7.5.08

el desván

oscuridad. no espera, tres pequeños rayos de luz atravesaban aquel desván en paralelo por tres pequeñas ventanitas en el techo tumbado. me acerqué a la primera de ellas y con un poco de cuidado miré a través del agujerito. el gran sauce junto a la casa despuntaba sobre el tejado en un balanceo continuo, como mecido por la brisa del atardecer veraniego.

se estaba bien allí. el olor a humedad del invierno se había convertido en algo menos insoportable con la llegada de los sofocantes calores estivales. aunque hacía tiempo que nadie abría aquel baúl de los recuerdos para airearlo y quitarle el polvo a aquella atmósfera que se pegaba en la piel. fui hasta la gran ventana redonda del fondo, la abrí y todo se llenó de la dulce luz de una tarde roja.

ni siquiera sabía por qué había subido hasta allí después de tantos meses. y no recuerdo qué es lo que me llevó hasta aquella caja de cartón azul que había encima de la estantería más olvidada de la casa. pero como si no tuviera otra cosa que hacer, o mejor dicho, como si no hubiera otra cosa en el mundo, busqué algo que me sirviera de escalera y en un momento tuve ante mí un tesoro abandonado a su suerte desde hacía años. décadas, diría yo.

nadie me había enseñado nunca lo que contenía. nadie me había dicho jamás que mi abuelo había sido pianista en el bar más castizo de madrid, en ese al que las efemérides más deslumbrantes de la época no podían faltar en sus visitas a la capital. nadie me había contado su romántica historia de amor con una señorita de alta alcurnia y gusto exquisito que jamás pudo terminar en buen puerto... eran otros tiempos. y ¿sabes? tampoco nadie me dijo nunca que de vez en cuando ponía la música a las películas de sarita montiel o carmen sevilla.

en fin. fotografías, notas, periódicos en los que salía algún artículo hablando de su impecable estilo... y un diario, casi unas memorias. casi un libro de cuentos. el que él no pudo contar a sus nietos, el que yo contaré a los míos.

4 comentarios:

Eclipse dijo...

hermoso, yo siempre colecciono historias pensando en los futuros nietos... es algo que siempre me gustó que hicieran conmigo.
al principio recordé el aire de la novela "la borra del café" de benedetti, te la recomiendo si puedes conseguirla.

En El Corazón del Bosque dijo...

Que bonita manera de contarlo, precioso relato. Y por su puesto eso de rebuscar el los recuerdos, darle valor a los "trastos viejos" que casi siempre tienen mil historias que contar, me encanta.
Un besito

PD: ¿ya tienes entradas para el 20 de diciembre?

Anónimo dijo...

La caja de cartón no podía ser deotro color sino azul.

Las historias familiares no pueden guardarse en un cajón.Hay que contarlas de generación en generación para que se mantengan vivas,porque son parte de nosotros.
Yo sé que tú lo harás con las nuestras.

Tu entrada 102 es muy hermosa y muy entrañable,de esas que a mí me llegan especialmente,ya sabes.

Muchos besos para los dos.

Mandarina azul dijo...

Aun sin saber a ciencia cierta si realmente esta historia forma o no parte de la historia de tu familia, me ha emocionado.
Como dice María José, había de ser una caja azul la que cuidara de ese tesoro... y había de ser un escritor azul quien la abriera descubriendo y valorando su interior.
Sé que estás muy ocupado y falto de tiempo (como yo...), pero aun así te digo que se te echa de menos por otras praderas también azules...

Un beso. :)

 
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