25.1.08

el cuaderno

allí era donde escribía. un antiguo cuaderno de pastas azules, un cuaderno viejo con las hojas amarillentas por el paso del tiempo, un libro grueso que parecía no tener fin y en el que a lo largo de los años había escrito cientos de historias. cientos de personajes me guiaban, cada vez que metía la nariz allí dentro por mundos de ilusión y misterio, universos extraños de colores inimaginables, países de nombres inventados tan parecidos a esos países crueles que existen de verdad, mujeres perfectas con vidas que te hacían llorar, paisajes perdidos que sólo encontraría en la cabeza de aquel hombre. sí... en aquel cuaderno tan grande y gordo cabían millones de palabras que evocaban sensaciones jamás soñadas.

ya era mayor, muy mayor. en realidad, nunca supe la edad que tenía pero siempre había estado allí, en aquel rincón de aquella estrecha calle cerca del muro de la iglesia. eran otros tiempos. muchas veces, cuando era pequeño me escapaba de casa y corría hacia allí para que el hombre de la barba larga y el cuaderno antiguo me contara un cuento. para que me saludara como él lo hacía, con aquella sonrisa enigmática y aquella cita extraña, cada día una nueva, cuatro o cinco palabras que siempre me hacían pensar, con las que siempre me acostaba y que me ayudaban a dormir, como si de una nana se tratara.

aquel hombre me tranquilizaba. pasé años yendo a aquella pequeña casa que siempre tenía la puerta abierta. años en los que aquel guardián de historias no dejaba de sorprenderme. jamás repitió un nombre, ni un sólo lugar, nunca volvió a contar un mismo cuento. mi imaginación volaba al son de sus palabras, historias que no tenían fin, que yo acababa entre sueños. la vida se desdoblaba y las horas pasaban tan rápido que casi parecía imposible. nunca olvidaré el día en que ya no estuvo. nadie sabía donde había ido, nadie sabía por qué se había marchado, porque sí, se había marchado, ya era muy viejo, pero todos sabían que no había muerto.

había vuelto a empezar. lo había dejado todo allí, incluso su cuaderno. fui yo quien lo recogió, ya era algo más mayor y sabía el valor que tenían aquellas historias, por eso desde entonces las guardo yo. porque eran importantes para él pero también para mí, porque pasó años escribiéndolas y porque ilustraron gran parte de mi niñez. aquí tengo ese libro perdido, ese cuaderno de pastas azules y hojas amarillentas. mi cuaderno de historias.

7 comentarios:

Belén dijo...

Pues claro que si!

Tu recoge todo, que con el paso del tiempo hasta gusta re-leer :)

Besicos

Carlota dijo...

Creo que sé donde fue...al País de la Fantasía, dónde iba cada día a recoger una historia...sólo que un día decidió quedarse a vivir allí para siempre, y te dejó el cuaderno de recuerdo...:) Un besito.

Arcángel Mirón dijo...

Qué relato tan dulce...

:)

Carola dijo...

Me ha gustado mucho :D

Heva dijo...

:)

Castigadora dijo...

Precioso! Que envidia me da ese hombre de barba larga, que podía eludir su vida, elaborando la de tantos otros que le reclamaban es su propia mente, que poseía aquellos que algunos buscan, que es poder dar vida a los personajes, que crecen dentro de él, convertirlos en algo más que humo

Me encantó.

PD Te otorgué un premio en casa, cuando quieras pasate. No pude dejar de hacerlo, me encanta este blog!!

Besos!!!

Anónimo dijo...

Ser el guardián de las historias es una responsabilidad enorme, pero yo estoy segura de que tú sabrás estar a la altura.

Muchos besos.

 
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