6.3.08

mañanas de domingo

despertó aquella mañana, aún somnoliento. el cansancio en los hombros, la cabeza muy turbia, como si no fuera él, como si no estuviera allí, como si medio millón de soldados anduvieran en formación y a paso ligero dentro de él. los brazos, las piernas, cargados, se movían descompasados dentro de las sábanas, tampoco era él quien ordenaba lo que tenían que hacer, era otro. sus ojos aún pegados, se resistían a abrirse y mirar más allá de sus propios párpados. la boca pastosa, inservible, como sin pilas y un cierto sabor amargo que ya sabía que tardaría en desaparecer. intentó elevar la cabeza por encima del cuerpo hundido en aquel colchón pero no pudo y cayó de nuevo en las redes del sueño.

un par de horas más tarde volvió a despertar. cuando consiguió abrir los ojos la terrible avalancha de luz de un domingo cualquiera donde el cielo amanece azul a las cuatro de la tarde hirió sus retinas. se llevó las manos a la cara en un movimiento lento, torpe. giró la cabeza y entre sus dedos vió que la cama estaba vacía al otro lado. ella se había ido. otra vez. y una sensación de derrota que no era desconocida inundó su cuerpo como el alcohol lo había inundado la noche anterior. ella se había ido otra vez. y no podía entenderlo, creía que no iba a volver a pasar, pero ella siempre se iba. y lo peor: siempre regresaba.

intentó recopilar cada momento, cada paso que le había conducido hasta aquella situación aquella mañana de abril, que le había llevado otra vez a su vieja cama abandonada, a ese pequeño universo de su habitación que horas antes había estado tan lleno y que ahora estaba tan vacío. pero no podía, ni siquiera recordaba donde la había encontrado, lo único que sabía era que se habrían emborrachado juntos en cualquier bar, que se habrían besado en cualquier esquina, que ella le habría dicho te quiero en cualquier taxi y que habían hecho el amor entre las mismas sábanas que otras veces, en un guión cansado ya, de ser representado.

entonces se dio cuenta de que el sabor de su boca no era el sabor amargo del alcohol derretido, ese sabor áspero y desgraciado que le dejaban las resacas de noches inacabables. se dio cuenta de que era el sabor de la pérdida, de la desesperación, de la vida que llevaba. era el sabor de una tarde que se había repetido demasiadas veces, las tardes que seguían a cada noche con ella.

como pudo llegó a la ventana, descorrió las cortinas que ella había elegido hacía años y subió una persiana que nunca había pesado tanto. abrió la ventana y gritó a la ciudad que se desparramaba, irregular, bajo sus pies en un ático de hortaleza. gritó que jamás volvería a sucumbir a aquella tentación que le obligaba siempre a repetir, a caer en el mismo error. gritó que jamás volvería a soñar con ella, con su tibia piel, con su pelo, ni tampoco con sus labios. gritó que todo había acabado, que ya estaba bien. gritó que jamás volvería a dormir abrazado a ella. y, sin embargo, un te quiero insípido se escapó en un susurro de sus labios cuando apenas tenía aire en los pulmones.

ya había gritado demasiadas veces, demasiadas tardes. demasiadas.

9 comentarios:

Eclipse dijo...

Los domingos... breves motivos de suicidios. Siempre son días donde ella o él se van, donde todo se resume a un "volver a empezar" inminente.
Hace un tiempo escribí un poema sobre el domingo. Quizás alguna vez lo escriba en una servilleta y te lo deslice por la superficie de cármica en la mesa de algún bar. Quién sabe.

Anónimo dijo...

No se deben tomar decisiones importantes co la cabeza tan espesa, pero sobre todo hay que saber escoger a la pareja.Hay amores matan...Pero ese no es tu
caso.

Besos para los dos.

Carlota dijo...

qué bueno es gritar a pleno pulmón... pena que no lo hacemos más. Me encantó ese susurro cuando ya casi tenía vacíos los pulmones. Un beso, y buen fin de semana!

Unknown dijo...

Puede que una relación viva eternos domingos de resacas de sexo, amor besos y abrazos... Puede que una vida y la ilusión de una persona se sutente de esas resacas... pero el sabor amargo del alcohol al día después es lo único pasajero en estos casos... las heridas que causan las resacas de este tipo, donde el otro abandona la cama, la relación y la habitación antes que uno mismo, quedándose el alma atrapada en esa contínua sensación de resaca y síndrome de abstinencia, son más duros, dolorosos y difíciles...
Gracias por todo lo que has escrito en mi blog... te hablé esa primera vez porque supe y se que no eres "otro"... me gustaría hablar mucho más contigo porque creo que eres de las personas que merece la pena conocer... y sí, por fin, ahora, ha llegado el momento en mi vida en que he dejado de vivir en eternas resacas de amor para empezar a disfrutar de mí misma...

Felipe dijo...

Domingos, efímeros pero maravillosos. Amores de ida y vuelta, también maravillosos.
Sueños, que decir de ellos; si son de amor, pues también maravillosos.
Algún día tendremos domingos de amor y sueños y se habra terminado este sin sentido de asesinatos. Este domingo sera triste, pero votaré pensando en tí Isaías.

Hoy no puedo saludar, me tiembla el pulso.

Felipe dijo...

Domingos, efímeros pero maravillosos. Amores de ida y vuelta, también maravillosos.
Sueños, que decir de ellos; si son de amor, pues también maravillosos.
Algún día tendremos domingos de amor y sueños y se habra terminado este sin sentido de asesinatos. Este domingo sera triste, pero votaré pensando en tí Isaías.

Hoy no puedo saludar, me tiembla el pulso.

Anónimo dijo...

Hermoso texto.

¿Nos conocemos o descubriste mi blog casualmente?

Un saludo.

Anónimo dijo...

Cada vez tienes mas seguidores,y se nota que te aprecian,lo que es logico ,por otra parte.

Preciosa historia ,como siempre.

Me han dado recurdos para ti desde salou,y muchos besos.

Yo os mando muchos mas de nuestra parte.

Bambu dijo...

Hay cosas contra los que uno no puede luchar, bueno, puede pero saber de antemano que va a perder...

 
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