llevaba varios días enjaulado en aquel antro de aire viciado y nulo encanto. el camarero me hablaba pero apenas podía entender de qué iba toda esa sarta de palabras que salía de su boca casi a borbotones. mi mente había escapado de allí. ahora vagaba por un mundo de sonidos estridentes e imágenes borrosas, alguien gritaba mi nombre, yo no dejaba de repetir el tuyo. la ciudad ardía bajo mis pies y yo sólo tenía frío. nadie habitaba las calles, todo parecía negro... la vida había muerto. nunca pensé que un pequeño rayo de luz pudiera significar tanto.
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