acababa de salir de una de esas bocas de metro de forma extraña y nombre afrancesado que suelen aparecer a cada poco, en el centro de parís. era primavera y los pájaros empezaban a cantar en cualquier alféizar, en cualquier rincón de la ciudad. desde lo más alto de la torre eiffel la ciudad se veía preciosa. y aquellas pequeñas manchitas negras que eran el resto el mundo importaban tan poco... la vida empezaba a sonreírle y a mí sólo me quería para servirle cafés con tostadas en mi pequeño bistrot del boulevard de clichy, en el barrio de montmartre.
era una mujer demasiado rara, demasiado, incluso para esta ciudad en aquellos tiempos. el moulin rouge lucía más rojo que nunca, las gárgolas de notre dame pasaban las noches murmurando en sus balcones y el barrio latino era tan acogedor que lo mismo daban borrachos y putas que nobles caballeros y señoritas de fino carácter. todo era contradictorio en parís... pero ella... jamás había visto una mujer tan bella y tan fría a la vez. en fin, vino aquí tarde tras tarde durante meses y nunca la vi cruzar una palabra con nadie que no fuera yo.
- madame, ¿quiere que la acompañe esta noche?, acabo de contratar a un diligente garçon que puede hacerse cargo del local mientras yo tomo una copa con usted -recuerdo que le dije una vez.
- no se moleste, prefiero dar un paseo por el sacre coeur hasta casa, en otra ocasión quizá -hizo un intento de sonreír, bajó los párpados y sorbió su café sin leche y con dos terrones de azúcar.
estaba sola en la ciudad pero no parecía importarle. a veces la veía con un libro y a veces sólo traía una pluma para escribir en alguna de mis servilletas de papel. siempre se sentaba en la misma mesa, siempre aquella expresión de ligera pesadez sobre sus hombros... no sabía a qué se dedicaba. alguna vez alguien me dijo que se pasaba los días paseando, caminando de un lado a otro de parís, recorriendo calles y avenidas, visitando galerías de arte o parques vacíos. era tan extraña...
hasta que un día me dijo que la vida había empezado a sonreírle. yo me sorprendí, no sabía que quería decir aquello. ella se fue. pero regresó al día siguiente y ya no volvió a hablar con nadie. era tan sugerente... pero allí seguía, a solas. no escribía, tampoco leía... aunque a decir verdad, la expresión de sus ojos había cambiado. ahora se sentía tan bien... y yo me alegraba por ella aunque no la entendiera, aunque no supiera quién era. era rara, pero tan hermosa... la eché de menos cuando dejó parís aquella noche de mayo.
11 comentarios:
Esas mujeres que te parten la existencia.
Abraxo loco.
no sé la razón. pero las chicas guapas, el jazz, un local cualquiera... siempre están en mi forma de contar historias, a veces creo me parezco a mí mismo. otras veces pienso que me gustaría haber vivido algún tiempo en el nueva york negro de la primera mitad del siglo xx... hoy lucía el sol y oía esta canción mientras volvía de la agencia. feliz semana :)
si, muy tuyo este escrito, esas historias que siempre repites desde un punto de vista distinto.
alguna vez te veremos sentado del otro lado del mostrador? quizás ella te espere detrás de la barra preguntándose qué será de ti o "qué andarás haciendo ahora"
Parece que hayas pasado toda tu vida en París.Febrero os llevó allí y es evidente que aprovechaste muy bien el tiempo.Si cierro los ojos,casi estoy en ese café,observando a esa enigmática mujer,o paseando por los bulevares o por el barrio latino...
Tienes una preciosa manera de llevarnos de la mano al lugar que nos describes.Y la música.La música te ayuda,pero es tu mérito saber escogerla tan bien.
Un beso para los dos.
Justo hoy estaba pensando que hay personas que mágicamente nos hacen añorar lugares que no conocemos... Lugares magnificamente contados, con esas historias maravillosas, que nos dan nostalgia de leerlos.
Vos sos uno de ellos.
Gracias por hacerme viajar a esos lugares, un abrazo amigo transoceanico.
"era una mujer demasiado rara, demasiado, incluso para esta ciudad"
Gracias, gracias por este texto!
París es "mi ciudad" y por un momento has conseguido sacarme de la oficina, de estas cuatro paredes y hacerme pasear por sus calles...
En serio, me encanta.
¿Dónde me llevarás la próxima vez?
No voy a decir mucho más que me pareció una linda historia contada con una prosa muy clara y bonita.
Saludos.
Saludos vos mismo... se agradece la visita al blog y el comentario...
Me ha gustado mucho, pero sobre todo porm que me ha hecho recordar el Sacre Coeur y el barrio latino, para mi la zona más bonita de París...
Un saludo.
Hay personas demoledoras.
:)
Un abrazo.
El misterio que reflejan algunas personas, invitan a otras a volar su imaginación y a escribir bellas historias como la tuya.
Un beso
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