7.9.08

el comienzo

él había acabado con mi paciencia hacía ya mucho tiempo. no había podido despegármelo del trasero en toda mi vida. habíamos ido juntos a clase desde que teníamos memoria: me había perseguido por los pasillos del colegio, se había paseado por mis horarios del instituto, se había matriculado en todas mis asignaturas de la facultad y en fin... no me extrañó que un buen día lo viera aparecer en mi despacho.

- jefe, alguien me ha dicho que ibas a darme algo para hacer en esta maravillosa tarde de diciembre.
- ¿pero tú... otra vez? ¿se puede saber qué haces aquí?
- cualquiera diría que no te alegras de verme...
- no es eso, hombre, es que no te esperaba por estos lares. ¿por qué no me has llamado antes?
- es que todo ha sido un poco rápido... por eso quería pedirte un favor... ¿podría quedarme en tu casa un par de semanas?
- eh... bueno...

y no es que no quisiera, no es que me fastidiara verle allí... pero es que en todos esos años habíamos fraguado una extraña amistad. él había conseguido terminar con mis ilusiones cada vez que se lo había propuesto. él siempre llegaba primero. y si alguna vez había llegado tarde, siempre había conseguido colocarse en la pole. algo así fue lo que ocurrió.

ella había aparecido una noche cualquiera en un bar perdido, en la calle más oscura de hortaleza. la encontré sola en una mesa, dispuesta a emborracharse con una botella de whisky barato que no pretendía compartir. yo me acerqué a ella y sin decir nada, me senté a su lado. me serví una copa y le pregunté cómo había sido su vida hasta entonces.

- dudo que quieras saberlo -dijo ella.
- no tengo nada mejor que hacer en todo lo que queda de semana -respondí yo.
- tampoco nada ha hecho mi vida especial, ¿sabes? por eso estoy aquí, como todos, supongo. mi trabajo es una mierda, acaban de largarme del piso y creo que voy a tomarme unas vacaciones en casa de mis padres.

después de aquello nos emborrachamos y ella pasó unos días en mi apartamento. luego se marchó y sólo volvió la noche anterior a que se conocieran. yo los uní y ellos se separaron. yo los uní y ellos... y él la dejó marchar.

4 comentarios:

Castigadora dijo...

Como he extrañado leerte.
A veces somos demasiado leales con los amigos. A veces eso nos hace olvidarnos de nosotros y dejarles el camino libre. Nos enseñan que debemos ser buenos amigos, buenas personas, pero a veces me pregunto ¿sólo me lo enseñaron a mí? ¿Acaso no vió que eso me dolía? A veces a los amigos hay que abrirles los ojos antes de que nos lo saquen "sin querer"
Me encantó volver a pasar por aquí.
Besos

Anónimo dijo...

Hay que ser un buen amigo,generoso y todo eso.pero sin pasarse,¿no crees?.

Un beso para los dos. Espero que paseis todos una buena feria.(Y que nosotros nos incorporemos el próximo finde)

Eclipse dijo...

Ufff!!! ya no preguntaré si al historia es cierta!! solo diré que quiero saber más, jejejeje, lo sea o no!
todos somos distintos. sucede que a los buenos muchas veces nos agarran de giles. yo soy muy celosa pero nunca lo demuestro, nunca hago escenitas de celos ni digo nada, por eso soporto estoicamente esos dolores y a veces la gente me agarra de gila y duele... pero bueno.
un placer, leerte, amigo, como siempre.
muchos besos!!!

Elegi@ dijo...

ah!!! que sera? algun dia escuche que a los amigos ni los zapatos prestados solo la amistad. Que dificil, se de ello pero que mas da siempre los supervivientes estamos para contarlo. Un abrazo.

 
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