aquella primavera las flores del jardín crecían más despacio. el sol lucía un poco menos que de costumbre y tú arremolinabas estrellas frente al espejo de tu habitación. los días pasaban sin que habláramos como lo habíamos hecho tantos años atrás y el escritorio se llenaba de notas, de pasajes recordados, de versos incompletos que no eran más que el tiempo lento y quebradizo de aquella época.
para entonces, sin saber cómo ni cuándo, yo había dejado de ser el mismo, había dejado de creer, de soñar, incluso de vivir y me pasaba las horas tumbado en la cama, buscando un punto en el techo que me ayudara a viajar más alla de la oscura luz del universo. más allá de aquello que ya conocíamos, más allá porque aquí no había nada que me acercara a ti.
nada excepto una larga línea telefónica que unía este continente con otro a miles de kilómetros. miles de kilómetros que nos separaban, que nos hacían más débiles, más opacos, más extraños y, he de decirlo... menos felices. habíamos jugado cientos de veces a que no pasaba nada, a que todo seguiría siendo igual, a que algún día volveríamos a vernos. cartas que iban y venían, llamadas que alguna vez al año siempre eran bien recibidas. historias contadas, palabras cruzadas, lágrimas después de colgar.
la de los cuarenta fue una década difícil aquí, supongo que también lo fue allí. hace más de cincuenta años que no la veo... y ahora me paro a recordar.
Cerca del cielo
Hace 3 meses