acabo de contratar a un diligente garçon que puede hacerse cargo del local mientras yo tomo una copa con usted -recuerdo que le dije una vez.
- no se moleste, prefiero dar un paseo por el sacre coeur hasta casa, en otra ocasión quizá -hizo un intento de sonreír, bajó los párpados y sorbió su café sin leche y con dos terrones de azúcar.

estaba sola en la ciudad pero no parecía importarle. a veces la veía con un libro y a veces sólo traía una pluma para escribir en alguna de mis servilletas de papel. siempre se sentaba en la misma mesa, siempre aquella expresión de ligera pesadez sobre sus hombros... no sabía a qué se dedicaba. alguna vez alguien me dijo que se pasaba los días paseando, caminando de un lado a otro de parís, recorriendo calles y avenidas, visitando galerías de arte o parques vacíos. era tan extraña...

hasta que un día me dijo que la vida había empezado a sonreírle. yo me sorprendí, no sabía que quería decir aquello. ella se fue. pero regresó al día siguiente y ya no volvió a hablar con nadie. era tan sugerente... pero allí seguía, a solas. no escribía, tampoco leía... aunque a decir verdad, la expresión de sus ojos había cambiado. ahora se sentía tan bien... y yo me alegraba por ella aunque no la entendiera, aunque no supiera quién era. era rara, pero tan hermosa... la eché de menos cuando dejó parís aquella noche de mayo.

12.12.08

carta de viernes



suena una voz y luego comienza la música... hoy es viernes. viernes por la tarde... la noche ha vuelto tan pronto como lo está haciendo últimamente. tú no lo sabes pero estoy escribiendo para ti. para ti... ese es el título de esta canción.

no tengo mucho que decir... hace tiempo que no tengo palabras para hablarte de estas cosas. son tiempos difíciles, ya sabes. aunque intentamos abrir los ojos bajo el agua para ver con más claridad, otras luces escondidas. chris canta con esa voz tan peculiar y yo te miro, ensimismado, pensando en esto, mientras tú piensas en aquello... últimamente vamos así. y qué. eso no importa porque cuando te miro todo es distinto... todo es diferente.

no, no tengo mucho que decir. tú estás en todas las historias que escribo, aunque no sepas quiénes son, todas son tú. todas tienen algo de ti, alguna mirada robada, alguna palabra dormida... todas son tú. hoy me has hecho una pregunta que no he sabido responder. y qué. esas cosas nunca se saben del todo, y si se saben, nunca puedes expresarlas del todo.

vuelvo a mirarte. sigues ahí... con tu manta y esa luz azul que sale del ordenador y que te hace tan hermosa. ¿sabes? hoy es viernes, huyamos. vayámonos lejos, aunque sea a la calle de al lado, aunque sea al fin del mundo. perdámonos donde nadie pueda encontrarnos. hoy es viernes... y este nudo en la garganta no me deja escribir. chris canta... y yo cierro los ojos.

los abro. veo las luces de la ciudad por la ventana. y tú estás aquí, conmigo. hoy es viernes y aún quedan dos días para no separarme de ti.

9.12.08

carne



cuatro días después la ciudad anochecía más serena, algo más conocida, mucho más entrañable... apenas algunos rasguños en el cuerpo y el corazón ajado por la dulce derrota que me había condenado a noches de cama y ojos abiertos pensando en ella. cómo no. sólo habían pasado cuatro días y para mí habían sido todo un mundo.

salí de casa por primera vez tras su partida. la luz de un sol moribundo apenas reflejaba en los canales la historia de una ciudad con nombre pero sin ley. altos señores de abrigo estrecho y sombrero ancho deambulaban, conversando de temas intrascendentes, en busca de señoritas de vida alegre. mientras tanto, yo los observaba instalado al otro lado de un gran ventanal amarillento por los años y los pocos lavados. en un bar cualquiera, de esos que nadie ve pero que siempre están.

ella que no salía de mi mente. aunque en realidad, no lo entendía demasiado. siempre me había creído un hombre rudo, fuerte... alguien... cómo decirlo, con más cabeza que corazón. en fin... debí pensarlo mejor. decidí no volver a prestarle atención, ya no importaba... no importaba, me repetía. así que saqué el cuaderno que siempre llevaba conmigo y lo coloqué junto a la cerveza caliente que el camarero había traído a mi mesa.

lo mejor sería empezar por algo sencillo. sí, algo que no tuviera demasiada historia. por eso intenté esbozar algún retrato anónimo, alguna cara desconocida de las que pasaban por delante del cristal, no tendría que ser difícil, lo había hecho tantas veces que casi podía escribir un tratado para hacer retratos. pero en aquella ocasión era imposible. ni siquiera era capaz de sostener el lapicero entre mis dedos, apenas había trazado unas líneas, se me nublaba la vista y todo lo que conseguía era otro dibujo de su cuerpo desnudo sobre una cama deshecha.

¿pero cómo? lo intenté decenas de veces y siempre acababa de igual manera. ojalá hubiera sabido la forma de acabar con aquella pesadilla recurrente... prometo que quise hacerlo, que quise terminar con todo. pero no pude. así que después de un rato, pagué y me fui de aquel sitio. caminé durante mucho tiempo sin rumbo fijo, sin pensar, sin mirar a nada ni a nadie, sólo sintiendo el frío en mi cuerpo, sólo intentando ser anestesiado por la magia de esta ciudad que no perdona ni aburre.

y bueno, al final... ya sabes... mis pies volvieron a jugarme una mala pasada y sin poder remediarlo acabé detrás de una de aquellas ventanas de reflejos rojos y cortinas de terciopelo. sí, y de nuevo junto a ella. de nuevo en aquel barrio de aguas tempestuosas y pantorrillas descubiertas. otra vez allí. la carne es débil... y, por lo visto, yo soy sólo carne.

3.12.08

mundo inventado



me sumergí en aquel mundo de historias inventadas, en un laberinto de palabras escritas bajo la tenue luz de un candil muchos años antes. buceé entre los recuerdos abandonados de un hombre atareado, de un magnífico lector que había amontonado libros y más libros en una habitación cualquiera de su casa de la playa. el sonido del mar llegaba a través de la ventana y la luz de una luna enorme se colaba a través ella.

retrocedí desde el baúl y me senté en el viejo sillón del abuelo. aún olía al tabaco de pipa, ése que fumaba incansable, a escondidas para que papá no le dijera nada, a hurtadillas para que yo no descubriera su escondite y fuera corriendo a preguntarle por qué esto o por qué aquello. todo me recordaba a él, también aquel pequeño cuaderno que sostenía entre mis manos y que no podía dejar de leer. era el mismo que había visto con él miles de veces, el mismo que se quedaba mirando cada noche antes de irse a dormir.

leí durante horas. como lo había hecho él en aquella misma habitación. su caligrafía era redondeada, esbelta y cuidada. en cierto modo, se parecía a la mía. sobre todo en aquel desliz final de cada palabra, siempre alargando los trazos como si no quisiera que terminaran nunca. y la firma cerrando cada historia, también rodeada por un círculo perfecto dibujado con tanto mimo, con tanta delicadeza que me hacía sentir algo extraño, como si aún estuviera allí, como si aquello fuera él mismo.

las primeras luces del día estaban a punto de asomarse a través de la cortina y yo aún seguía allí. no podía evitarlo. sus cuentos me transportaban a otras épocas, a otros lugares... el abuelo era capaz de despertar los sentimientos más distintos con tan sólo pasar una hoja. aquellas líneas azules contaban retazos de vidas, trozos de fábulas, pequeñas vivencias de personajes pensados, que no existían mas que dentro de él. palabras sueltas, algunas frases ingeniosas, pequeños dibujos que ilustraban secuencias... todo aquello era él. estaba seguro. podía reconocerlo tras cada historia y sabía que cada una de aquellas páginas habían sido escritas para que yo las leyera algún día.

después de todo, el abuelo siempre me dijo que yo iba a ser escritor. parece que tenía razón.

1.12.08

empire state building



volvamos a la ciudad de siempre, al mismo barrio de cada historia, al mismo bar de casi todas las noches... la misma mesa y la misma copa. hoy la luz parece aún más oscura, qué difícil imaginar algo así, una luz oscura... la luz siempre tendría que ser clara, diáfana y pura. aquella no era así, quizá el tiempo en el que aquello pasaba no fuera propicio, quizá las personas que allí quedaban para charlar de política y vicios, de mujeres y libros... tampoco fueran lo mejor de lo mejor. pero no importaba.

la luna amamantaba los edificios que parecían de hielo entre la ventisca de lluvia y nieve que arreciaba en la ciudad, a aquellas horas de aquel día de mitad de diciembre. recuerdo que yo aún estaba sirviendo la mesa del alcalde cuando llegó ella, tan elegante como siempre, con un vestido rojo despampanante y un tocado de plumas que quitaba el hipo a los parroquianos de turno. ella no sabía lo que era el frío y el blanco manto de la puerta le parecía una alfombra presta para ser pisada por la chica más guapa de la ciudad. 

en el bar los muchachos no pudieron evitarlo, las conversaciones cesaron y un mar de codazos avisaban a los menos despiertos de su presencia. las miradas se clavaban en sus largas piernas, en sus preciosos brazos, en la morena cabellera que se extendía moviéndose lentamente por su espalda mientras caminaba o en todo a la vez. entonces, siempre era igual, aquel hombre musculoso anduvo hacia ella y le ofreció un pitillo. ella lo aceptó, como cada noche, y luego dejó que él se lo encendiera. pero como cada noche, despidió al caballero con un gesto despiadado al estilo más audrey que podríais imaginar.

aunque aquella vez no fue como las demás. inexplicablemente ella acabó sentada en la barra y no en su mesa de siempre. terminó bebiendo whisky barato y no cocktails como los de siempre. despreció cada copa que los clientes le enviaban y ni siquiera les dedicaba una mirada. sus largos guantes de terciopelo apenas eran ya blancos sino grisáceos, parecía tener un mal día. y al final, lo más extraño de todo es que a diferencia de cada noche en aquel escondido lugar, ella decidió hablar sólo conmigo.

- quédate aquí -me decía medio borracha.
- está bien, señorita, pero he de atender a este caballero primero -le respondía yo.
- déjalo, ven a hablar conmigo, hoy me siento sola.
- si quiere, yo puedo hacerle compañía -repuso un tipo apostado también en la barra.
- ¿usted? usted no me sirve... demasiada brillantina en el pelo, demasiada colonia repugnante...
- lo que usted diga señorita -y se marchó a una mesa con las orejas torcidas y la cabeza gacha antes de que fuera tarde.
- ¿ves? yo lo que necesito es un hombre como tú. un tipo normal, con las cosas claras, que sepa ponerme un cocktail cuando me haga falta y me mande a la mierda cuando crea que estoy siendo pesada. esta pandilla de alelados subiría al empire state building haciendo el pino si yo les prometiera un simple beso en la mejilla.
- yo también lo haría, señorita -dije yo, por no diferenciarme...
- tú no lo harías. tienes demasiadas cosas en las que pensar. tú volverías a casa, abrazarías a tu esposa y dormiríais en una habitación lo suficientemente pequeña como para no separarte de ella ni un sólo instante.
- sí... tiene razón, yo no lo haría... debo trabajar mucho para comprarme una casa con una habitación más grande...
- lo sé... anda apunta esta botella en la cuenta del bobo que ha venido antes a hablarme, creo que esta noche acabaré durmiendo con él.

27.11.08

jazz y vida...


(en voz queda, pausada, radiofónica... porque la noche es un buen lugar para tocar corazones apenas susurrando, en silencio, sólo escuchando.)

buenas noches, amigo. hoy has llegado un poco antes, no te esperaba aún. sin embargo, tengo algo preparado para ti. bebe de esta copa, te sentará bien. se llama brad mehldau y esta es una bella melodía. ¿sabes? hoy te he echado de menos, llevo horas buscando notas que hablaran de ti, que dijeran algo en este comienzo, que marcaran tus oídos y tu alma, que calmaran la histeria del mundo y nos dejara respirar tranquilos... 

déjate llevar por la música en esta noche de otoño, tan fría como el corazón de los estudiantes que sólo viven y apenas sienten... quédate conmigo hoy, viajaremos al infinito a través de un bosque de canciones, lejos. tan lejos que apenas verás la ciudad como un punto iluminado, desde la inmensidad del cielo negro que hoy nos cubre.

esta es una noche especial. tú estás conmigo. sabes que puedes contarme cualquier cosa y sabes que yo siempre voy a escucharte entre jazz y tequilas, entre pianos de cola y saxofones aturdidos, entre izquierdas y derechas, entre sueños y abrazos... esta noche quiero que sepas que hoy el mundo es un poco más cálido, que si vienes a buscarme no tardaré en abrirte la puerta de mi estudio, que hoy es siempre todavía y las palabras alumbran el camino.

sí, amigo, yo estaré aquí. llámame, háblame de ti, de tus pesares, de tus alegrías, de aquello que esta noche no te deja dormir... cuéntame qué es de tu vida, a qué lado de la frontera dejaste tus andanzas de niño joven e inexperto, cuéntame... permite que sepa algo más de ti. déjate llevar. apaga las luces, enciende una vela y sonríe, porque hoy empieza una nueva escuela, la escuela de las experiencias vividas. luego, haz que la llama te caliente el alma y ven a hablarme de ti.

el jazz será nuestro punto de encuentro, el nexo que nos una, que nos permita acercarnos en esta soledad. en el vacío de un mundo sin expectativas a la vista... en la plenitud calmada de un mundo que no puede ser más feliz. el jazz nos reunirá a través de las ondas en este bello bar de la ciudad. óyeme, ven si quieres o si quieres, sólo llámame, háblame... te estaré esperando a esta misma hora, en este mismo lugar. jazz y vida...

24.11.08

pensando

a veces creo que las canciones están escritas para mí. a veces me siento el protagonista de un video en el que sólo salgo yo, subido en cualquier autobús rumbo a ninguna parte. la pose meláncolica. la mirada perdida, profundamente perdida. los sueños a punto de romperse. y miles de imágenes rodando por mi mente como si fuera el final de una larga carrera cinematográfica.

apagó el motor con la sensación de llevar mucho tiempo sin tomar aire. cualquier lugar a lo largo de aquella carretera apartada del mundo habría servido para pasar la noche. cualquier lugar y aquel también. el capó del coche emanaba humos de distintos tamaños. a su lado, aquel hombre silencioso, de sonrisa tenue y tan discreto que no había abierto la boca en todo el viaje a no ser que él le hubiera preguntado, ya dormía. él no tardó demasiado en cerrar los ojos.

unas horas más tarde ambos fumaron un pitillo apoyados en el coche mientras amanecía. sin hablarse. sólo mirando la ancha llanura a sus pies y respirando el olor de la carretera, el olor ocre de la tierra y de la mañana. él caminó unos pasos y le susurró a su amigo algo que no fui capaz de entender. entonces se alejó, se alejó y no volvió, se fue.

adormecido, taciturno, pensativo... intento comprender la razón de esa visión, de esa imagen que nada tiene que ver conmigo, ni con mi vida. soy incapaz. incapaz de saber, de entender. la música produce efectos extraños sobre mí y me doy cuenta de que forma una parte importante de quien soy. hay letras que han marcado mis días, mis experiencias... canciones que me han retratado, palabras, ritmos, historias que han sido yo, que lo son aún.

y ¿sabes? hoy que corren tiempos difíciles, que la vida nos pone a prueba y que sé que todo saldrá bien, que somos más fuertes de lo que podíamos pensar... también hay canciones que hablan de mí... y de ti. también hay palabras que sanan el alma, que hacen creer. como yo creo en ti.

17.11.08

del trabajo a casa

salía del trabajo caminando a paso rápido, unos minutos más y el atasco de las cinco y media la dejaría fuera de juego durante una hora más de la cuenta. sus tacones sonaban por toda la oficina mientras se dirigía al ascensor. una vez allí pulsó el botón del primer sótano y pensó en lo que quedaba de día. por un momento sintió una intensa sensación de descanso. un sonido agudo la devolvió a la realidad y los tacones volvieron a repiquetear fuera del elevador antes de subir a su lujoso coche de subdirectora adjunta.

el traje impecable y el pelo suelto, las gafas de sol, el maletín, los zapatos de tacón de aguja y un perfume demasiado caro como para prestárselo a nadie. condujo despacio hasta casa, la circulación ya era algo densa. notaba sus pies cansados y la espalda empezaba a dolerle después de haber estado todo el día sentada ante su ordenador, sentada en la reunión presidencial, durante el almuerzo... al fin y al cabo, era viernes y la semana había sido dura.

antes de ir a casa pasó por el supermercado de la esquina a comprar unas cosas. nada especial, unas verduras para la cena, algo de fruta y un poco de chocolate... como siempre. subió a casa. el ascensor nunca iba tan lento como los viernes por la tarde. por fin se abrió la puerta y ante ella, el paraíso. 

entró en casa, guardó la comida y fue a su habitación. se descalzó. hizo volar la chaqueta de ejecutiva hasta la cama, la falda entallada que tanto odiaba calló desplomada hasta el suelo. después se quitó la camisa que mamá le había regalado en navidad y la colocó cuidadosamente dentro del armario. acabó de desnudarse y posó sobre sus hombros la bata de seda que había comprado durante el último viaje a japón. despacio, anduvo hasta el baño y abrió la puerta.

- te estaba esperando -dijo él.

ella dejó que la bata se deslizara a lo largo de su cuerpo.

- lo siento... -dijo ella. sonrió y ocupó el hueco que el le estaba guardando en la bañera.


13.11.08

andando

andaba susurrándole al viento, despacito, como cuando sólo quieres andar por sentir tus piernas y saberte eterno, como cuando lo único que necesitas es disfrutar de la ciudad que te acoge, mirar caras desconocidas pero tan cercanas que casi podrías descifrar sus vidas encerradas en sus ojos. como cuando lo único que te apetece es que el sol te bañe las entrañas y te recorra el cuerpo para aliviar el tedio y la rutina.

y no sabía dónde, pero sus pasos la guiaban por las calles mientras observaba edificios altos como torres de babel. caminaba desorientada en aquel laberinto de cristal oscuro y metales pesados, entre paredes grises y pequeñas luces de colores que se encendían y se apagaban mientras dirigían el tráfico de cientos de personas que a un tiempo se encontraban en el mismo lugar aunque distintas urgencias los llevaran por direcciones, también distintas.

en su camino encontró obras que la hacían cruzarse de acera cada vez que a alguien se le ocurría abrir una herida en el suelo de la ciudad, también encontró hileras de niños que salían del colegio y la saludaban sonrientes, con los brazos muy arriba, apuntando alto, alto, y moviéndolos a un lado y al otro, como si temieran no ser vistos. ella también les sonreía y les decía adiós mientras ellos subían al autobús.

pero no dejaba de andar, y al cabo de un rato empezó a comprender dónde la llevaban su pies. así que al paso de unos minutos allí estaba. plantada delante del escaparate más bonito que nunca había visto. el mismo que tantas veces había contemplado en sus excursiones a aquel lugar, cuando era pequeña. no lo pensó,  entró y preguntó por su cómic favorito. reconoció al vendedor, era el mismo hombre delgado y bonachón de antes, aunque bastante más avejentado. le sonrió, pagó y después de echar un rápido vistazo a la tienda, intacta desde hacía años, volvió a casa.

y lo hizo como siempre... con la nariz dentro de un libro. 

11.11.08

café para dos

aquella tarde quedamos para hablar en una antigua cafetería de las que hay al este de la ciudad, uno de esos lugares que no han evolucionado nada desde hace cincuenta años, una taberna amiga que guarda en sus tazas los posos de historias trabadas a lo largo del tiempo, lento y paciente, de los barrios viejos. un rincón mágico que pocos conocen, al que todos vuelven.

y hablamos. pasamos horas hablando, conversando, disfrazando palabras desnudas con risas y guiños, alguna lágrima también. he de decir que nunca me había sentido así, nunca antes había dormido sobre un lecho tan dulce como aquella tarde en la que repasamos tiempos antaños, en la que tú comentaste cómo había sido tu vida a pesar de los pesares, a pesar de los sueños incumplidos y las ganas de huir.

y hablabas mientras yo te miraba y comprendía que los años habían pasado de verdad. tus ojos que habían sido realmente azules, ahora habían perdido viveza. tus labios, gruesos hacía tiempo, eran más delgados y tristes. y aún así, las arrugas que empezaban a percibirse en tu rostro te hacían la mujer más guapa de la ciudad.

tú no parabas de hablar y para mí no existía nadie más. el resto del bar y del mundo giraban a nuestro alrededor como si, juntos, estuviéramos en el centro de un tornado de recuerdos e imágenes, como si nada más importara, como si las horas no estuvieran pasando cuando en realidad, el tiempo se acababa y la noche, que corría más veloz en invierno, hacía rato que había llegado.

así fue como sorbiste el último trago de tu tercer café y me miraste de una forma extraña pero a la vez tan conocida, tan anhelada... me estremecí y me di cuenta de en quién te habías convertido, de los años robados, de las penas compartidas y los momentos perdidos. entonces me di cuenta. pagué y prometí llamarte. pero aún no lo hecho.

9.11.08

el instante


ferviente dolor de cabeza. nariz taponada y oídos casi a punto de estallar. un gran resfriado aguarda a la vuelta de la esquina, esperando a que olvide mis antigripales para hundirse en mi pecho y aburrirme la próxima semana.

qué más da. últimamente estoy encontrando una nueva realidad más allá de mis manos, más allá de donde mis ojos son capaces de mirar. mucho más lejos, donde el mundo acaba y nadie llega, donde nadie habla, donde sólo unos pocos han estado antes. el lugar del alma, del llanto lento y sosegado, de la felicidad y la tristeza subido en el último vagón de un tren desórbitado rumbo a madrid. últimamente he estado pensando. oyendo. sintiendo...

guía tu corazón
a una nueva estación,
a un peseo sin reloj,
a una gran conversación.

al sonido del mar,
y a esa puesta de sol,
a una hoguera en un rincón de la noche.

nadie podrá arrebatarte
toda la magia de este instante,
hay un millón de motivos
para dar gracias por estar tan vivos.

no hay nada que pensar,
lo tienes ahí delante
nada te impide ya
disfrutar el instante.

sé que alguien te ha podido herir,
sé que aquello era importante
pero ahora que has llegado aquí
ahora no puedes derrumbarte.

ahora va a amanecer el sol
que brillara dentro de ti,
pues vas a concederte el don
de disfrutar y ser feliz.

la vida puede acabar hoy
pero eso no nos va a impedir
caminar siempre hacia delante.

nadie podrá arrebatarte
toda la magia de este instante,
hay un millón de motivos
para dar gracias por estar tan vivos.

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el instante. de la sonrisa de julia, en volver a empezar.

6.11.08

pequeño, insignificante

últimamente ando un poco perdido. como dice la canción. un poco adormilado, extrañado de lo que ocurre, como si no fuera yo el que conduce mi cuerpo por calles desiertas, el que lee palabras sin sentido, el que escribe frases sin saber si son ciertas, inventadas o si, simplemente, son mis dedos los que teclean frente a la pantalla de mi ordenador. últimamente no entiendo nada. los días me recorren el cuerpo como si no hubiera presente, casi sin enterarme, casi sin saber.

millones de cosas que hacer, preocupaciones varias, agridulces sentimientos que me embargan y me llevan lejos de mi cuerpo, a otros lugares no terrenales, irreales. la cabeza va y viene, mi mente vuela y se olvida, los días pasan y yo... yo no me doy cuenta. no me doy cuenta y todo ocurre sin mí. me sé más insignificante todavía, más pequeño en este mundo que hoy nos alimenta con una crisis que no es sólo económica, que no es sólo institucional... sino de valores y de creencias.

aún pocos saben que existo, que vivo y escribo, que sueño, que digo. aún pocos entienden que la vida es más que esto, que estas cuatro paredes, que el mundo no se acaba aquí, que hay que volar... que iluminar otras vidas, otros lugares. hoy me veo reflejado a mí mismo en el agua del estanque y pienso que soy pequeño, sin sentido ni dueño. y pienso que no hay hilos eternos, que no hay manos que mecen, que no hay palabras que guían... 

hoy me pierdo y me encuentro, los días pasan, las luces se apagan y se encienden, las idas vuelven, el que duerme despierta y el que despierta no duerme... palabras, imágenes, una botella vacía, una estrella que no brilla, los periódicos que hablan y tú que te lanzas. me pierdo y no me encuentro. futuro incierto. historias que no terminan, que siguen, que viven. ya no sé lo que escribo, pero sí sé lo que digo.

hoy me pierdo y te encuentro. te encuentro y ya no me pierdo.

31.10.08

de semanarios estudiantiles iii

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hacía frío aquella mañana de noviembre, así que corrió hacia el rincón que habían reservado para él y sus cartas respondidas. encendió el calefactor, se quitó los guantes, lió la bufanda en la percha, colgó el abrigo, hizo lo propio con la chaqueta y por último, dejó su sombrerito de felpa sobre la gigantesca pantalla de ordenador que tenía delante. después fue cuando vino la secretaria y... bueno, ya sabes, dejó sobre su mesa la famosa misiva de amor y miedos.

"consultorio sentimental del doctor amor". era lo único que allí ponía. abrió el sobre y leyó despacio:

señor amor... es difícil para mí hablar de esto, creo que aún no lo tengo demasiado claro pero a la vez, me es necesario confiarle este secreto a alguien. desde hace algún tiempo siento algo especial por una persona. no sé si es amor, son... son cosas extrañas en el estómago, como si alguien me soplara por dentro cuando oigo su voz, cuando leo sus escritos... sabe hacerme reír cuando habla de amor sin querer, sin entender apenas nada... como yo... a veces me enfada... me indigna cuando da consejos erróneos a gentes desesperadas y a veces... a veces no puede ser más adorable. trabajamos juntos y creo que él está seguro de que le odio porque no hago caso a sus peticiones... pero no es así. sólo es que... me divierte. puede que sí me esté enamorando... no sé qué hacer... ¿tienes alguna sugerencia para mí? por cierto, no puedo decir su nombre, así que lo llamaremos my beautiful thing.

estoy arrepintiéndome de escribir todo esto... gracias.

dejó la carta sobre la mesa y de súbito, el frío abandonó su cuerpo y un calor sofocante empezó a hervir la sangre de sus manos. entonces quiso entender todo aquello... quiso relacionar palabras, hechos, miradas y sonrisas. todo se unió en su cabeza en un montón de imágenes y sensaciones que había interpretado mal durante meses. palabras, hechos, miradas, sonrisas, todo se unió en un mismo hilo argumental, el de la historia que había vivido sin saberlo durante el tiempo que había pasado trabajando en aquella redacción.

en su cerebro todo fue muy rápido, sus neuronas hicieron conexiones demasiado aceleradas, tanto que empezó a dolerle la cabeza cuando entendió que la única persona en toda la facultad que hablaba de amor y además lo hacía francamente mal, era él. comprendió entonces que el autor de la carta tendría que trabajar con él y que tendría que ser alguien a quien pidiera favores día sí y día también, pero favores importantes, de esos que si no se cumplen, te hacen rabiar. entonces todo tuvo sentido. my beautiful thing era la canción que el director del periódico ponía a todas horas...

dudó. millones de preguntas y ninguna respuesta. qué hacer, qué hacer... las luces empezaron a temblar ante sus ojos. bajó los párpados. respiró. sonrió. e hizo lo que siempre había querido hacer antes de darse cuenta de que aquel apuesto jefe no era más que un capullo con traje de snob cabreado. equivocada percepción, por cierto. así que se levantó mientras las piernas le temblaban, cogió su sombrerito y anduvo por toda la redacción hasta la mesa del autor de tan hermosa carta. rodeó el escritorio, apagó el cd, le caló el gorro al jefe y le plantó un beso en los labios de esos que hacen época. acto seguido, la bofetada sonó en todo el recinto universitario.

- y esto por haberme dejado en aquel horrible rincón durante los últimos cuatro meses.

27.10.08

de semanarios estudiantiles ii

era el primero en leer aquel pequeño espacio dedicado a las ilusas preguntas de estudiantes desesperados porque tal o cual personaje no hacía caso a sus insinuaciones amorosas. pero no lo hacía por esa curiosidad innata al ser humano que le obliga a querer ser partícipe de casi cualquier demostración pública de intimidad, tampoco lo hacía porque necesitara saber más del otro, ni para comprobar lo absolutamente estúpido que puede llegar a ser alguien que cree que un desconocido puede solucionar un problema que es totalmente personal e intransferible.

no, no leía aquella sección obsoleta del semanario estudiantil por ésto. lo hacía porque adoraba aquella manera suave y vaga de escribir que tenía el pitoniso al otro lado del papel. desde hacía mucho tiempo esperaba cada semana a que alguien le enviara cartas para que las respondiera con sus reflexiones erróneas y sus consejos estrafalarios. y sin embargo esta vez no era igual, esta vez esperaba con algo más de inquietud, quizá fuera porque esta vez, el que había enviado similar epístola había sido él mismo.

y es que hacía ya algún tiempo que lo había relegado a aquella esquina de la redacción. al principio, él había llegado con vientos de superioridad y un pedante acento de niño pijo que no le había hecho ninguna gracia. creía saberlo todo acerca de los profesores, todo acerca de las relaciones que se cocían a unos cuantos metros del edificio de clases. pero él, que era el director de tamaño proyecto estudiantil, no había cejado en su empeño de hacerle pagar un peaje a todo nuevo escritor que quisiera pasear entre las mesas de su redacción.

así que allí lo colocó. pero con el paso de las semanas empezó a sentir cierta simpatía hacia aquel extraño personaje. no en vano, había acogido aquel lugar con un aplomo envidiable, la mayoría de redactores no habían durado más de un par de números antes de abandonar el barco. claro estaba que sus consejos no podían ser más horribles y que en más de una ocasión alguien había telefoneado para dar sus quejas llorando por lo mal que le había ido siguiendo al profeta amoroso.

pero no importaba, él se divertía mirándole a hurtadillas mientras resoplaba con cada nueva carta deseosa de comprensión. y como se divertía, cada vez que le pedía que le dejara cambiar a otra sección él se negaba sin oscilar, con la voz más tronante de la que era capaz. y cada vez que se lo pedía y cada vez que leía su sección... cada vez... cada vez le gustaba más aquel muchacho de cuerpo espigado y aires cool.

por eso aquella mañana dejó la carta en el buzón del semanario. por toda dirección: "consultorio sentimental del doctor amor".

21.10.08

de semanarios estudiantiles

a la vista de todos había quedado bien patente su ineptitud total para escribir recetas de como comportarse ante determinadas situaciones a las que nadie había dado nunca un guión prefijado. me explico. como si viviera dentro del día de la marmota, había caído cientos de veces en el mismo error sin poder corregirlo, cada ocasión era una oportunidad perdida y no porque no lo intentara, no te creas, él hacía lo que podía. pero era eso, que no podía.

después de todo, la sección del periódico universitario dedicada a consejos amorosos no había sido idea suya, como tampoco había sido idea suya responder a las misivas de decenas de alumnos nerviosos antes de proponer una cita a la chica de sus sueños o al capitán del equipo de fútbol. pues eso, que él hacía lo que podía, pero casi siempre lo que podía no era suficiente. así pasaba lo que pasaba. y eso que siempre había soñado con ser el mejor redactor de crónicas rosa del edificio departamental, siempre a la caza de la noticia más jugosa, degustando ser la comidilla estudiantil.

así que nada, que no podía ser. el director del periódico no le daba la oportunidad de su vida y mientras tanto, él se podría en los inframundos de la psicología sentimental y no con demasiados buenos resultados: casi cada individuo que osaba pedirle consejo acababa escarmentado, enterrado hasta las cejas en el tedioso cenagal del olvido amoroso, acordado frente a la idea de una nueva cita, arrugado de tanto llorar en cualquier rincón de su habitación.

qué contarte. un día pasó lo que tenía que pasar. la secretaria del periódico dejó una nueva carta sobre su mesa. y esta vez tuvo la sensación de que el enamorado soplaba los vientos por él mismo, quiero decir, por nuestro extraño san valentín. ¿podría ser posible? ¿sería enamorado o enamorada? ¿debería disuadirle de intentar cualquier difusa técnica amatoria? ¿o por el contrario tendría que darle las pistas para conquistarle? y en ese caso... ¿cómo acabaría aquello? ¿acertaría por una vez o erraría de nuevo? y lo más importante, ¿quería él ser conquistado? 

demasiadas preguntas... ¿alguna respuesta?

17.10.08

hace días

hace días que no tengo nada nuevo que decir. nada distinto a lo dicho ya en otros lugares, en otros tiempos. llevo días de desasosiego y tráfico, de noches vacías y mañanas dormidas, de oscuras cicatrices que no quieren cerrarse. de izquierdas que se convierten en derechas, de absolutas necedades en televisión, de manuscritos inacabados y palabras ininteligibles. llevo días de lucha en un universo que no es el mío, que no siento, pero en el que no participo.

hace días que perdí la noción de la vida, de lo que ocurre a mi alrededor, de las justicias inventadas, de los disparates secretos. ya no entiendo nada de este mundo loco, que a veces recuerda a uno de esos cuadros de el bosco. cualquier cosa es un desengaño: una película que no me acaba de convencer, un libro que abro y cierro casi automáticamente, un par de cuartillas que tiro a la basura porque ya no tienen nada que ver conmigo. cualquier cosa te rompe por dentro: la ciudad, la gente, las esperas, los silencios, los ruidos, los semáforos, los sueños, las pesadillas, el tiempo, el impás, las canciones, las historias, la radio, la crisis, el trabajo, tú, yo...

hace días que perdí toda esperanza de rejuvenecer para siempre. hace días que los incendiarios me llamaron para prenderme en su hoguera. días de amargura que se atavían con sonrisas de mentira, que se esconden tras las vallas publicitarias, tras las lonas que cubren los edificios en obras, tras los presentadores de televisión. hoy necesito esto y aquello, mañana aquello otro y lo de más allá. jamás quedas satisfecho, jamás puedes dejar de querer, de desear, de perder. hace días que no abro la boca, que no opino, que no dudo, que no pienso.

hace días que olvido, que trato de vaciarme por dentro, que necesito empezar de cero, de cero, del más redondo de los ceros. hace días que no recuerdo. ansío perderlo todo y empezar de nuevo. de cero, del más absoluto de los ceros. despojarme de mí mismo, de mi ser, de mis historias, de mis cuentos. olvidarlo todo.

pero no puedo. no quiero.


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inspirado en las reflexiones de gilles lipovetsky en la sociedad de la decepción. yo... hoy sí pienso.

14.10.08

dos iguales


ayer volví a jugar a las palabras con la chica del vestido azul. en la cafetería de siempre, a la hora de costumbre y con la misma taza de té ante mis manos. yo tenía mi cuaderno de notas abierto, intentaba encontrar los versos que transcribieran lo que me llevaba rondando la cabeza más o menos una semana. entonces llegó ella y entonces, también, ray charles sonaba en algún lugar de la sala.

ella se sentó cerca de la barra. abrió su portátil y empezó a teclear sólo después de haber pedido una copa del whisky habitual. a mí me llegó la inspiración al cabo de unas pocas cuartillas y ella me miraba de reojo como quien sabe que está siendo observada, como si temiera que me acercara a ella. con una timidez tan elegante como nerviosa... con unos ojos tan tristes como deseosos de algo más de contacto en este mundo que aísla y nos pierde.

las musas vinieron a mí casi por arte de magia, mientras ray tocaba su piano y ella se imbuía en el mayor de los letargos literarios. yo escribía uno tras otro de esos versos anhelados y ella pulsaba teclas llevada por la histeria o quizá por la historia que estaba creando. mi estilográfica apuraba el papel como si no existieran folios en el mundo y ella... ella había sido tocada por un ángel en aquel mismo momento. sus pupilas miraban entre el espeso humo de tabaco, sus oídos se aguzaban y eran capaces de percibir hasta el más mínimo sonido, su tez se enrojecía y ray enloquecía con su canción.

me daba la impresión de haber visto aquella misma imagen no muchos días antes. entonces quise saber algo acerca de su vida, quise haber conocido su nombre para poder llamarla a mi lado y preguntarle qué tal, qué es eso que escribes, hace cuánto que no le hablas a nadie. quise hacerlo, de veras, pero no pude. no lo hice porque soy igual que ella, porque mi vida es triste y sucia, porque sólo escribo y apenas leo, porque sólo observo y jamás hablo, jamás llamo, nunca vivo. 

al cabo de un rato, cuando yo casi había terminado mi tercer poema mal escrito, ella se levantó y supe que volvería a verla en el mismo lugar algún tiempo después. también supe que no hablaría con ella, que seguiríamos siendo dos iguales en un mundo distinto, extraño. que no terminaríamos juntos. que su historia acabaría en un cajón y mis poemas en el limbo. 

6.10.08

amanece en la ciudad



amanece en la ciudad. poco a poco el sol va alumbrando las calles pero ellas se empeñan en mantener el reflejo azul de los primeros ratos de luz. los sonidos empiezan a aflorar, la tranquilidad acaba. los trabajadores salen a la calle, los párpados inflados, aún casi dormidos. suben a sus automóviles, viajan durante media hora si es que tienen suerte, los dejan aparcados (o no) a quince minutos de su lugar de trabajo, suben al ascensor y empiezan una nueva jornada en su cubículo de dos por tres metros cuadrados, antes de consultar la abultada agenda y el menú del día en el comedor de la empresa.

mientras, él sigue dormido ajeno a todo. sus ojos siguen cerrados y su respiración sintoniza con la atmósfera de la habitación. aquí todo es blanco, impoluto. sin estrés. dulcemente aislado de las turbulencias que empiezan a sentirse más allá de la puerta de casa, en pleno centro de un infierno de cemento y metal. el cielo es azul como cualquier otro día, sólo que ya estamos en invierno y aún no ha llovido una gota. en la calle los taxis empiezan a sentir el calor de los viajeros en sus asientos, las cafeterías bullen de gente que entra y sale y la boca del metro hace desaparecer a decenas de personas cada minuto en la oscuridad del subsuelo. pero él no siente nada. su sueño imperturbable le hace incapaz de notar cualquier otro roce que no sea el de las sábanas. sólo duerme, respira y se mueve cuando la postura no es lo suficientemente convincente.

a unos metros de distancia está ella. hace un rato que está despierta pero no puede moverse. ni siquiera puede creerlo. ojalá el mundo parara y pudiera disfrutar de aquel momento antes de que todo vuelva a empezar. antes de que se revolucione la historia y el día se haga eterno sin él. o bueno, con él pero sin la tranquilidad de ahora. han pasado una noche placentera, no cabe duda. él campa a sus anchas tapado hasta las cejas y ella... ella ya está impaciente. así que con cuidado intenta levantarse de la cama sin despertarle. lo consigue. menos mal, cualquiera sabe qué podría haber pasado... se acerca a la ventana y desde el cuarto piso de su edificio contempla la bulliciosa vida en la ciudad.

un par de semanas más y ella estará allí. aunque su mente seguirá aquí. muy cerca de ese lindo bebé que duerme junto a ella. la directora ejemplar tendrá que volver a su puesto de trabajo. es hora de desayunar.

4.10.08

un lugar nuevo

los primeros días del otoño están siendo soleados en madrid. un sol que aprieta poco por las mañanas dejando que las frías ráfagas de viento envuelvan a los peatones y les obliguen a portar unas prendas de abrigo que odiarán en cuanto lleguen a su destino y el sol empiece a brillar.

las nubes no tapan el azul añil del cielo madrileño, no huele a tierra mojada ni el aire resopla aires de agua. aún no he estrenado el paraguas, aún no he tenido que correr para resguardarme. tampoco he estrenado ese hueco cálido y seco que un par de amigas han hecho para mí al otro lado del atlántico. aún no he estrenado ese rincón casi oculto del mundo que habitamos en la red, un lugar dedicado a los días de lluvia. o mejor, a los sentimientos que se acumulan debajo de una manta mientras la lluvia arrecia al otro lado del cristal.

¿sabéis? a mí me gusta la lluvia, me gusta esa imagen que todos tenemos grabadas en nuestras retinas de rick blaine e ilsa lund en casablanca. me gusta esa sensación de seguridad leyendo un libro o con una taza de café entre las manos mientras al otro lado diluvia y los coches se mojan. me gustan las tardes nostálgicas, esas tardes de recuerdos e historias, de cuentos... al son de las gotas que caen sin cesar.

hoy que es domingo, que la lluvia no viene a este punto del mundo, que el sol no descansa... hoy voy a soñar con waterproof.       :)

30.9.08

años difíciles

el domingo volvía de misa como siempre, agarrado de la mano de mamá. caminaban durante al menos media hora para llegar a casa, a no ser que ella se parara a hacer algunas compras en la tienda del calvito o que la señora juana la llamara para tomar unas pastas y hablar de cosas de mujeres mayores. él apenas tenía ocho años pero no dejaba de mirarlo todo con la curiosidad de unos ojos que empiezan a aprender.

aquel día mamá no tuvo que entretenerse a la salida de la iglesia y mientras caminaban juntos él preguntaba sin cesar. preguntaba acerca de cualquier cosa: de lo que había dicho el cura en su sermón semanal, de cómo funcionaba el tranvía, de qué iban a comer al mediodía, de si alguien había estado en la luna alguna vez, de cómo podía haberse llenado el mar de agua, de quién era el encargado de encender las lucecitas de las farolas... "¿y cómo puede llegar hasta arriba del todo? tiene que ser un hombre o una mujer muy alta, ¿no?"

mamá siempre compraba el último número de su cómic preferido en el quiosco de la esquina y como siempre, él se encerraba en su cuarto para disfrutar de las aventuras de su personaje. cada semana una distinta, cada semana una más divertida. ya tenía muchos cuentos, tenía cientos de historietas... y aunque corrían años difíciles aquel niño no dejaba de fantasear un futuro de colores brillantes y palabras doradas. soñaba ser mayor y conocerlo todo, escribir acerca de ello, tener una biblioteca gigantesca, enseñar a leer a otros niños como él... 

años difíciles, días de pobreza y humildad en los que mamá sólo podía gastarse algunos céntimos en los cuentos de su hijo... pero esos años pasaron, él se hizo mayor y, ¿sabes? hoy es él quién regala historias contadas en viñetas a sus nietos. hoy es él quién dibuja, el que inventa aventuras y colorea personajes. hoy es él quien se divierte contestando a preguntas extrañas. 

26.9.08

otoño

las lágrimas rodaban por sus mejillas como resbalaban las gotas de agua tibia por el cristal de la ventana. aquella mañana triste de invierno, apenas había hecho más que leer las cartas abandonadas encima de la mesa. cartas que durante años habían permanecido ocultas en un cajón perdido del desván. y que sin saber la razón había ido a buscar la noche anterior.

delante de un café recién hecho se desconsalaba recordando aquellos días felices, aquellos días azules que no volverían. azules como en la canción, como los que ya no existían. azules como el paso del tiempo, como el horizonte olvidado. azules como su pijama preferido, como este cuaderno de notas deslabazadas, como el espejo en el que se miraba. azules eran los días en que él aún estaba.

el otoño había llegado. todo se humedecía, todo acababa empapado. sus ojos no iban a ser menos. su boca, seca, añoraba unos labios que besar, unas manos que la acariciaran, unos brazos que la rodearan, que la protejieran del mundo y del invierno, del año que acababa, de la vejez, de la historia, del miedo... sentía que había dejado de vivir cuando él se fue y sin embargo, habían pasado muchos, muchos días que ya eran grises y no azules.

el otoño la transformaba, contagiaba su estado de ánimo y la bendecía con una sensibilidad amarga, sucia... y muy triste. otoño, el otoño llegó hace días. y yo vuelvo a la rutina... una semana y vuelven las clases como vuelven las horas que no se quieren, como vuelven también esos días azules.

12.9.08

el final

¿lo recuerdas? ya no volvimos a saber más de ella. desapareció en aquel horizonte de nubes y hechizos rotos, en aquella bruma aterciopelada que nos cubría y nos envolvía, que se adueñaba de nosotros y también del tren en el que se marchaba. nos quedamos allí, plantados, esperando a que alguien viniera a regar nuestros pies, esperando a que alguno dijera algo, a que ella volviera como si no se hubiera ido.

luego nos emborrachamos, qué digo, me emborraché. tú solo me mirabas con cara de pena. tú no sentías nada. lo sé. pero yo sí. yo sí que lo sentía. sentía que había perdido la batalla otra vez, que nunca sería capaz de aprender, que siempre estarías tú y que ya no estaría ella. me emborraché. bebí y bebí, no sé durante cuanto tiempo, no sé quién me llevó a casa. pero cuando desperté tú también te habías ido.

alguna vez nos encontramos en los bares de siempre, recordamos viejos tiempos, ascendiste en la empresa, compartimos mesa de trabajo, volvieron a ascenderte... y yo... yo aún la recordaba. aún creía que volvería a verla, que llegaría el día en que una silueta conocida se recortara en la oscuridad de un antro cualquiera y fuera ella. yo aún soñaba con despertarme a su lado y mientras, las mujeres pasaban por tus brazos como si no fueran nada.

pero en fin... no siempre ibas a ser el más afortunado de los dos. un día ocurrió. volví a verla en el mismo bar que la primera vez. ella bebía de una botella de whisky barato y como la primera vez, volví a sentarme a su lado sin preguntar y me serví una copa. también como aquella vez, volvimos a mi apartamento. pero el final fue distinto... ella durmió conmigo. esta noche también ha dormido junto a mí.

7.9.08

el comienzo

él había acabado con mi paciencia hacía ya mucho tiempo. no había podido despegármelo del trasero en toda mi vida. habíamos ido juntos a clase desde que teníamos memoria: me había perseguido por los pasillos del colegio, se había paseado por mis horarios del instituto, se había matriculado en todas mis asignaturas de la facultad y en fin... no me extrañó que un buen día lo viera aparecer en mi despacho.

- jefe, alguien me ha dicho que ibas a darme algo para hacer en esta maravillosa tarde de diciembre.
- ¿pero tú... otra vez? ¿se puede saber qué haces aquí?
- cualquiera diría que no te alegras de verme...
- no es eso, hombre, es que no te esperaba por estos lares. ¿por qué no me has llamado antes?
- es que todo ha sido un poco rápido... por eso quería pedirte un favor... ¿podría quedarme en tu casa un par de semanas?
- eh... bueno...

y no es que no quisiera, no es que me fastidiara verle allí... pero es que en todos esos años habíamos fraguado una extraña amistad. él había conseguido terminar con mis ilusiones cada vez que se lo había propuesto. él siempre llegaba primero. y si alguna vez había llegado tarde, siempre había conseguido colocarse en la pole. algo así fue lo que ocurrió.

ella había aparecido una noche cualquiera en un bar perdido, en la calle más oscura de hortaleza. la encontré sola en una mesa, dispuesta a emborracharse con una botella de whisky barato que no pretendía compartir. yo me acerqué a ella y sin decir nada, me senté a su lado. me serví una copa y le pregunté cómo había sido su vida hasta entonces.

- dudo que quieras saberlo -dijo ella.
- no tengo nada mejor que hacer en todo lo que queda de semana -respondí yo.
- tampoco nada ha hecho mi vida especial, ¿sabes? por eso estoy aquí, como todos, supongo. mi trabajo es una mierda, acaban de largarme del piso y creo que voy a tomarme unas vacaciones en casa de mis padres.

después de aquello nos emborrachamos y ella pasó unos días en mi apartamento. luego se marchó y sólo volvió la noche anterior a que se conocieran. yo los uní y ellos se separaron. yo los uní y ellos... y él la dejó marchar.

4.9.08

la azotea

recién levantada y con los pies fríos aún, somnolienta, preciosa, sonriente, altanera, hambrienta, distraida, acelerada... así es como tú la conociste aquella mañana de enero. ¿lo recuerdas? ella acababa de volver de las vacaciones y tú aún dormías la mona de la noche anterior. fue en mi apartamento, cuando aún vivía en la zona alta de madrid, desde donde podía verse gran parte de la ciudad. a los dos os gustaba mirarla desde la azotea. allí os conocisteis.

yo no sé por dónde andaba, seguro que ya estaba trabajando. o quizá haciéndoos el desayuno. lo único que recuerdo es aquello que me contasteis, aquella conversación tan subrealista, como sacada de una de esas pelis antiguas que no tienen nada que decir pero en las que nadie deja de hablar. ¿no lo recuerdas?

- buenos días -dijiste entre bostezos.
- hola -dijo ella algo extrañada... después de haber bostezado también.
- ¿tú quién eres?
- ¿yo? ¿y tú?
- ¿yo? yo soy... ¿y qué haces aquí?
- pues yo... ¿y tú? ¿eres amigo de...?
- claro, me quedo unos días en su casa. ¿y tú? ¿tú también eres amiga de...?
- sí, también yo me quedo algunos días.
- vaya, parece que ha montado una casa de hospedaje sin avisarnos...

ahora sí que recuerdas como seguía, ¿verdad? hace tanto tiempo que casi he olvidado lo heladas que siempre tenía las manos pero aún la recuerdo justo antes de coger aquel tren. y recuerdo que te miraba al centro de los ojos, como si en aquel momento hubiera podido hacer cualquier cosa por ti, como si de habérselo pedido se hubiera quedado contigo... y conmigo. tendrías que haberlo hecho.

¿sabes? yo también la quería.

23.8.08

cartas y teléfonos

aquella primavera las flores del jardín crecían más despacio. el sol lucía un poco menos que de costumbre y tú arremolinabas estrellas frente al espejo de tu habitación. los días pasaban sin que habláramos como lo habíamos hecho tantos años atrás y el escritorio se llenaba de notas, de pasajes recordados, de versos incompletos que no eran más que el tiempo lento y quebradizo de aquella época.

para entonces, sin saber cómo ni cuándo, yo había dejado de ser el mismo, había dejado de creer, de soñar, incluso de vivir y me pasaba las horas tumbado en la cama, buscando un punto en el techo que me ayudara a viajar más alla de la oscura luz del universo. más allá de aquello que ya conocíamos, más allá porque aquí no había nada que me acercara a ti.

nada excepto una larga línea telefónica que unía este continente con otro a miles de kilómetros. miles de kilómetros que nos separaban, que nos hacían más débiles, más opacos, más extraños y, he de decirlo... menos felices. habíamos jugado cientos de veces a que no pasaba nada, a que todo seguiría siendo igual, a que algún día volveríamos a vernos. cartas que iban y venían, llamadas que alguna vez al año siempre eran bien recibidas. historias contadas, palabras cruzadas, lágrimas después de colgar.

la de los cuarenta fue una década difícil aquí, supongo que también lo fue allí. hace más de cincuenta años que no la veo... y ahora me paro a recordar.

17.8.08

de brumas

las mañanas de niebla y espesura al borde del mar la hacían viajar en el tiempo e imaginar otros mundos en otros momentos. sentada en el borde del embarcadero solía respirar hondo y buscar entre las nubes historias hechas de sueños, de hilos que se habían ido perdiendo con el paso de los años y de oscuras noches en las que los niños lloraban de miedo. entrecerraba los ojos e intentaba mirar más allá de aquella pared blanca de reflejos grisáceos. no había nada que rompiera los eternos silencios de aquella pequeña bahía a los pies de su casa, no había nadie que consiguiera rasgar las telas de su soledad buscada. y ella suspiraba por encontrar entre las sombras que arremolinaban a su alrededor a alguien que fuera a rescatarla. a ese alguien que tantas veces había dibujado en los recovecos blanquecinos de la niebla. un alguien perdido, como ella.

hace más de un año que empecé a escribir aquí. más de un año con historias inventadas, retratadas, a veces sólo contadas. más de un año... estoy de vuelta, ya no me muevo. volveré a leerte.

25.7.08

ella en el bosque

a oscuras tiritaba mientras el bosque se cernía sobre ella. oía ruidos sin apenas ver nada. trenzaba los minutos para soportar mejor aquella soledad demoledora que la hacía sentir tan frágil, tan vulnerable... tan extraña en sí misma como si jamás se hubiera conocido. el viento silbaba entre las ramas negras de los árboles. las hojas sonaban a otoño recién llegado. y ella allí, a solas, sin refugio ni vestido, sin amor, sin su abrigo.

y de repente un rayo de luz la deslumbró e iluminó septiembre. ella cerró los ojos y jamás volvió a abrirlos porque pensaba que era demasiado, que no podría, que volver sería un montaña demasiado alta para escalar, que mañana iba a ser más fácil, que la historia le daría un respiro. pero las hojas cada vez estaban más secas y el viento más húmedo y las noches más tristes. la navidad se acercaba y ella aún no se atrevía, los ojos cerrados y el cuerpo hecho un ovillo, una madeja... un pequeño puntito en medio de aquel bosque de ramas desnudas y troncos gigantes.

el frío era cada vez un poco menos frío. en las copas de los árboles algunas nuevas hojas empezaban a nacer y ella que sólo pensaba en dormir un poco más, en seguir como hasta entonces, como lo había hecho hasta ahora, esperando a un momento mejor. quizá si esperaba un poco más todo sería más fácil. pero no había príncipe azul que fuera a rescatarla, no había domingo de besos ni mañanas felices. no había nada, ni nadie.

así que al final de la primavera, cuando más frondosos estaban aquellos árboles que le daban sombra y paz, en una de esas tardes de sol rojizo ella empezó a estirarse poco a poco, abría los ojos casi con dolor, casi con pasión y miró alrededor. en casi un año de huida nada había cambiado. nada. nada. nada...


quizá otro de esos sueños... quizá una pesadilla. quizá la vida... quizá un viaje que acaba... o uno que recién empieza.

17.7.08

de damas

- hoy es su cumpleaños.
- y ahora... me toca mover a mí, ¿no?
- sí... ¿me has oído?
- no perdona, ¿qué decías?
- que hoy es su cumpleaños -dijo tras un largo suspiro con olor a enamoramiento.
- pues creo que la voy a poner aquí. sí, mira y te como esta y esta.
- ¿pero por qué no me haces caso? y encima me tienes contra las cuerdas.
- ¿que no te hago caso? hace quince días fue el mío y no te lo tomaste tan a pecho...
- pero no es igual... aquí, uff, de buena he salido. y esta también me la como.
- ¿cómo que no es igual? ¡maldición, no la había visto!
- pues hombre... ella es la mujer más hermosa del edificio. y tú... tú no eres más que un pobre hombre.
- ¡un respeto! que yo aún me mantengo muy joven, esta mañana sin ir más lejos, he estado haciendo mis ejercicios... en fin, ya sabes, lo de todos los días. ¡aja! ¡ya te tengo granuja! y, ¿cuántos cumple?
- ¡sí serás...! apenas 81 relucientes y estupendos años. está hecha una chavala... cualquiera diría que tiene más de 70... ahora déjame que piense...
- ¿81? ¿y qué le vas a regalar?
- ¡ahora verás! esta, esta y esta, ¡te queda una! voy a pedirle que se case conmigo.
- ¿qué? ¿cómo lo has hecho?... -silencio- ¿qué? ¡cómo? ¿que se case contigo? pero si eres ya muy mayor... ¿y ahora cómo te gano? a ver si aquí... voy a probar suerte.
- por eso mismo... quiero que seamos felices... creo que te has equivocado... quiero que sonría cada mañana al despertar y cada noche antes de dormir, quiero que salgamos a pasear juntos como cuando éramos unos niños... ¡gané! quiero olvidar que soy mayor.
- vaya... siempre pierdo contigo. ¿me invitarás a la boda, no? te he dejado ganar otra vez...

10.7.08

jazz


nueva york, mediados de los 40. pongámonos en situación. los cafés, los clubs, las calles, en todos lados se respiraba jazz. jazz como el que suena ahora y que iluminaba las noches y las vidas de los neoyorkinos. jazz de voces elegantes, de músicos que iniciaban su leyenda como louis armstrong o duke ellington, de colores claros y oscuros... y en medio siempre estaba ella.

ella... ella tenía la voz más sensual de toda la ciudad. cientos de jóvenes hacían cola cada noche para verla aparecer en el club en el que siempre actuaba. ese dichoso michael, el dueño del local, se estaba haciendo de oro con aquella princesita traída desde nueva orleans. cada noche el precio subía algunos centavos. qué más daba, nadie quería perderse un nuevo show.

y sin embargo no sólo tenía una voz bonita. también era la muchacha más bella que jamás había pisado el apestoso antro en el que cantaba. además, sus curvas eternas dirigían las miradas de todos aquellos babosos durante un par de horas cada noche. y yo me sentaba en la barra con una copa de coñac mientras dejaba que la música, su voz, sus labios... sus ojos y sus largos brazos me acariciaran suavemente sin hacerlo.

un par de veces pude hablar con ella. michael me lo permitió alguna que otra noche. era tan simpática, tenía una sonrisa tan dulce... pero cambié de ciudad, pasaron los años, me casé y jamás volví por aquel bar. ella creo que grabó un disco de éxito y se fue de gira por todo el país. ya casi hace 20 años de eso... en medio, el final de una guerra y la certeza de haber perdido algo en todo este tiempo, en este largo camino de la vida.

4.7.08

mañanas


y justo en aquel momento despertó. lo hizo sin rencores, sin medianías, sin condiciones... sin ataduras. y una canción rondando en su cabeza. a veces habíamos hablado de ello, pero ella nunca me había hecho caso. así que aquella mañana abrió los ojos y fue directa a su reproductor de música para después dejar que the cardigans moviera su cuerpo dulcemente.

mientras tanto un nuevo domingo comenzaba. fue a la cocina y se preparó una gran taza de café caliente. las tostadas estaban a punto y alguien había dejado sobre la mesa una de sus revistas preferidas (quizá habría sido ella misma). en la portada aparecía el hermoso rostro de una estrella de cine y junto a él, una afirmación algo hiriente referente a su esmalte dental. desayunaba tranquila, como a ella le gustaba, sin prisas... aquel día sólo tenía que saborear los placeres de la noche anterior.

y mientras tanto, la música seguía sonando y ella no hacía más que pensar en la oscuridad del bar de siempre y en el brillo de aquellos ojos que no paraban de mirarle. unos ojos que se hacían cada vez más grandes porque cada vez estaban más cerca. era él y ella sonreía porque era feliz. porque era él. porque volvía a ser él después de tantos meses. ya habíamos hablado de aquello, pero ella nunca me hacía caso.

así que él se acercó y en aquel momento una melodía deliciosa se deslizó entre los altavoces de aquella sala. y soñaron que sólo estaban ellos y que nadie más podría separarlos nunca. al menos no aquella noche.

acabó sus tostadas, terminó su café y volvió a la habitación. él aún no había despertado... aunque de eso se encargaría ella.

2.7.08

la cortina


tras la cortina azul una figura no dejaba de moverse al otro lado de la habitación. yo estaba tumbado en la cama, la siesta veraniega después de la comida no me permitía mantener los ojos abiertos durante mucho rato, así que puede que fuera una de esas ensoñaciones como las que tienen aquellos que vagan por el desierto viendo espejismos que primero están y luego ya no.

sin embargo no creo que fuera así del todo. aquella figura se movía como danzando, balanceaba sus brazos y se contorneaba al son de una extraña música. tan extraña como las ropas que se le intuían. flecos, velos, turbantes... quizá deliraba un poco. y creo que tenía algo de fiebre. parecía otra época en otro lugar del mundo pero pienso que estaba en casa, como siempre. en fin...

olvidé el sueño y me levanté de la cama, despacio, en una penumbra de persianas bajadas y calor sofocante. esquivé los pequeños muebles mientras pisaba aquello que más que un suelo de baldosas eran arenas movedizas. "qué extraño", recuerdo que pensé. al llegar a la cortina me escondí como pude para poder ver aquella figura mejor. era una mujer, una mujer muy joven de larga cabellera y tostada piel.

avancé haciendo a un lado la tela azul que me separaba de ella. y ya no estaba. no estaba. ni se oía música alguna, ni había rastros de arena al otro lado. "qué extraño", recuerdo que pensé. así que abochornado de mí mismo quise regresar a la cama de la que no tendría que haber salido, volví a correr aquella cortina y la figura regresó. la música sonó de nuevo y las contorsiones de la joven seguían allí como si nunca se hubieran ido.

descorrí la cortina de sopetón, aquella vez no tendría tiempo de irse. pero desapareció. decepcionado corrí la cortina otra vez y otra vez volvió. pero la descorrí y se fue de nuevo. "qué extraño", recuerdo que pensé. y también pensé "valiente cortina, que parece una pantalla de cine". y luego sonreí. así que corrí el telón, la muchacha volvió, me tumbé en la cama y entre sueños y verdades a medias me dispuse a disfrutar del espectáculo.

23.6.08

verano

caminaba en paralelo a las vías del tren, como si quisiera caminar hasta el infinito, donde ellas morían y él vería un universo distinto, distante, contrario a aquel pueblo de ancianos y vacas en el que se había criado por error, pensaba él.

el verano estaba a punto de llegar y con él también lo harían otros niños acostumbrados a una realidad más divertida, menos apartada del mundo. y traerían consigo historias de todo un año, hablarían de cuentos y nuevas experiencias, de juguetes y cosas aprendidas, de películas vistas y libros leídos. él tendría que volver a mirarlos con ojos como platos y dientes rechinando.

soñaba a finales de junio con subir a uno de esos trenes que alguna vez por semana pasaban por el pueblo para viajar a esos otros lugares distintos que él no había tenido oportunidad de visitar. soñaba con abandonar todo aquello y andar por una gran ciudad, rodeado de gente, de vida. soñaba con habitar otros mundos donde nadie le conociera, donde pudiera pasear sin ser observado, donde hubiera otras cosas más allá del río, de los animales y de la plaza del pueblo.

¿sabes? a mí me da por pensar que el ser humano es insatisfecho por naturaleza. nunca tenemos lo que queremos o simplemente puede que siempre queramos algo más de lo que tenemos. algo más bonito, algo distinto, lo que otros tienen... yo hoy me conformo con abandonar madrid y huir a ese pequeño pueblo al sur que me espera y que, aunque sólo sea por algunas semanas, me alejará del ruido de obras y gentes. donde los semáforos no existen y la vida nace en la calle. donde sigo siendo yo.

16.6.08

de chubasqueros

el día en que salió de casa con el chubasquero celeste supo que no iba a llover más. aquel día un gran sol lucía en todo lo alto y ella decidió ir al parque a dar un paseo. sus ojos azules, de un color que hacía juego con su chubasquero, no paraban de moverse observando cada rincón de un mundo que no dejaba de sorprenderla.

la primavera estaba acabando pero los pajarillos seguían tan vivos como siempre, cantando en las copas de los árboles, revoloteando entre las las ramas coloreadas de sauces llorones. sonreía al ver los tonos cálidos de un verano que se acercaba. y supo que no iba a llover más. que a partir de entonces todos irían abandonando poco a poco la ciudad y empezaría esa época extraña y sugerente en la que podía disfrutar de los lugares más recónditos de ella sin tantas prisas ni tanta gente, sin ruido de coches ni ambientes cargados. a solas, sin más.

ella se enamoraba cada año de las calles por las que andaba en invierno sin atender a su belleza, sin mirar a los ojos a los que paseaban a su lado, sin saber quiénes eran aquellos viajeros espontáneos que de vez en cuando se reunían en un vagón de metro y después se desvanecían entre pasillos y recovecos. ella se enamoraba cada año de la luz de una ciudad que cambiaba y se hacía más bella cuando los habitantes eran menos y las emociones más verdaderas.

está a punto de llegar el verano y en madrid sigue lloviendo. el cielo está gris y yo acabo de salir de un resfriado inoportuno... notas de agua y frío. notas de lluvia.

7.6.08

larry


nueva york, 1952. la redacción del times estaba a punto de cerrar en una de esas noches tranquilas de finales de primavera. larry oldman era el único periodista que aún no se había marchado del edificio, siempre se quedaba hasta al final y nadie sabía por qué, ni siquiera él. era uno de esos viejos sabuesos ultraconservadores que llevaba décadas en la profesión, sin haberse llevado una buena noticia a la boca. gafas gruesas, sombrero de ala, anchos tirantes, una libreta y un par de plumas en ristre, eran sus señas de identidad. sin embargo, nunca le habían servido de mucho.

aquel día alguien telefoneó a la redacción. era una voz sugerente, de mujer, de femme fatale, pensó él. la voz susurró unas cuantas cosas a su oído impaciente y para cuando hubo colgado el auricular, una primicia estaba a punto de salir por sus dedos para plantarse en alguna linotipia de las que tenían en el primer piso. la ciudad iba a tambalearse, el periódico acogería el mayor de los prestigios y él se convertiría en el periodista más grande del siglo.

no había tiempo para contrastar la noticia, la fuente le había convencido, todos los flecos estaban bien atados, era una historia sin fisuras y de todas formas, a aquellas horas no podía consultar con nadie. aquello tenía que ser contado. ¡paren las máquinas! ¡tengo un notición! al día siguiente nueva york se despertaba con estas líneas en portada:

la verdadera realidad del club habana. a últimas horas de la noche de ayer este periódico pudo saber que el citado club había recibido un cargamento de puros procedente de la isla maldita. al mismo tiempo, también supimos que el mismo local fue el centro de un intercambio de dinero por cientos de botellas de ron. además, el new york times supo a las mismas horas que un avión llegará esta mañana a la ciudad lleno de bailarines cubanos para actuar en algún lugar de esta maravillosa urbe, muy presumiblemente, en el mismo club habana.

después de esta entradilla, larry estaba convencido de ser el periodista más avispado del lugar. había dado todas las pistas para evitar un gran delito al día siguiente. sin embargo... por la mañana, todos sonrieron pícaramente. el club habana había ganado muchísimos clientes aquel día, nadie en toda la ciudad querría perderse semejante fiesta para celebrar la llegada del verano. larry, otra vez has metido la pata.

3.6.08

llama que se apaga

a veces la vida me parece la llama de una vela que se enciende, que fluctúa, que va y viene, que parece apagarse y vuelve a lucir, que a veces crees que ya no puede brillar más fuerte, que dura y nunca se agota... hasta que irremediablemente la cera acaba y tú apenas te das cuenta, o puede que sí lo hagas. y después de todo comprendes que tu luz ha iluminado otras velas, otras vidas y que esos resplandores jamás van a olvidarse, que tu lugar no lo va a ocupar nadie aunque las demás sigan brillando.

¿y sabes ese pequeño punto de luz que se queda en la mecha cuando la llama se apaga? ¿ese pequeño punto que parece una estrella en mitad de la noche? esa incandescencia son los recuerdos en las mentes de los demás. los recuerdos que nunca se van, porque no pueden irse, porque la vida es demasiado corta para olvidar. ismael me ha acompañado estos días, como siempre. y he de darle las gracias. ayer paré en unos versos que me empujaron un poco más y me ayudaron a seguir andando, siempre adelante.

si se callase el ruido
oirías la lluvia caer
limpiando la ciudad de espectros,
te oiría hablar en sueños
y abriría las ventanas.
si se callase el ruido
quizá podríamos hablar
y soplar sobre las heridas,
quizás entenderías
que nos queda la esperanza.

sé que tiene otro significado, pero también sé que cada línea de una canción encierra un sentido en sí misma. y sé que si se callase el ruido aún nos daríamos cuenta de muchas cosas y entenderíamos que nos queda la esperanza.

por eso hoy quiero brindar por nosotros, por ti y por mí, por ella, por la vida que se va y no vuelve, por la incandescencia de unos recuerdos anclados en tu ser, por saber que después de todo nadie se va porque siempre habitarán en ti... porque hoy es siempre todavía.

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letra de la canción si se callase el ruido, de ismael serrano. y brindo por nosotros, tres palabras mágicas de una amiga de este blog. gracias a todos.

26.5.08

servilletas de papel

aquel hombre vestido como si hubiera salido de otra época no dejaba de escribir, lo hacía compulsivamente sobre decenas de servilletas de papel. una detrás de otra, agotándolas en apenas unos minutos y ordenándolas de manera sistemática en una esquina de la barra.

yo le observaba desde mi mesa en un bar oscuro y sucio, perdido en la ciudad dormida. desde allí notaba la rabia con la que empuñaba su vieja estilográfica y lo furioso que se ponía cuando algunas de esas láminas de papel fino se arrugaban bajo su mano. la cara redonda y tosca enrojecida por la ira, los ojos que no dejaban de moverse. de vez en cuando parecía rugir por no poder escribir tan rápido como quisiera. las ideas venían a su cabeza con tanta violencia que casi podía oír sus pensamientos, casi veía el humo salir de sus orejas ardientes.

igual que otros en aquel bar, yo no podía de dejar de mirarle. jamás había presenciado nada igual, jamás había imaginado una venganza tan cruel, un final tan sangriento. un epílogo tan macabro en una noche tan apacible. aquellas palabras mataban y yo ya sabía a quién.

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el final de curso se ha ido acercando sin que apenas me diera cuenta y ahora ya buceo en él como cada año a estas alturas de mayo. seguro que a ti también se te amontonan las tareas, por eso me entiendes y por eso escribo menos en estos días, aunque las dudas no dejen de asaltarme. pero volveré en junio, una vez acabados los exámenes. ven cuando puedas... yo haré lo mismo. un abrazo.

19.5.08

nacimiento

abrió los ojos y la luz intensa de aquella mañana quebró sus retinas. volvió a cerrarlos dolorido y, a tientas, y muy despacio empezó a explorar su cuerpo desnudo, sorprendiéndose con cada centímetro de piel bajo sus dedos, con cada curva, con cada protuberancia, con cada recoveco. entonces despegó los párpados, esta vez con más cuidado y se vio tendido bajo un manto verde de ramas y hojas de árboles desconocidos. la luz del sol se filtraba entre las copas de aquellos gigantes y el sonido de pájaros lejanos acudían a sus oídos vírgenes.

miró sus pies e intentó levantarse. poco a poco, tan despacio como si cualquier movimiento brusco fuera a romperlo, se irguió y miró alrededor sin saber dónde estaba ni dónde ir, sin saber quién era ni lo que hacía allí. asombrado de tanta belleza, del calor que desprendía la tierra bajo sus pies, probó a despegarlos de ella, a andar sobre aquel lienzo puntiagudo de ramas y piedras. primero uno y después el otro, primero uno y después el otro.

al cabo de un rato llegó a la casa del viejo. él ya lo estaba esperando, había plantado su semilla nueve meses antes, cuando el mundo apenas pendía de un fino hilo. cuando todo estaba a punto de derrumbarse y aquella era la última opción. el viejo se acercó a él sonriendo y le besó en la frente.

desde entonces está un poco menos solo y es bastante más feliz.

14.5.08

olvidé

anoche olvidé apagar la luz por si volvías. por si volvías y te acurrucabas conmigo en este sillón azul que tanto te gustaba. frente a la chimenea donde me quedé dormido con tu libro en el regazo esperando a que ángeles perdidos me susurraran al oído dónde estás.

anoche olvidé cerrar la ventana por la que siempre me llamabas desde el parque. esa por la que siempre se colaba tu perfume. la ventana por la que mirábamos las estrellas cuando aún sabíamos de constelaciones e imaginábamos otra vida al son de una música inventada.

anoche olvidé guardar las cartas que enviaste desde lugares lejanos. sellos de países extraños que traían tu brisa y tu sonrisa. olvidé guardar las palabras que te hacían mía aunque sólo fuera un instante, aunque después de tu firma no hubiera nada. y olvidé quemarlas.

anoche soñé que volvías y apagabas la luz y cerrabas la ventana y escondías tus cartas. anoche soñé que estabas cerca, que jamás te marcharías. anoche la luna también dormía y el cielo lo iluminaban tus ojos que brillaban tanto como aquella última tarde naranja en el café.

13.5.08

mañana de lunes

cierro la puerta de casa. pulso el botón y espero impaciente al ascensor. nunca pensé que un aparato así pudiera tardar tanto tiempo en llegar. normal, con la de años que tiene... por fin ha llegado. pulso el botón de la planta baja y ya sólo me queda esperar. 45 segundos de bajada lenta y desesperante. 6, 5, 4, 3, 2, 1, 0. abro la puerta, el rellano está oscuro. ando unos pasos y la luz se enciende como por arte de magia. la tecnología no deja de sorprenderme. bajo un par de escalones más, abro la pesada puerta y salgo a la calle. por fin.

ya son las doce y media. huele a comida, pero no a una, sino a muchas. la ropa tendida también desprende un fresco olor a suavizante y los niños no dejan de gritar. parece que pronto será la hora de salir del colegio. ando un poco, no demasiado y el sol, que ya empieza a lucir con todas sus fuerzas a estas alturas de la primavera, me toca y me llena por dentro. parece que hiciera años que no piso la calle.

sigo andando, tuerzo la esquina de uno de esos jardines vallados tan típicos en la periferia de madrid y las mujeres que compran el pan en el 24 horas se paran a hablar de recetas, la tele o los niños. a veces me paro a escucharlas, a veces me gusta saber algo más de la vida de los otros. pero a veces tengo prisa y no me da tiempo. maldita prisa, siempre corriendo.

sigo andando. ya no hay que torcer más. los viejos, sentados en los bancos a lo largo del paseo, hablan no sé muy bien de qué pero sobre todo se hacen compañía. siempre me ha gustado la forma que tienen de hacer amigos, tan fácil, tan rápida... sólo basta llegar hasta el mismo lugar para ponerse a hablar del tiempo, el alcalde o los tiempos mozos. sus voces suenan distintas, con acento, como si no fueran de aquí, como si, igual que yo, fueran de otro lugar, un poco más al sur, o al norte, o quizá al este o al oeste. emigrantes de otros tiempos que ya no han vuelto a casa. también de otros colores. a veces también me apetece envejecer un poco para saber qué se siente.

el semáforo está en rojo. no viene nadie. dudo. cruzo la calle. la parada del autobús está vacía, seguro que acaba de pasar el mío. la ley de murphy se ceba conmigo cada vez que puede, es decir, siempre. el sol calienta más de lo que debiera, busco la sombra. parece que no soy el único que lo ha hecho. murphy me da un respiro. un hombre y una mujer charlan amigablemente. yo intento leer la sentencia de publicidad ilícita que tengo que comentar. no me apetece. por fin llega el autobús. subo... próxima parada, facultad de ciencias de la comunicación.
 
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