2.5.10

un banco del parque

asaltar las dudas de la debacle y maldecir aquellas tardes de parques y bancos. anunciarse como un ángel redentor cuando no era más que un veinteañero sin nada más que decir ni que hacer. perder de vista a los últimos combatientes, las últimas panteras negras, las últimas estrellas. y marcharse lejos. tan lejos como te hubieras ido de haber hecho caso a aquel sueño perdido.

allí estaba ella, esperando como siempre. sentada mordiéndose los labios, mientras él todavía no había venido para darle un beso ni para decirle "amor mío". y siempre era entonces cuando más dudaba. era entonces cuando pensaba en lo que estaba haciendo, en todo lo que había dejado atrás por aquel triste muchacho de ojos distantes y aire solitario. hacía meses que no veía a su marido con los mismos ojos. y hacía mucho más tiempo aún que no sentía nada por él. por eso siempre era entonces, después de recordar el vacío anterior, cuando se daba cuenta de lo mucho que creía tener ahora.

pasaron miles de horas paseando por los caminos del retiro. siempre se veían allí. él decía que era porque el verde de los árboles la hacían más bella. pero en realidad, era porque se sentía más protegido en medio de aquel oasis natural... lejos de tanta maleza urbana. unas cuantas veces ella consiguió arrastrarlo al cine o a algún café. pero siempre volvían a aquel universo verde que él sentía suyo. ella lo miraba sonriente y pensaba que algún día tendrían que viajar fuera de allí para compartir un lugar más íntimo. una habitación de hotel. unas sábanas revueltas.

mientras esperaba en el mismo banco de casi siempre, ella recordaba la última tarde juntos. sus manos temblorosas y las de él tan firmes que daban miedo. cuatro ojos encontrándose en la inmensidad de aquel océano de hojas. y luego rehuyendo la responsabilidad de decirse la verdad, de aclarar lo que allí estaba pasando. frases a medias que se perdían en un laberinto de flores secas y luces aceitosas. una despedida triste, silenciosa. y él que enfilaba una boca de metro que se lo tragaba sin más.

habían pasado varias semanas y no había vuelto a saber nada de él. ninguna carta, ninguna llamada... pero ella siempre lo esperaba en el mismo lugar, casi siempre a la misma hora. por si volvía. por si algún día la echaba de menos.

3 comentarios:

Eclipse dijo...

una penélope cualquiera, pero no una más....

Lucina dijo...

vaya.. duelen las ausencias ... y más aún bajo las hojas de este otoño.

Cuidate. Un beso

maria jose dijo...

Fíjate que esta vez vez el personaje principal es la mujer.Y es que las mujeres nos pasamos la vida esperandoos.Al menos yo,sobre todo ahora.
A veces es muy duro,pero al menos para mí, siempre merece la pena.

Un beso para los dos.

 
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