24.4.08

buen día

bajaba las escaleras de su duplex sin saber cómo. deslizaba sus pies casi sin tocar el suelo, saltando de escalón en escalón, agarrando la baranda casi sin hacerlo y mientras, no podía dejar de cantar. cada mañana era igual. cada mañana despertaba eufórica, sin miedos, sin tristezas. cada mañana se decía: "hoy será un buen día".

y se preparaba el desayuno mientras escuchaba un poco de música en su emisora favorita. siempre se vestía mientras las señales horarias pitaban en la radio y justo a las ocho y veinte corría hacia la puerta más contenta que unas pascuas. cada mañana se entusiasmaba con un nuevo día de sol o de lluvia, con la sensación de que 24 horas iban a ser pocas. salía de casa y casi siempre bajaba los tres pisos por las amplias escaleras de su edificio recién reformado.

saludaba al portero, tan simpática como siempre y daba las gracias por un nuevo día en la ciudad. ¿a quién? no lo sé, quizá a la providencia divina, a los astros que se habían conjurado para hacer un mundo tan fantástico como el que tenemos... quizá a sus padres por haberla hecho tan feliz. y caminaba a paso ligero hacia la estación de metro.

pero siempre andaba más despacio a medida que se alejaba de casa. parecía como si el monótono pitido de los coches en el pesado tráfico de la mañana mermaran un poco sus fuerzas. aunque ella siempre pensaba que no pasaba nada, que aún el día era largo y prometedor. y siempre volvía a alegrarse al entrar en la boca de metro. y siempre volvía a pensar que la vida era un poco más triste entre la muchedumbre que abarrotaba el vagón. caras, sólo caras. sin vivencias, sin recuerdos. ella no era nadie para los demás, y los demás apenas eran alguien para ella.

media hora más tarde salía del vagón esperando ver de nuevo la dulce luz del sol. y casi siempre, cuando emergía del subsuelo de la ciudad, el cielo ya no era azul y sí un poco más gris. pero ella pensaba que aún había día, que había que hacer muchas cosas, que 24 horas iban a ser pocas. y sin embargo, la larga jornada de trabajo volvía de hacerla descender a algún lugar cercano a la desesperanza. los compañeros no hablaban, las comidas se hacían aburridas y las horas eternas.

de vuelta a casa ella no podía más. las caras del metro ya no eran caras, sino borrones sin nombre ni alma. el camino hasta casa se volvía incierto y desangelado, el tráfico apenas la molestaba si no fuera porque se sentía perdida entre tanto metal, entre tanto chirrido infernal y el dolor de estar allí. saludaba al portero sin ganas, subía las escaleras en el ascensor y se tumbaba en el sofá sin apetito.

mientras iba a la cama se decía: "mañana será un buen día". quizá sí lo fuera.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mañana seguro que será un gran día,si tú te lo propones.Yo "estoy en ello",hay muchas cosas que pueden cambiar si nuestra actitud es positiva.

Un beso para los dos.

Eclipse dijo...

me recuerda a la canción... "hoy puede ser un buendía (...) duro, duro con él"
siempre puede ser un buen día, pero a veces uno siente que el mundo conspira en contra de esta esperanza.

 
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