23.2.11

después de misa

allí estaba yo. era un día cualquiera de verano, un día de esos que ni frío ni calor. ni amarillo ni tostado. uno de esos días que pasan sin pena ni gloria pero que luego recuerdas mucho tiempo después, cuando los echas de menos. suele pasar. nosotros somos así... sólo nos acordamos de lo que tenemos cuando no lo tenemos.

me había sentado en el viejo porche de la casa de mi madre. la hamaca hacía un ruido extraño cada vez que me mecía pero en fin, si para algo sirven las hamacas, es para mecerse. llevaba uno de esos tallos de paja entre los dientes. mi sombrero de ala ancha, tan raído como el día en que mi abuelo me lo dejó en herencia. y aquellos cortos pantalones blancos que siempre tenía que llevar a misa. mi madre nunca tuvo demasiado gusto para el vestir.

no sé qué andaba haciendo, pero lo cierto es que me había entretenido persiguiendo a una hormiga que había trepado hamaca arriba hasta mi brazo. seguro que piensas que lo fácil hubiera sido soplar hasta que hubiera volado. o haberla espachurrado con el dedo. pero qué diantres, le había cogido cariño. se había tomado muchas molestias, había venido a saludarme o algo así. no podía hacerle ese feo. así que la perseguí con la mirada, brazo arriba, brazo abajo. luego la posé en mi dedo y ella empezó a caminar por mi mano. ya no sabía como ponerla para poder verla... pero me divertía, para que voy a engañarte. y en esas andaba cuando de pronto oí su voz.

- pero qué te miras con tantas ganas, atontado.

llevaba un vestido sin mangas, de color amarillo pastel. estaba viejo y tenía una pequeña mancha oscura y perenne cerca de donde tendría que estar su ombligo. ni siquiera llegaba a adivinarse el inicio de sus muslos, no llevaba tacones, ni siquiera un pequeño escote, pero cada domingo podía notar como mis orejas se encendían cual luz de neón rojiza. podía notar como ella las miraba burlona, mientras yo intentaba refrigerarlas mentalmente.

- siempre estás mirando las musarañas... no sé cómo no te ha dado un aire ya. qué niño más raro.

definitivamente estaba enamorado. el corazón iba a estallar dentro de mi pecho de un momento a otro. pero antes había algo que tenía que hacer. no podía esperar más. llevaba viéndola cada domingo durante los últimos tres veranos. y ya era más que suficiente. en la parroquia siempre nos sentaban cerca en la misa de los niños. si me atrevía, seguro que tenía una oportunidad, pensaba yo. valiente iluso.

- oye, pues tú... tú... ¿tú...? ¿tú quieres sab... sal...?

y siempre, cada domingo, para cuando conseguía acabar ella estaba tan lejos que no podía oírme. la semana que viene seguro que puedo. seguro, me decía. y yo tan convencido...

7 comentarios:

yo mismo dijo...

mientras escribía estaba oyendo let there be love, de nat king cole :) me encanta ese tipo...

Nuevo Milenio dijo...

si no es este domingo será al siguiente pero seguro que lo hará :) por cierto, voy a tener que preguntarle como hace eso de refrigerar las orejas mentalmente...

Luis Cano Ruiz dijo...

Vagando por otros blogs me encuentro con la sorpresa de que tus letras han regresado.

Me alegro, alguna vez las he echado de menos.

Cuídate.

cachita dijo...

Somos muchos los que te hemos echado de menos.....
Precioso,ahora a esperar la segunda parte.
Besos

P.D
por cierto es buena idea anunciar en el facebook que has vuelto

Vértigo dijo...

seguro.

Anónimo dijo...

Cada vez me parecen tus post más cinematográficos...Precioso.

Un beso para los dos.

maria jose dijo...

No soy anónimo,soy yo.

 
Copyright 2010